A la deseada paz

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 Ven, dulce paz, como sereno día  
 Tras niebla obscura de dolor aciago,  
           Como sueño infantil;  
 Como soplo feliz del aura fría  
 Al regalar el cefirillo vago  
           Los cálices de abril;   
   
 O ven como el rocío de la noche  
 Que pende de una rosa no tocada,  
           Cual lágrima de amor,  
 Y destilado en su purpúreo broche  
 Nutre toda su pompa regalada  
           Con cristalino humor.  
   
 O ven como el sonido de la lira  
 Que antes que se ilumine la mañana  
           Resuena en la quietud:  
 Ven cual paloma cándida que gira,  
 Puesto en el pico de encendida grana  
           El ramo de salud.  
   
 ¡Asaz de luto! Palidece y llora  
 Tímida virgen, su orfandad temiendo,  
           Al eco del clarín;  
 Gime el niño y derrama la que adora  
 Del ronco parche al sonoroso estruendo  
           Sus lágrimas sin fin.  
   
 Vimos las galas del festín de amores  
 Trasformadas en pompa lastimera  
           De luto funeral;  
 En la tumba, del tálamo las flores  
 Y convertido en troba plañidera  
           El cántico nupcial.  
   
 Y no fue el coro voluptuoso entonces  
 El que del ocio en el placer inerte  
           Sonó del arpa al son;   
 Fue horrísono estampido de los bronces,  
 Fue el himno del soldado, el de la muerte  
           La trompa y el cañón.  
   
 Vencimos: el esclavo fratricida  
 Avezado al delito, ya no alienta;  
           Jamás ciñó el laurel;  
 Do alzó su rebelión aborrecida,  
 Allí en el polvo vil mordió su afrenta;  
           Allí venció Isabel.  
   
 Mas cumplen ya los cielos la esperanza:  
 Escucha la plegaria cariñosa  
           ¡O deseada paz!  
 ¡Ah! muéstranos el iris de bonanza  
 Y purísima luz ¡o casta diosa!  
           De tu benigna faz.  
   
 Ven con el primer rayo de la aurora  
 Cuando deja el reposo de su lecho,  
           Con la primera flor,  
 Con el primer suspiro del que adora,  
 Tan dulce y grata a mi sensible pecho  
           Como el primer amor.  
   
 Llega como la cita cariñosa  
 Que en oculto jardín está esperando  
           Intrépido doncel,  
 Como tierna caricia de una hermosa  
 Que imprime dulcemente un beso blando  
           Con labios de clavel.   
   
 Como luz bonancible que asegura  
 Aura feliz y sosegado cielo  
           Al duro cazador;  
 Como silencio de la noche obscura  
 Que ha de cubrir con misterioso velo  
           Las dichas del amor.  
   
 Llega y entonces el virgíneo coro,  
 Reprimidas las furias de la guerra,  
           Tus himnos cantará;  
 Alegres tornarán las arpas de oro  
 Y en ocio blando la cansada tierra  
           Su sueño dormirá.