Aben-Humeya: 34
Escena VII
[editar]ABEN HUMEYA, MULEY CARIME.
MULEY CARIME.- ¿Qué motivo tan urgente te ha obligado a llamarme a estas horas?...
ABEN HUMEYA.- Un asunto muy grave, que tengo precisión de consultaros.
MULEY CARIME.- Y has querido aprovechar el silencio y la soledad de la noche... o tal vez ese asunto importante debe estar resuelto antes que raye el día...
ABEN HUMEYA.- (Señalando el reloj de la sala.) ¡Mirad allí, mirad!
MULEY CARIME.- Acaba de dar la una...
ABEN HUMEYA.- Pues antes que dé otra hora, ya ese grave asunto se verá terminado.
MULEY CARIME.- ¡Terminado!...
ABEN HUMEYA.- ¡Y para siempre!
(Quédanse en silencio unos instantes.)
MULEY CARIME.- Me parece que estás muy pensativo, Aben Humeya... A pesar de tus conatos, veo claramente que te aflige una grave pena.
ABEN HUMEYA.- Es un secreto fatal...
MULEY CARIME.- ¿Y por qué tardas en confiármelo?...
ABEN HUMEYA.- No tengáis tanto afán por saberlo... Siempre tiene que pesar sobra mi corazón, y no vais a poder con él.
MULEY CARIME.- Mas, ¿qué secreto es ése?... ¡Ah! bien te lo había yo dicho: ni el engrandecimiento ni el poder alcanzan a darnos en el mundo un solo día feliz; has perdido la paz del ánimo, has comprometido tu suerte; lo has sacrificado todo por un pueblo inconstante, que te abandonará cuando apremie el peligro...
ABEN HUMEYA.- Y al que he jurado defender aun a costa de mi vida... ¿Lo habéis oído, Muley Carime?... Aun a costa de mi vida...
MULEY CARIME.- ¿Y a qué fin me diriges esas palabras?...
ABEN HUMEYA.- Os ruego meramente que las peséis.
MULEY CARIME.- No te comprendo...
ABEN HUMEYA.- Pues ahora vais a comprenderme. Todo lo he sacrificado por redimir del yugo a estos pueblos...; vos mismo acabáis de decirlo; y ellos, a su vez, han depositado en mí su confianza, su poder, su futura suerte... ¿Cumplirán sus promesas?... ¡Dios lo sabe!... Yo sé que cumpliré las mías.
MULEY CARIME- ¿Y quién te dice?...
ABEN HUMEYA.- No me interrumpáis. Yo tengo un padre anciano, cuya vida me importa mucho más que mi vida... Está entre las garras de mis enemigos, cargado de cadenas, con la cuchilla a la garganta. Lo sé, lo sabía cuando di la señal contra sus verdugos; y ellos saben también el medio de vengarse de mí.
MULEY CARIME.- Mas, ¿por qué te anticipas a sentir las desgracias antes de que sucedan?...
ABEN HUMEYA.- Escuchadme un instante, voy a concluir. Yo he agravado el peligro en que se halla mi padre; cada golpe que descargo puede acelerar su muerte; y, sin embargo, no he vacilado un punto. ¡Pensad, pensad vos mismo si habrá algo en el mundo que pueda contenerme!
MULEY CARIME- ¿Por qué me echas esas miradas?... ¿Qué quieres decirme con ellas?
ABEN HUMEYA.- Ya que os he mostrado hasta el fondo de mi corazón, voy a consultaros sobre aquel grave asunto... y adivinaréis desde luego cuáles pueden ser las resultas. En nuestro mismo seno hay un traidor...
MULEY CARIME.- ¡Un traidor!... ¿Lo sabes de cierto?
ABEN HUMEYA.- De cierto. Vos mismo vais también a quedar convencido. ¿Qué castigo merece?...
MULEY CARIME.- ¿Tiene hijos?...
(ABEN HUMEYA se queda callado.)
¿No me contestas, Aben Humeya?
ABEN HUMEYA.- No los tendrá mañana.
MULEY CARIME.- (Aparte.) ¡Qué recuerdo, Dios mío!...
ABEN HUMEYA.- Parece que os turbáis.
MULEY CARIME.- No por cierto... ¡Compadezco a ese desdichado, soy padre como él!
ABEN HUMEYA.- Bien se echa de ver que os inspira mucha compasión... ¿Sabéis por ventura quién sea?
MULEY CARIME.- ¿Y cómo quieres que lo sepa?...
ABEN HUMEYA.- Recapacitad un poco..., recorred vuestra memoria...; tal vez el corazón os ayudará también...
MULEY CARIME.- Más fácil sería que tú me lo dijeses...
