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Al sol (1 Althaus)

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Al sol
de Clemente Althaus


(Del diario de un viajero americano)



Y así con voz doliente
interrogaba al ojo de los cielos
el mísero viajero de Occidente:
dime si miras desventura extrema
en tantos astros, como aquí, reinar,
si envuelve el Infortunio tu sistema
y erige en todos su sangriento altar.
Di, eterno viajador del firmamento,
del universo fúlgido reló,
si siglos solo de inmortal tormento
a tantos mundos tu fulgor midió;
si de sus moradores unos gimen,
y otros hacen gemir, gimiendo al par,
y si planetas de dolor y crimen
son, como aquel que nos tocó habitar.
Si padecen sus pueblos férreo yugo,
y si coronas y tiranos hay,
y se mezcla la risa del verdugo
de víctima inocente con el ay.
Si, cual la tierra, helada en doble zona,
y abrasada en el tórrido Ecuador,
así el hielo los calza y los corona,
y los faja candente ceñidor;
si juntan mar y cielo tempestades,
y si el suelo en sonante retemblar
veloz traga magníficas ciudades,
cual flotas sorbe el borrascoso mar:
¿De las Dolencias la infinita hueste
allí se ensaña en el mortal también?
¿Súbita se alza ponzoñosa Peste,
víctimas devorando cien a cien?
¿Allá también engendra la Amargura
de las Dolencias todas la mayor,
la eterna bëodez de la Locura,
de espectros llena y de perpetuo horror?
Dime si, cual la mísera terrena,
a vil trabajo y a constante afán
cada estirpe infeliz allí condena
el crimen de otra Eva y de otro Adán;
Si, del paterno crimen inocente,
proscripta vive de otro dulce Edén,
y, para más gemir su mal presente,
guarda el recuerdo del perdido bien;
si al mortal, en la culpa concebido,
le da a luz con dolores la mujer,
y su primera voz es un gemido,
y apenas nace empieza a padecer;
si el aliento voraz de las pasiones
la vida agosta y la consume en flor,
y si roe también los corazones
tedio no menos grave que el dolor;
si allá la mente, de verdad desnuda,
en todo sombras y misterios ve,
y en cada aurora sus creencias muda,
llorando en vano su extinguida fe.
Si, en vez de unirse allí los moradores
contra el destino bárbaro común,
con sus odios, y guerras, y rencores
hacen más fiera su desdicha aún:
dime si allá el vivir yace sujeto
a la oprobiosa edad de la vejez,
donde al hombre infeliz, vivo esqueleto
abruman tantos males a la vez.
Dime si allá también quiso la Suerte
que, tras vida tan mísera y rüin,
de las desgracias la mayor, la muerte,
fuera de tantas desventuras fin.
Quizá los astros todos de la fiera,
ley del dolor y mal esclavos son,
ni más tirana y necesaria impera
la ley universal de la atracción.
Mas, si tan sólo lágrimas y afanes
alumbra en todos tu divina luz,
y ves la altiva planta de Arimanes
hollar el cuello del vencido Ormuz;
si en rostro y forma y lo demás diverso
de todos, y del nuestro terrenal,
cada linaje, oh Sol, de tu universo
es en gemir y en padecer igual:
¿Por qué de alegre luz haces alarde?
¡Ah! no insultes del mundo la aflicción,
y alumbre triste amarillenta tarde
a la desventurada creación.
O, extinguidos tus rayos, de profunda
noche eterna en el seno encubridor
el universo silencioso se hunda,
y estén juntos tinieblas y dolor.


(1862)


Esta poesía forma parte del libro Obras poéticas (1872)