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A quién amáis, mujeres

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¿A quién amáis, mujeres?
de Práxedis G. Guerrero


Hay seres que por la forma parecen hombres; seres que hablan de energía, de honor, de dignidad, de honradez, de independencia, de superioridad masculina y de otras cosas de que componen su matizado disfraz, que les sirve para acercarse a vosotras sin causaros asco y para sorprender vuestra inocencia y estrujar los intimos sentimientos vuestros y hacer de vosotras las esclavas vitalicias de sus caprichos y sus brutalidades. Hay hombres y cuéntanse a millones, que sólo os buscan y as quieren para satisfacer en vosotras su necia vanidad, para pasear sobre vuestra delicadeza su orgullo de cobardes y su decantada superioridad, para desquitarse en vosotras, tiernas sensitivas, de las indignidades y bajezas que ellos diariamente tienen para con los déspotas que los oprimen y tratan como bestias aprovechándose de su espíritu pusilánime.

¿A quién amáis mujeres?

A un ciervo que no emplea energías ningunas para redimirse y redimiros y sí para vilipendiaros. Amáis a un ente que sólo posee el torpe valor de insultaros y no pocas veces la ferocidad de azotaros. Amáis a ese individuo vergonzante que reclama preeminencia sobre vosotras y que os impone un yugo doblemente ominoso, porque trae el peso abrumador de una ignominia inmensa ... porque ese yugo desciende del cuello de un sometido.

¿A quién amás? ¿A quién amáis? ¿A quién entregáis esa ternura que únicamente el hombre digno y libre sabe apreciar, merecer y conservar, acrecentar y defender?

¡Ah!, si vosotras quisiérais ver detrás de esa careta con que os miran los hombres que aspiran a ser vuestros dueños o que ya lo son ... ¡qué enorme oleada de indignación y de vergüenza agitaría vuestros bellos corazones! Qué rugiente marejada de infinitos desprecios saltaría desbordante de vuestros pechos sobre el rostro de esos hombres que dicen amaros, cuando lo que desean es poseeros como una cosa y encadenaros a su dominación, para vosotras más triste que muchas desventuras, puesto que viene de un esclavo, de un esclavo que hundido en abyecto servilismo tiene la imprudente audacia de hacer de vosotras, que deberíais ser las dulces campañeras del hombre fuerte, el escaño de sus ruindades.

¿A quién amáis mujeres?

Práxedis G. Guerrero

Punto Rojo, N° 3 del 29 de Agosto de 1909. El Paso, Texas.