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Aguinaldo

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Aguinaldo
de Manuel del Palacio
AGUINALDO[1]


A mi antiguo y buen amigo ANTONIO CARRALON DE LA RUA, secretario del Presidente de la República del Uruguay, diputado sapiente, etc., etc.



No te invito á rezar, querido Antonio,
pero ello es que se acerca un año nuevo
y hay que hacerle la cruz como al demonio.

Son muchos ya los que á la espalda llevo,
y tampoco los tuyos son escasos,
por más que á numerarlos no me atrevo.

Recuerdo, si, que en mis cabellos lasos,
apuntaban las canas prematuras,
signo, quizás, de andar en malos pasos,

cuando, ávido de gloria y de aventuras,
como el manchego hidalgo tú salías,
de malsines en pos y fermosuras.

¡Ay, Antonio, qué noches y qué días!...
La fiebre convertida en indolencia,
el ayuno mezclado á las orgías,

pródigos, si no de oro, de existencia,
de toda autoridad demoledores
y sin más religión que la conciencia,

logramos encumbrar á los mayores,
que nos daban aplausos y sonrisas,
guardándose riquezas y favores;

siendo la consecuencia á estas premisas
que, mientras ellos adquirieron fraques,
nos quedamos nosotros sin camisas.

¡Tiene la humanidad estos achaques!
Alguno que al pavés subir hicimos,
nos llamó en ocasiones badulaques.

Por sondas diferentes luego fuimos,
y hoy que lejos del suelo nos hallamos,
donde, como las plantas, florecimos;

hoy que hacia la vejez marchando vamos
y al vernos en la altura en que nos vemos,
yo no sé si perdimos ó ganamos;

bien es que aquellas horas recordemos
en que la Juventud, á manos llenas,
nos brindaba sus goces más supremos.

¡Horas de lucha, y á la par serenas!
aún de vuestros encantos la memoria,
es lenitivo y bálsamo á mis penas,

y no hay ni puede haber mundana gloria,
ya se llame fortuna ó poderío,
ya se escriba en el alma ó en la historia,

que yo no diera en dulce desvarío
o por renovar los sueños que llenaron
de amor y dicha nuestro hogar vacío.

Mas, ¡ay! Cuando su nido abandonaron,
no vuelven las perdidas ilusiones,
aves de paso que al volar cantaron.

En cambio, á ennegrecer los corazones
vienen las sierpes, del dolor sañudas;
los gusanos del odio y las pasiones;

los buitres del engaño y de las dudas,
y las movibles larvas del deseo,
más horrorosas cuanto más desnudas.

Yo, Antonio, lo sé bien; yo que peleo
treinta años ha sin tregua ni reposo
y apoyado en la tierra, como Anteo,

contra lo vil ridículo y odioso
de este mundo que el hombre empequeñece
y Dios hizo tau grande y tan hermoso.

Por eso, al ver el año que amanece,
la tristeza mi espíritu domina,
y mi cariño á lo pasado crece.

El sol de la esperanza ya declina
un punto más, y, en el ocaso hundido,
vendrán las sombras á envolver su ruina.

En tanto, y mientras logro del olvido
sacar triunfante mis recuerdos gratos,
(el único caudal que no he perdido);

déjame que bendiga aquellos ratos,
y tu buena amistad celebre y cante,
para dar ese ejemplo á los ingratos.

y desde el año nuevo en adelante,
del Rhin al Plata, del Pisuerga al Segre,
el que nos quiera mucho, que se alegre;
el que nos quiera poco, que se aguante!


Manuel del Palacio.

Montevideo, 31 Diciembre 1885.


En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
Publicado en La Ilustración Ibérica: Tomo V.

  1. De mi libro de versos escritos en Montevideo, próximo á publicarse.