A Lucía
Norte puro y belleza nórdicamente pura,
sabiendo la beldad de tu egregia escultura
y de la maravilla que en tus ojos se fragua,
déjame saludarte, hija de Nicaragua.
Yo quería que fuera en francés mi saludo;
pero yo ante tus vates me reconcentro mudo.
Yo sé hablar en la lengua de mi voz familiar,
la que es pan, agua, sal y llama del hogar.
¿Sabes tú el corazón que te busca y prefiere?
En nuestra tierra, el beso, cuándo se inicia, hiere.
No sería pedirte una cosa quimérica
juntar tu amor de Francia a nuestro amor de América.
Tenemos frases, besos y misteriosos halagos,
que dicen nuestras dudas y palabras y afanes;
mas que tienen el alma de nuestros dulces lagos
y el verso hecho de llamas quedan nuestros volcanes.
Sí, gentil digna niña de Francia:
para el hombre que viene allá del mar...,
cualquiera rosa lleva su fragancia
en donde tenga que aromar y amar.