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A fuerza de arrastrarse: 46

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Escena XII

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PLÁCIDO; después, CRIADO; luego, JOSEFINA.


PLÁCIDO.-(Procurando convencerse.) ¡Ah miserable!..., ¡miserable!... ¡Yo no he sido así!..., ¡no he sido como tú!... ¡Hay mucha distancia del ingenio..., de la travesura..., a la infamia!, ¡a la villanía! ¡Ese hombre va bordeando el presidio! ¡Yo, nunca! (Con repugnancia y agitándose y paseando como queriendo salir de sí.) ¡Y yo que he tocado a ese ser envilecido! Pero ¿adónde va esta sociedad?, ¿adónde vamos todos con esta podredumbre que nos cerca, que nos asalta; que nos llega a los labios? ¡Asco y miseria! ¡Sí, romper con el pasado, olvidarlo!... ¡No arrastrarse más! Pero ¡para ello, para quedar libre..., necesito esa suma..., y en este momento no la tengo! Yo no tengo nunca oro mío..., ¡mío! ¡No; el asunto no puede quedar para mañana! No hay otro medio. (Después de pensarlo, toca el timbre.)

CRIADO.-Señor...

PLÁCIDO.-Entre usted y diga a la señora que venga en seguida, ¡pronto! (Sale el CRIADO por la izquierda. Enjugándose la frente, febril, mirando el reloj.) Dos minutos para que venga Josefina. Media hora para que venga ese tunante..., y todo habrá concluído..., todo..., y libre..., ¡Libre para siempre! Por precaución hice que vinieran Blanca y Javier..., pero ya sería inútil. No..., inútil, no... Bueno es que vean a Javier en mi casa. Javier da honra. El pobrecillo no puede dar otra cosa. (Riendo.) Pero es algo..., es algo. ¡Ah..., ya viene Josefina!

JOSEFINA.-(Entra elegantísima.) ¿Qué querías? Dilo pronto. Me está esperando el coronel.

PLÁCIDO.-¡Ah!... (Conteniéndose.) Pues en dos palabras. Necesito «dinero» inmediatamente.

JOSEFINA.-¿Y para eso me llamas? ¡También es impertinencia!

PLÁCIDO.-Es que lo necesito ahora mismo.

JOSEFINA.-Pídeselo a papá.

PLÁCIDO.-Para eso te llamé; para que se lo pidas tú.

JOSEFINA.-¿Es que tú no te atreves? (Con burla.) ¡Ay, qué corto de genio se nos ha vuelto! Antes no eras así. ¡Ea, déjame, tengo que decir una cosa muy importante a aquellos señores! (Haciendo un saludo burlesco.)

PLÁCIDO.-¡Más importante es lo mío! ¡Lo tuyo siempre será coquetería!

JOSEFINA.-¡Calla, por Dios!

PLÁCIDO.-¡Josefina, que me va en ello la honra..., y a ti también!

JOSEFINA.-(Riendo.) Bueno; pues ocúpate tú de nuestras dos honras. Esa es cuenta tuya. Yo bastante tengo con mis coqueterías, como tú dices. ¡Adiós.!

PLÁCIDO.-(Fuera de sí y poniéndose delante.) ¡No..., no sales!

JOSEFINA.-(Revolviéndose.) ¡Plácido! ¡Más bajo, que pueden oírnos! Allá en el pueblo, en el campo..., tomaste la mala maña de hablar a gritos, y no has perdido la costumbre. Aquí es otra cosa.

PLÁCIDO.-(Conteniéndose.) Tienes razón. ¿Tú no tendrás esa cantidad?

JOSEFINA.-Yo no sé qué cantidad es ésa, ni yo tengo nada. Los últimos cupones que cobré se los llevó la modista francesa. Ya recordarás que no pude darte ni cinco mil pesetas que necesitabas, no sé para qué. Siempre sería algún despilfarro. Conque déjame tranquila y acude a papá.

PLÁCIDO.-Por Dios, Josefina, acude tú por mí. ¡Te lo ruego! ¡Son momentos críticos para todos!

JOSEFINA.-¡Yo!..., ¡no en mis días! Le tengo muy cansado a papá. ¡No..., no... y no! Y déjame, porque me voy poniendo nerviosa y lo van a notar aquéllos.

PLÁCIDO.-Basta. Vete. Pero al menos dile a tu padre que venga; que tengo que hablarle de un asunto importantísimo.

JOSEFINA.-¡Convenido; te lo enviaré! ¡Buena jaqueca le vas a dar! Adiós... (Deteniéndose cerca de la puerta) ¿Sabes lo que te digo, Plácido? Que nos vas saliendo muy caro a todos.

PLÁCIDO.-(Amenazando.) Josefina!

JOSEFINA.-«¡Mío caro, caro mío!» (Saliendo y burlándose.)