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Amor eterno (Alarcón)

De Wikisource, la biblioteca libre.
La Ilustración Española y Americana, 1870
Amor eterno (Alarcón)
de Pedro Antonio de Alarcón

Nota: se ha conservado la ortografía original.


De la serie « Album Poético »


AMOR ETERNO


¡Carta tuya!... — ¡oh bondad! — ¡y en ella leo
que te acuerdas de mi!... — ¡Pues ya lo creo!
¿Cómo olvidar al que te quiso bien,
y siempre dijo Amen A tu deseo,
y luego a tu perjurio dijo: Amen?

Dices que me amas menos, vida mía...
¿Lo ves? ¡El tiempo calma las pasiones!
En cambio... sigue el mismo todavía
aquel mi amor sin celos ni ilusiones,
que tan glacial ayer te parecía.

¡Eres tan linda!... Y, aunque no lo fueras...
¡eres tan tierna, plácida y graciosa,
que, hagas, digas ó pienses lo que quieras,
nunca te faltará este amor... en prosa,
que no creyó en tus lágrimas primeras!

No me lo dices tú; pero me han dicho
que tienes otro amor... — Seré sincero:
¡no eres de eso capaz! — Por lo que infiero
que tu supuesto amor sera un capricho,
que pasará... como pasó el primero.

Y un estúpido déspota seria
quien pretendiese hacer de ti su esposa
ó vincular tu voluntad un día...
¡El que te quiera ver siempre dichosa,
déjete en libertad, como yo hacia!

Tú eres, mi bien (confiesa que soy justo),
demasiada mujer para un mortal,
y el (pie tratara de fijar gusto,
dormiría en el lecho de Procusto. —
incómodo A mi ver para nupcial.

Por eso no te amé como pedias,
ni tú me quieres ya como pensabas;
y por eso repito, aunque te rias,
que si mañana con el otro acabas,
en mi tienes... al mismo que tenias.

Con que más no te ocurra ya quejarte
de mi tibieza y lentitud de ayer;
pues, si hubiera yo dado en adorarte...
hoy, que vas con la música a otra parte,
me vería... — ¡figúrate, mujer!

¡Lágrimas de despecho y amargura,
celoso, miserable derramara...
y aun quizás te matase en mi locura!!...
Mientras que asi... — ¡bendita sea tu cara! —
me hace gracia tu nueva travesura!

Y necio será el hombre que te aflija
á ti, tan bella, dulce y cariñosa,
y con rostro de juez cuentas te exija...
¡Tú dar cuentas de amor!... ¡Tú cuentas, hija!...
No pienses nunca en semejante cosa.

Y adios.— Mil besos á tu faz rosada
y á tus ojos de luz. (Á tu alma... ¡nada!
¡nada á tu corazón!) — Pero si ves
que está el otro delante y que se enfada,
dale sólo mis besos á sus piés.

P. A. de Alarcon.