A S. M. el Rey
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Señor: No soy un juglar; soy un sincero cantor del castellano solar. Canto el alma popular; no tengo nombre, señor. Por eso, porque un oscuro, porque un sincero es quien canta y no un cortesano impuro, oiréis el de mi garganta canto llano, pobre y duro. Más placerá a vuestro oído el débil trinar sentido del pájaro del erial que el resonante graznido del hueco pavo real. Señor: si en ese sagrado solar de español sentir han ante vos ocultado con luz de vivir dorado sombras de negro vivir, mintió la vieja embustera que llaman cortesanía... ¡Mejor a su rey sirviera si, en bien de la Patria mía, verdad a su rey dijera! No sé con reyes hablar; mas, bien podréis perdonar que yo platique con vos tal como en son de rezar platico de esto con Dios. Estáme la fe enseñando y estáme el amor diciendo que todo se toma blando a nuestro Dios invocando y a nuestro rey requiriendo. Que Dios corona a los reyes para que a mundos mejores lleven innúmeras greyes, mejor que atadas con leyes, sueltas en cursos de amores. Señor: en tierras hermanas de estas tierras castellanas, no viven vida de humanos nuestros míseros hermanos de las montañas jurdanas. Señor: no oigáis las canciones de las doradas sirenas, que solo cantan ficciones... ¡Los más grandes corazones son los que arrostran más penas! Dolor de cuantos los vieren, mentís de los que mintieren, aquí los parias están... De hambre del alma se mueren, se mueren de hambre de pan. Hasta este monte eminente donde rimo mis cantares sube famélica gente que mis modestos manjares devora violentamente... Tanta pena he contemplado que unas veces he llorado con llanto de compasión, y otras mi voz han velado gemidos de indignación. Porque infama la negrura de la siniestra figura de hombres que hundidos están en un sopor de incultura con fiebre de hambre de pan. Limosna de un rey cristiano es manantial soberano de grande consolación... Mas nunca llega la mano donde llega el corazón. La Patria es madre amorosa que hace milagros de amores... ¡Tienda una mano piadosa que disipe los horrores de esta visión afrentosa! Señor: no soy un juglar. Yo nunca rimo un cantar si no me lo pide amor. La Patria me hizo vibrar... ¡Patria sois también, señor!