ABEN HUMEYA.- ¿Queréis forzarme a ello?
MULEY CARME.- Yo no te fuerzo, antes te lo suplico.
ABEN HUMEYA.- Y por mi parte haría el mayor sacrificio a trueque de evitarlo.
MULEY CARIME.- ¿Y por qué te cuesta tanto pronunciar el nombre del reo?
ABEN HUMEYA.- ¡Porque al salir de mi boca lleva consigo la sentencia de muerte!
MULEY CARIME.- ¡La sentencia de muerte!
ABEN HUMEYA.- Y en el mismo instante.
MULEY CARIME.- (Con voz alterada.) Mucho me compadece ese desgraciado, te lo confieso...; mas, puesto que estás empeñado en decirme su nombre...
ABEN HUMEYA.- Al contrario, no vais a oírle.
MULEY CARIME.- ¿No?
ABEN HUMEYA.- Vais a verle con vuestros propios ojos.
(ABEN HUMEYA le muestra abierta la carta; MULEY CARIME la aparta con la mano.)
MULEY CARIME.- Basta.
(Después de un corto intervalo, y al mismo tiempo que mira a ABEN HUMEYA, señalándole el aposento de su mujer.)
¿Eres tú el único depositario de este secreto?
ABEN HUMEYA.- También lo saben otros.
MULEY CARIME.- ¿Quién?
ABEN HUMEYA.- Aben Abó y Farax.
MULEY CARIME.- Ya sé la suerte que me espera.
ABEN HUMEYA.- ¿La sabéis?
MULEY CARIME.- Y la aguardo tranquilo.
ABEN HUMEYA.- (Echa una ojeada alrededor de la sala, saca del seno un pomo de oro, le abre y se le da.) Tomad, y salvaos. (Vuelve a otro lado el rostro y se arroja sobre los almohadones.)
MULEY CARIME.- (Toma el pomo, bebe el veneno y clava los ojos en ABEN HUMEYA; después se acerca a él y le dice:) ¡Tú reinarás! (Ambos permanecen durante unos instantes en la misma actitud.) ¡Escúchame, Aben Humeya, escucha!... Me conoces muy tarde... demasiado tarde... ¡Te habías equivocado en el concepto de que me tenías; pero tu corazón me está haciendo en este instante plena justicia; él propio me venga, y te humilla ante mí...; tu mano temblaba más que la mía al coger el veneno. ¡Muy lejos estaba yo de querer a nuestros opresores... los aborrecía con toda mi alma, tanto como tú, aun más todavía... Me han hecho más tiempo infeliz...; pero era padre, Aben Humeya, era padre, y veía en riesgo a mis hijos... ¡Desventurado! ¡Por tu esposa y por tu hija temblaba, cuando tú me acusabas, de flaqueza!... (Reprimiendo su enternecimiento.) El amor a mis hijas me cuesta la vida; ya lo ves, Aben Humeya, muero por salvarlas... Mas no quisiera llevar al sepulcro el pesar de haber hecho en balde tamaño sacrificio... ¿Quieres prometérmelo?...
ABEN HUMEYA.- (Levantándose.) yo... ¿Qué puedo hacer en eso?...
MULEY CARIME.- Empéñame tu palabra... y veré más tranquilo acercarse mi última hora.
ABEN HUMEYA.- Si depende de mí...
MULEY CARIME.- De ti depende.
ABEN HUMEYA.- Pues prometo hacerlo...
MULEY CARIME.- Y vas a jurarlo en mis manos. Mas, ¿qué movimiento es ése? Soy yo quien te la presento primero..., estréchala, Aben Humeya; estréchala sin temor..., aun no está fría! (Cógele la mano.) Escúchame ahora... ¡No tiembles y escucha! El estruendo de las armas va a penetrar muy luego en estas sierras...; los guerreros pelearán, no lo dudo; ¡pero sus infelices familias!... Por Dios, no expongas a mi hija, no expongas a la tuya a todos los horrores de una guerra de exterminio... ¿Cuál sería su suerte si tú llegaras a faltar? ¡Mira mi destino, Aben Humeya, siempre mi destino! Ahora mismo temo y tiemblo por ti... Mas en tu mano está templar mi amargura si llevo conmigo la esperanza de haber logrado mi intento... Yo había cuidado de fletar en cuanto vi que amenazaban estas revueltas un barco tunecino, que se halla surto en el puerto de Adra. En pocas horas puede llegarse a él, y en otras pocas puede llevar a Tánger a tu mujer y a tu hija...
ABEN HUMEYA.- Bien está; lo haré.
MULEY CARIME.- Y yo confío en tu palabra. ¡Dentro de mí mismo llevo el convencimiento de que no te atreverías a engañarme!