A la bandera peruana

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​A la bandera peruana​ de Clemente Althaus


I : Con motivo del tratado de enero, una de cuya cláusulas era el saludo simultáneo de las dos banderas

¡Oh de mi patria bicolor bandera,
si en padecer baldón fuiste la sola,
el mar que le miró, verte debiera
del cañón saludada la primera,
y no ¡oh mengua! a la par que la española!
Doblar la altiva frente a ti debía
el audaz español, y sólo entonces,
al pabellón Ibérico podría
saludar, no el deber, la cortesía
con ronca voz de los tonantes bronces.
¡Ah! ¡si no diera ya la tumba helada
al noble San Román eterno abrigo,
por el heroico esfuerzo de su espada
ya tu afrenta crüel vieras vengada,
o sucumbiera intrépido contigo!
Si un tiempo del océano el murmullo
te saludó triunfante, y de los vientos
te halagaba blandísimo el arrullo,
hoy tu baldón y tu abatido orgullo
lloren del mar y el aura los lamentos!
No eres de hoy más la veneranda enseña
de una nación que con valor y arrojo
sabe su honor guardar, aunque pequeña;
no; para el mundo ya que te desdeña
eres tan solo un lienzo blanco y rojo.
¡En negro cambia tu color de nieve,
pues, sin lidiar, sufrimos que nos venza
quien ultraje nos hizo tan aleve;
mas el rojo color bien se te debe,
porque ése es el color de la vergüenza!

Enero 27 de 1865.



II : (Tres meses después)

Roba en vano y destierra y aprisiona
y azota y mata el opresor nefario
que te humilló de Iberia a la corona,
y quiso que del Sol a la matrona
Fueses, bandera, funeral sudario.
Alégrate, que intrépidos peruanos
se alzaron ya, de tu baldón dolientes,
llamando a libertad a sus hermanos;
y ya te ondean generosas manos,
y ya cobijas generosas frentes.
De Norte a Sur, del mar de ondas salobres
hasta el río que es mar de dulces ondas,
ricas ciudades y cabañas pobres
guerreros dan por que tu honor recobres
ni más al mundo con rubor te escondas.
Pronto será que a la impaciente Lima
que oprime el bando de la España amigo,
el vencedor ejército redima,
dando a su empresa venturosa cima
y al vil hispano aterrador castigo.
Pronto, pronto será que tu blancura
recobres más hermosa y esplendente,
lavándote de mancha tan oscura,
y que el vivo color que te purpura
no vergüenza, mas sangre represente.
Mas no, no ostentes tu color de grana
cuando entres ondeando a naval riña,
por que a mares después la sangre hispana
en baño ardiente, cual tintura humana,
tu blanco paño victorioso tiña.



III : (Después del dos de mayo)

Ya a ti, de nuevo ufano, el solar rayo
alumbra, el aura mece, el mar retrata;
que, a manos del Honor el dos de Mayo,
la sangre de los hijos de Pelayo
fue de tu paño fúlgida escarlata.
Do quier te agite la triunfante diestra
de un pueblo entero con orgullo noble;
gloriosa enseña de la patria nuestra,
de nuevo ufana al universo muestra
tu simple nieve entre tu grana doble.
Dinteles orna de privados lares,
altas torres, palacios y tugurios;
y citando húmedos llanos navegares,
entónente los vientos y los mares
triunfal canto entre plácidos murmurios.
La sien corona, avecinada al cielo,
de los Andes altísimos, que alfombra
mortaja eterna de luciente hielo;
y baje, sosegando el alto vuelo,
el cóndor a dormir bajo tu sombra.
Mas un rayo le falta a tu aureola;
que allí te ostente la feroz Numancia
donde la enseña de Isabel tremola,
y ni una nave hispana quede sola
que no humille a tu triunfo su arrogancia.
Y alto dicta tal vez estro deífico
el vaticinio a mi valiente cántico
que no sólo las ondas del Pacífico
verán ufanas tu triunfar magnífico,
sino también las del remoto Atlántico.


Esta poesía forma parte del libro Obras poéticas (1872)