A la señorita doña Luisa Larios
Niña hermosa y modesta,
pálida y grave,
tu alabanza en mi boca
sé que no cabe.
¿Qué ser encierra
tu belleza? Se ignora
sobre la tierra.
Por tus mil me pareces
raros primores,
hermana de las aves
y de las flores.
Serán antojos:
mas al verte ven flores
y aves mis ojos.
Al verte en movimiento
y al verte en calma,
en poética duda
vacila el alma.
Dudo (¿quién sabe?)
si eres flor por lo pura
por lo hermosa ave.
Si entre flores hallara
tu faz serena,
la creyera el capullo
de una azucena;
porque en ti hallo
lo gentil de su esbelto
florido tallo.
Si al andar movimiento
tu cuerpo toma,
tu paso creo el vuelo
de una paloma;
porque resbalas
sobre tus pies, como ella
sobre sus alas.
Niña hermosa y modesta,
pálida y grave,
tu alabanza en mi boca
ves que no cabe;
porque la tierra
ignora en tu hermosura
lo que se encierra.
Del color de los cielos
son tus pupilas:
como ellos tus miradas
puras, tranquilas.
Tu forma entera
como la de los ángeles,
casta y ligera.
Las palabras que brotan
de tu garganta,
dulces son como trinos
de ave que canta:
y de tu aliento
con el vapor fragante
se aroma el viento.
Caminar por la tierra
los que te miran
con respeto y asombro
mudos te admiran.
No sé qué tienes
de los cielos, que de ellos
juzgan que vienes.
Criatura más pura
que las humanas,
las pasiones que inspiras
no son mundanas.
Cual de las flores
de tu virtud se exhalan
puros vapores.
La planta que tu nombre
llevó hasta ahora,
es a tu lado, ¡oh Luisa!
yerba inodora.
Sólo podría
competirte la rosa
de Alejandría.
Adiós, niña modesta,
pálida y grave,
tu alabanza en mi canto
ves que no cabe.
Mi voz expira
y a seguirla se niega
ruda mi lira.
Luisa, aquien el poeta
cantar no sabe
como a hermana te miren
la flor y el ave.
Como ellas seas:
cual los de ellas hermosos
tus días veas.
Cruza, flor o paloma,
por nuestra esfera
como la flor y el ave,
pura y ligera;
y ¡ojalá ignores
que encierra más el mundo
que aves y flores!