Últimas lamentaciones de Abel Martín
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- (Cancionero apócrifo)
Hoy, con la primavera, soñé que un fino cuerpo me seguía cual dócil sombra. Era mi cuerpo juvenil, el que subía de tres en tres peldaños la escalera. -Hola, galgo de ayer. (Su luz de acuario trocaba el hondo espejo por agria luz sobre un rincón de osario) -¿Tú conmigo, rapaz? -Contigo, viejo. Soñé la galería al huerto de ciprés y limonero; tibias palomas en la piedra fría, en el cielo de añil rojo pandero, y en la mágica angustia de la infancia la vigilia del ángel más austero. La ausencia y la distancia volví a soñar con túnicas de aurora: firme en el arco tenso la saeta del mañana, la vista aterradora de la llama prendida en la espoleta de su granada. ¡Oh Tiempo, oh Todavía preñado de inminencias!, tú me acompañas en la senda fría, tejedor de esperanzas e impaciencias. * ¡El tiempo y sus banderas desplegadas! (¿Yo, capitán? Mas yo no voy contigo.) ¡Hacia lejanas torres soleadas el perdurable asalto por castigo! * Hoy, como un día, en la ancha mar violeta hunde el sueño su pétrea escalinata, y hace camino la infantil goleta, y le salta el delfín de bronce y plata. La hazaña y la aventura cercando un corazón entelerido... Montes de piedra dura -eco y eco- mi voz ha repetido. ¡Oh, descansar en el azul del día como descansa el águila en el viento, sobrela sierra fría, segura de sus alas y su aliento! La augusta confianza a ti, Naturaleza, y paz te pido, mi tregua de temor y de esperanza, un grano de alegría, un mar de olvido...