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A Roma por todo

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A Roma por todo
de Félix María Samaniego
Un payo a confesarse a Madrid vino 
por ver si un reverendo capuchino, 
que de gran santidad fama tenía, 
de sus grandes pecados le absolvía. 
Dirigióse al convento 
de este varón sagrado 
y le halló en el asiento 
de su confesonario, rellanado, 
absolviendo a sujetos diferentes 
que tenían las caras penitentes. 
Llegó al payo su vez y, arrodillado, 
—Padre, le dice, mi mayor pecado, 
que me pesa en extremo 
porque mil veces temo
por esta causa verme condenado
sin que la paz de Dios nunca recobre, 
es tener la desdicha de ser pobre. 
—¿Y a ello pecado llama?
Cristo amó la pobreza, el fraile exclama, 
y esa no es culpa. —¡Ay, padre!, el payo dice, 
es que, como yo soy tan infelice, 
mi mujer y mi madre,
mis tres cuñadas mozas y mi padre 
para vivir tenemos un cuartito
no más, porque yo estoy muy pobrecito. 
—Vamos, le manda el fraile, hijo, prosiga, 
que todavía en vano se fatiga. 
—Allá voy, siguió el payo, suspirando; 
pues, como iba contando, 
una cama hay no más en esta pieza 
para tantas personas; mi pobreza 
no permite tampoco que tengamos 
ninguna luz cuando nos acostamos, 
y así yo, equivocado, 
muchas veces a oscuras he topado
en vez de mi mujer, ¡ay!, con mi madre, 
y otras veces… ¡Ay, padre, 
será fuerza ir a Roma 
si de absolverme el cargo no se toma! 
Aquí, mientras el paño suspiraba, 
el fraile se encogía y encerraba 
en el confesionario, y luego dijo: 
—Acaba pronto, hijo, 
mientras que yo en seguro me acomodo, 
porque, como ahora estás tan agitado 
y aquí no hay luz, con este pobre modo 
puedes topar conmigo equivocado.
—No haré, replicó el payo,
que huele a capuchino vuestro sayo; 
pero a mí me han perdido 
las equivocaciones
sin luz, medio dormido,
he compuesto en diversas ocasiones,
lo mismo que a mi madre a mis cuñadas, 
y todas cuatro están embarazadas. 
Si el cargo no se toma
Su Reverencia, padre, de absolverme, 
me costarán mis culpas ir a Roma 
y no sé en mi pobreza cómo hacerme. 
A lo que dijo el fraile: —¡Pobrecito! 
Todavía no es tiempo. Corre, hijito;
ve y compón a tu padre, y de este modo 
irás a Roma de una vez por todo.