Al Excmo. Sr. marqués de Molíns

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​Al Excmo. Sr. marqués de Molíns​ de Ventura de la Vega

Oportuno en verdad viene ese tanto
a mediar el terceto antecedente,
pues me convida a principiar con llanto...

Llanto vierten mis ojos, hechos fuente,
Mariano, desde aquel tremendo día,
en mi memoria sin cesar presente,

cuando en la lucidez de su agonía,
estrechándome tierna al casto seno,
«¡Todo es verdad!» mi esposa me decía.

¡Todo es verdad! -¡Oh Dios! Si en ronco trueno
sonó un día tu voz, y a su rugido
Saulo en tierra cayó de asombro lleno,

¡oh milagro de amor no merecido!,
tu voz por aquel labio moribundo
tocó en mi corazón estremecido.

Gusano vil en lodazal inmundo,
alas de mariposa me nacieron,
y con ellas me alcé lejos del mundo.

A regiones más puras me subieron;
mas no he llegado a la sublime alteza
de los que el lazo mundanal rompieron.

¿Cuándo será? -¡Me oprime la tristeza!
El pesar en que a solas me consumo
cesa al dormir, y al despertar empieza.

Pídele a Dios omnipotente y sumo
que te guarde a tu Carmen... ¡ay, amigo!
y no le pidas más: el resto es humo.

De tu casta mitad al dulce abrigo,
dondequiera que estés, patria y honores
y placer y amistad verás contigo.

¡Ay! Para mí no tiene el mundo amores,
ni encantos la amistad, ni luz el día,
ni calor el hogar, ni olor las flores.

Hoy viene a acrecentar la pena mía
la memoria del santo aniversario
que a tu lado pasé... ¡y ella vivía!

¡Cuán distinto de aquél! -Destino vario
a ti te arroja cabe el turbio Sena,
a mí en Madrid me amarra solitario.

Mas ¡ay! el bronce místico resuena.
Media noche sonó... Luz desusada
brota en Belén, y el universo llena.

¡Triste prole de Adán, ya estás salvada!
El Niño Dios que los pecados quita
nos abre ya la celestial morada.

¡Oh placer! ¡Allí está! -De Dios bendita,
mi Manuela, vestida de hermosura,
entrelos puros ángeles habita,

¡alma inmortal! De la celeste altura
por tu marido y por tus hijos vela,
que moran este valle de amargura.

Sí, Mariano: tu amigo sólo anhela
sentir en breve el lazo desatado
que este cautivo espíritu encarcela;

y por tanto dolor purificado,
a mi esposa en la gloria unirme presto...
y ver que allí también a nuestro lado
te guarda Dios el merecido puesto.