Ir al contenido

Anhelo (Althaus)

De Wikisource, la biblioteca libre.
Anhelo
de Clemente Althaus


Cual de su sombra con locura rara
va huyendo un niño en rápida carrera,
mas nunca de la sombra se separa,
que tras él va, como su pie ligera,
hasta que al fin, de su tesón cansado,
se para el niño con la sombra al lado:
tal con vana porfía
y malogrado empeño
huyo de la Tristeza, sombra mía;
y nunca, nunca de burlar acabo
a quien me sigue como avaro dueño
tenaz persigue a fugitivo esclavo.
¡Ay! en vano me trajo mi deseo
de mi nativo suelo al europeo;
mi enemiga crüel el océano
pasó conmigo: en vano
de ciudad en ciudad voy peregrino,
y sus nombradas maravillas veo:
a mí entre absorta multitud curiosa,
en su hermoso palacio cristalino,
me vio la grande Londres populosa:
y en su seno me dio larga morada
la ciudad celebrada
que baña el Sena y parte,
la que en laceres sin cesar rebosa:
ya visité el divino
bellísimo país, templo del Arte,
que el mar circunda y parte el Apenino,
y que a mi enamorada fantasía
más que el resto del orbe sonreía:
Nápoles habité, cuyas amenas
playas, y de su golfo aguas serenas,
la antigua Poesía
morada imaginó de las Sirenas;
y la ceniza santa
de la ciudad, del mundo ya señora,
¡Ay! ¡tan mudada ahora!
con sagrado pavor holló mi planta;
y Pisa vi, y artística Florencia;
y hoy el hispano paraíso moro,
suspiro eterno del vencido Moro:
¡Ay! no se diferencia,
en cuanto ciñe el mar y alumbra el día,
¡por feliz tierra alguna de la mía!
O ¿será que es acaso la ventura
fruto de un clima solo?
¿Ni avara ha consentido la Natura
del uno al otro polo
mas que un pueblo dichoso, de manera
que es buscarla locura
de esa región privilegiada fuera?
Mas dónde habita aquella
afortunada gente?
¿Qué viajador de tan benigna estrella,
errante de la Aurora al Occidente,
en su suelo feliz posó la huella?
O ¿qué bajel, en mar desconocido
por su dicha perdido,
de ella nos trajo la gloriosa nueva?
¡Ah! quién habrá que otra región me muestre
como el bello jardín, cielo terrestre,
que habitaron mis padres Adán y Eva?
Oh Sol, ojo del cielo,
que con tu alta mirada
todo lo abarcas en el ancho suelo;
¿Región alguna ignota y apartada,
isla alguna desierta
miras, aún negada
a la humana codicia y encubierta;
Ángulo ves de nuestro globo donde
la ventura se esconde
con el dulce Contento y el Reposo?
Dímelo, si lo sabes,
por que vuele en su busca presuroso.
Y vosotras, viajeras
del espacio infinito, vagas aves,
que voláis a riberas
donde nunca llegaron nuestras naves,
decidme si sabéis dónde la ansiada
felicidad ha puesto su morada;
y por el aire leve,
sobre montañas que corona el hielo
y mar y selvas, vuestro raudo vuelo
a sus reinos incógnitos me lleve.


Granada, 1860


Esta poesía forma parte del libro Obras poéticas (1872)