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A la soledad (Melgar)

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A la soledad
de Mariano Melgar
Oda III.


Oh Soledad amable,
Donde vive el sosiego
Que el hombre en otras partes busca en vano,
Su deseo insaciable
Aviva el mundo, y luego
Niega lo que ofrecía: ¡Infiel tirano!
Sólo aquí el pecho humano
Se engaña felizmente;
Le asusta del retiro la apariencia,
Mas viene a la experiencia
Y encuentra paz y gusto solamente.
¡Qué tranquilo se goza
Cuando en su dulce centro se reposa!

Como fieros lebreles
De su amo al pie tendidos
Yacen al pie del alma las pasiones
Ya no alzan las infieles
Ruidosos alaridos:
Cesaron sus funestas conmociones.
Con serias reflexiones,
Su grandeza eminente
Vuelve a tomar el hombre envilecido;
Conoce que ha nacido
A ser amigo del Omnipotente,
Y que su amistad tierna
Durará más que el mundo, será eterna.

Si viniera aquí un sabio,
Lleno de ciencia impía,
Mudará pronto su engañado juicio;
Y de su mismo labio
Todo el mundo oiría
Que hay inmortalidad y un Dios propicio.
El castigo del vicio
Hace que temerosa,
Huyendo de su Autor busque la nada,
Un alma abandonada;
Pero venga a esta casa silenciosa,
Y Verá cuánto precia
De ser benigno el Dios de nuestra Iglesia.

Como si el que ha caído
A manos de un contrario
Con cerrarse los ojos, escapase;
Se cree guarecido
El hombre temerario
Cuando de sus miserias caso no hace.
Jamás oír le place
Al que su bien procura
Y teme huir del mal que se le espera;
Pero si aquí viniera
Conociera y sanar su locura;
Con paz, con alegría,
Desengaño y remedio encontraría.

Oí al dulce Batilo
Cantar el campo hermoso,
Hierbas y flores, fuentes y ganados.
Allá busqué mi asilo
Pero me fue engañoso.
No se calmaron todos mi cuidados;
Aquí estaban cerrados
Los bienes que buscaba;
Sólo aquí es mi deseo satisfecho,
Y abismado mi pecho,
Comienza a contar dichas y no acaba.
Venid, venid amigos,
Y de esto y mucho más seréis testigos.