A fuerza de arrastrarse: 39
Escena V
[editar]PLÁCIDO y TOMÁS.
TOMÁS.-Señor vizconde.
PLÁCIDO.-¡Otra vez!
TOMÁS.-Don Romualdo y don Anselmo desean ver a su excelencia.
PLÁCIDO.-No puede ser. Estoy ocupado.
TOMÁS.-Es la segunda vez que vienen.
PLÁCIDO.-¡Aunque vengan doscientas!... No los necesito ya.
TOMÁS.-Pero ellos necesitan al señor vizconde..., y como fueron tan amigos.
PLÁCIDO.-¿Qué es eso? ¿Te permites hacerme observaciones?
TOMÁS.-¡Yo!... Señor vizconde...
PLÁCIDO.-Ya lo sabes: que no puedo recibirlos, Pueden pasar a las habitaciones de la señora. Hoy es «su día», es «su hora»... ¿Recibe ya?
TOMÁS.-Sí, señor. Entró hace un rato a saludar a la señora el coronel Barrientos, ese militar tan guapo.
PLÁCIDO.-¿No te mandé que con cualquier excusa le despidieses? ¡Siempre torpe, torpe, torpe!
TOMÁS.-Sí, señor... Pero la señora me tiene mandado que entre siempre que venga..., y como lo mandó la señora...
PLÁCIDO.-¡Ah! (Conteniéndose.) Está bien. ¿Hay mucha gente esperándome?
TOMÁS.-Sí, señor.
PLÁCIDO.-Pues que pasen todos a saludar a la señora: todos, todos, y en seguida.
TOMÁS.-¿También el señor Claudio?
PLÁCIDO.-¡Ah! ¡Está Claudio!... No; ése que entre aquí.
TOMÁS.-Sí, señor. (Sale. Aparte.) ¡Los compadres!
PLÁCIDO.-A ver qué me cuenta Claudio del asunto. Es una cosa insignificante, ridícula; pero me tiene inquieto. ¡Me voy volviendo cobarde!... Yo antes no era así.