Ángel y mujer
ÁNGEL
Todo duerme... del aire, el soplo blando
callado va, con temeroso vuelo
el aroma esparciendo de las rosas;
brilla la luna, y sueñan con el cielo
los niños que reposan, contemplando
flores, luz y pintadas mariposas.
¡Niños!, al soplo de mi tibio aliento,
dormid en paz, que os cubren con sus alas
los blancos y amorosos serafines,
y adornándoos a un tiempo con sus galas
hacen que en ondas os regale el viento
blando aroma de lirios y jazmines.
Y, en tanto, el astro de la noche, lento,
pálido, melancólico y suave,
del aire azul recorre los espacios,
globo de plata o misteriosa nave,
vaga a través del ancho firmamento,
por cima de cabañas y palacios.
Su tibia luz refléjase en la tierra
como del alba la primer sonrisa
que va a alegrar las aguas de la fuente;
y al rizarse los mares con la brisa,
cuanto su seno de hermosura encierra
muéstrase allí, brillante y transparente.
Las plantas y los céfiros susurran
con blando son, y acentos misteriosos
lanza, al pasar, el murmurante río,
y a través de los árboles frondosos
las estrellas inmóviles fulguran
chispas de luz en su ámbito sombrío.
Todo es reposo, y soledad, y sueño...
sueño aparente y soledad mentida,
en el mundo del hombre... ¡hermoso mundo
cuando, mintiendo, a amarle nos convida!
Y es que en que fuese amado puso empeño,
quien llena cielo y tierra, y mar profundo.
Mas... ¿qué pálida sombra cruza el prado...
errante, sola, fugitiva y leve?
Como si fuese en pos de un bien perdido,
apenas al pasar las hojas mueve.
Y vaga al pie del monte y del collado
cual tortolilla en torno de su nido.
Virgen parece por la undosa falda
y por la blonda y larga cabellera,
que el viento de la noche manso agita;
bello es su rostro y dulce la manera
con que pisa la alfombra de esmeralda,
mientras su seno con ardor palpita.
¡Pobre mujer!... ¿Qué culpa, qué pecado
como aguijón la ha herido en su inocencia,
que el calor de su lecho así abandona?
Yo sondaré el dolor de tu conciencia,
que no en vano a la tierra he descendido,
en nombre del Señor que la perdona.
MUJER
¡Qué dulce, qué serena atmósfera respiro,
qué perfumado ambiente llenando el aire va!
Parece que las flores, de amor en un suspiro,
exhalan sus olores, y que con blando giro
danzan al son del beso que el céfiro les da.
¡Qué soplo en torno vuela de celestial frescura
calmando de mi seno el penetrante ardor!
Mas yo no busco calma; yo busco la amargura,
la acritud y el fuego, y la soberbia dura
que engendra con el odio el pálido rencor.
Rencor.. ¿en dónde, en dónde se encuentra tu morada,
que voy buscando en vano la huella de tu pie?
¿Cómo llamarte, dime, cómo mi voz airada,
por el gemir ya ronca, por el llorar cansada
podrá llegar vibrante do tu morada esté?
Sin ti, rencor sañudo, sierpe que en cieno anida,
sin ti, ¿quién es el hombre que en sierpes se engendró?
Hoja que va y que viene del árbol desprendida,
juguete a todo viento, fuente que así convida,
al que sus aguas limpia y a quien las enturbió.
¡Rencor, ven!, y que siempre pueda vivir contigo,
en lo profundo escóndete del débil corazón,
que no le ablande el llanto del pérfido enemigo,
desprecie sus caricias y niéguele su abrigo,
y la de paz, suavísima, palabra de perdón.
Mas, ¡qué templada brisa sobre mi frente pasa,
qué aroma, qué deleite de inexplicable bien!
Cálmase el fuego ardiente, que mi mejilla abrasa,
velos en torno giran de transparente gasa,
y con sus pliegues tocan mi palpitante sien.
¿Es magia o vano sueño... es ilusión que miente
esa azulada lumbre o matinal fulgor,
esas doradas nubes de un fuego transparente,
que en los espacios flotan, que inflaman el ambiente,
que errantes me circundan como una luz de amor?
ÁNGEL
¡Pobre niña! ¿Qué serpiente,
con malicia tentadora,
ha tornado pecadora
a la paloma inocente?
¡Tú, fuente límpida y pura,
buscar sin paz ni reposo
el áspid más venenoso
bajo la peña más dura!
Detén la osada carrera,
vuelve a tu nido, paloma,
¡guay si en tu seno de aroma
su presa el milano hiciera!
Rosa que el céfiro mece,
¿qué harás si aquilón te abruma?
Ampolla de blanca espuma
serás, que nace y perece.
Deja a los fieros instintos
llenar fieros corazones:
corderillos y leones
van por caminos distintos.
Naciste para gustar
las dichas del bien querer;
si amargo es aborrecer,
¡cuán dulce cosa es amar!
MUJER
Ángel, tu voz de alegrías
llega a mi agitado seno
como raudal puro y lleno
de secretas armonías.
Murmurios siento de amor
inefable, y me parece
que ancho río en torno crece
con suavísimo rumor.
Sus aguas son como el cielo,
azules, cada onda leve,
pureza de blanca nieve,
muestra con casto recelo.
Y salpicando mi frente,
de nubes oscuras llena,
cada gota una azucena
hace brotar de repente.
¡Ésta es la paz!... La comprendo
ahora, por vez primera.
¡Quién, ángel, contigo fuera
las esferas recorriendo!
Mas yo en el mundo... y tú allá...
vives, ángel, junto a Dios,
somos distintos los dos:
tú eres luz, yo oscuridad.
Eres de un mundo mejor
que éste en donde yo nací;
gloria es amar, para ti;
para mí, sólo dolor.
ÁNGEL
Fruto humano es verde fruto
que va a madurar al cielo;
sólo allí se halla consuelo,
sólo aquí quebranto y luto.
Mas, el que salvo del mar
del mundo quiera salir,
ni le ha de cansar sufrir,
ni fatigarle llorar.
Que el llanto de un mártir sube
hasta Dios, cual puro incienso
de holocausto, el cielo inmenso
llenando en forma de nube.
¡Feliz el átomo leve,
que rueda entre el polvo vano,
a quien hiere toda mano,
y a quien todo pie se atreve!
¡Y feliz también aquel
que en su humildad confundido
no supo herir si fue herido,
dando dulzuras por hiel!
Guarda, pues, niña inocente,
guarda el perdón en tu seno,
que él te limpiará del cieno
que arrojen sobre tu frente.
Y deja al rencor sañudo
dormir su sueño de horrores,
donde angustias y temores
se enlazan con fuerte nudo.
Dios te lo ordena: «ama y llora,
perdona siempre y espera»,
y serás alta palmera
que el sol en las cumbres dora.
Y las santas, tus hermanas
vírgenes que guarda el cielo,
bordaránte el casto velo
que aleja sombras profanas.
Del hombre el brazo más fuerte
sólo es en la humana vida
aura que corre perdida
hacia el seno de la muerte.
¡Belleza... poder.. ventura...!
Humo todo, y sólo eterno
el mal que vuelve al infierno,
el bien que torna a la altura.
No olvides esto, y al lecho
vuelve, que casto te espera.
¡Paloma, no el cielo quiera
que halles tu nido deshecho!
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Y limpia y sin pecado
poco después la niña se dormía,
que cariñoso el ángel,
con sus alas de nácar la cubría.