Antinomias del genio
Nota: se ha conservado la ortografía original
SENTADO indolentemente.
Cierta noche de verano.
Con una pluma en la mano
Y una luz frente por frente,
Está Napoleón primero
Sumando con mucho afán,
Puesto a un lado aquel gabán
Y a otro lado aquel sombrero.
Suma, de intento, muy mal,
Entre espantado e iracundo,
Todas las muertes que al mundo
Costó su gloria imperial.
Y cuando ya a traslucir
Llega una cifra espantosa.
Se lanza una mariposa
Sobre la luz a morir.
Su muerte próxima al ver.
Sintió el héroe compasión;
Que al fin, aunque Napoleón,
Era un hijo de mujer;
Y con benévola calma
La separó dulcemente,
Pues los que matan la gente,
Pueden también tener alma.
El que carne de cañón
Pudo a los hombres llamar,
Ve a un insecto peligrar.
Con pena en el corazón.
Ni ella cede, ni él se para,
Y con la intención más terca.
Cuanto más ella se acerca,
Tanto más él la separa.
Tal vez el Emperador
Llorara de sufrir tanto,
Si él pudiera tener llanto
Para el ajeno dolor.
¡Ay! una vida tan ruin,
¿No había de enternecer
Al que acababa de hacer
Del Universo un botín?
¡Y luego la coalición
Dirá que no era perfecto
El que en salvar a un insecto
Funda un sueño de Colón!
Sigue la lucha emprendida
Entre él y ella, y de esta suerte,
Mientras busca ella la muerte
La da Napoleón la vida.
Y así el empeño siguió
Por ambos con frenesí;
La mariposa en que sí,
Y Napoleón en que no.
La salva al fin, y « ¡victoria! »
Exclama con alegría
El que hacía y deshacía
A cañonazos la historia.
¡Victoria! ¡Victoria, pues!
¡Dios inmenso! ¡Dios inmenso!
¡De esa acción suba el incienso
Hasta tus divinos pies!
Aquella alma generosa
Que vertió de sangre un mar,
¡Cuánto luchó por salvar
La vida a una mariposa!
¡Que alguno de tal bondad
Cuente a la Francia la gloria,
Luego la Francia a la historia,
Y ésta a la posteridad!
Y tú, ciega multitud,
Pobre carne de cañón,
Di por él: ¡Oh compasión.
Tú eres sólo la virtud!