A las ardientes puertas de diamante
Apariencia
- Soneto 129
A las ardientes puertas de diamante, coronado del árbol de Peneo, mostraba en dulce voz llorando Orfeo que allí puede llorar un tierno amante. Suspendidas las furias de Atamante y parado a sus lágrimas Leteo, en carne, que no en sombra, su deseo, vio su querida Eurídice delante. ¡Oh dulces prendas de perder tan caras! tú, Salicio, ¿qué dices?, ¿amas tanto, que por la tuya a suspender barajas los tormentos del reino del espanto? Paréceme que dices que cantaras que el doblaran la prisión y el llanto.