A la pereza (Poesías, 1839)
Apariencia
Véase también: A la pereza
¡Qué dulce es una cama regalada! ¡Qué necio el que madruga con la aurora aunque las musas digan que enamora oír cantar a un ave en la alborada! ¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada reposar una hora y otra hora! Comer, holgar..., ¡qué vida encantadora, sin ser de nadie y sin pensar en nada! ¡Salve, oh, Pereza! En tu macizo templo ya, tendido a la larga, me acomodo. De tus graves alumnos el ejemplo arrastro bostezando: y en tal modo tu apacible modorra a entrar me empieza que no acabo el soneto... de per... (eza)