No creeréis, primo, el contento
que tengo viendo que os hallo
bueno y aquí fiel vasallo
sois de Isabel. Mucho siento
los que murieron en Toro;
pero, en fin, como leales.
Acabaránse estos males,
que aunque en el alma los lloro,
los disimulo en la cara.
No tiene la fama atajos,
la honra engendra trabajos,
piérdela quien los repara.
Ya que os habéis escapado
de Toro y que en el camino
vos hallo, primo y vecino,
no por veros desterrado
y vuesa hacienda perdida,
de ser leal vos mudéis;
que por reina la perdéis
que es poco perder la vida.
PERO:
Estando yo al lado vueso,
la mi prima, la leal,
reprocharé cualquier mal
que ya por bueno confieso.
¿Cómo venis por aquí?
ANTONA:
Cuidé hallar en Salamanca
nuesa reina, y de ella manca,
cuando de Toro salí,
como vos dije, me dieron
noticia que estaba allá;
mintieron, creo que estará,
según otros me dijeron,
en Medina, la del Campo,
y quiérome andar con ella
para consolarme en vella
y servirla.
PERO:
Id en su campo,
que con vuesa compañia
no le irá a la reina mal,
pues ya tiembra Portugal
de oír a Antona García.
ANTONA:
¿Qué venta es ésta vecina?
PERO:
De el Mollorido se llama.
ANTONA:
¿Tién en esta tierra fama?
PERO:
Por ella se va Medina,
desde Salamanca.
ANTONA:
En ella
haremos noche, que estoy
cansada, y en todo hoy
no he comido.
PERO:
Guardaos de ella;
que es redomado el ventero
y encaja a los más ladinos
los grajos por palominos
y la cabra por carnero.
ANTONA:
Cocidos, no es mal regalo,
si tienen su salpimienta.
PERO:
Eso al barajar la cuenta.
ANTONA:
Para ell hambre no hay pan malo.
Acá salen.
Salen cuatro pasajeros
PORTUGUESES y la VENTERA
PORTUGUÉS 1:
¿Y qué hay más?
VENTERA:
Un conejo.
PORTUGUÉS 2:
No sea gato.
VENTERA:
No es de esta venta ese trato.
PORTUGUÉS 3:
Si le comes, mayarás.
PORTUGUÉS 4:
¿Dó está el huésped?
VENTERA:
A Medina
partió ayer por una carga
de vino.
PORTUGUÉS 1:
¿Bueno?
PORTUGUÉS 2:
¿No amarga?
PORTUGUÉS 3:
Asen, pues, esa gallina
y la olla apresurad,
que hay hambre capigorrona.
PERO:
Portugueses son, Antona.
Lo que hemos de hacer cuidad;
que si paramos aquí
temo vuesa condición.
ANTONA:
En posadas no hay cuestión,
desde antiyer no comí;
como causa no me den,
Pero Alonso, no temáis.
PERO:
No habrá, si no la buscáis.
ANTONA:
¡Loado sea Dios!
TODOS:
Amén.
ANTONA:
Huéspeda, ¿habrá que cenemos?
VENTERA:
No, hermana, ya está embargada
la olla.
ANTONA:
¿Ni una tajada
de vaca?
PORTUGUÉS 2:
Si nos queremos
bien os la podremos dar,
mas no sufre ancas la olla.
ANTONA:
¿Hay con matar una polla?
VENTERA:
No hay pollas para matar;
sí para que pongan huevos.
PORTUGUÉS 3:
¿Polla vos y en ese traje?
PORTUGUÉS 4:
No las comió su linaje.
ANTONA:
Soseguémonos, mancebos,
que cada cual es persona
para comer lo que Dios
le ayudare.
PORTUGUÉS 1:
¿Y soislo vos?
PERO:
Tened sufrimiento, Antona.
ANTONA:
Huéspeda, una sartenada
de huevos y de tocino
hacen ligero el camino;
dádMela vos empedrada
de magro y gordo, que só
fraile franciscano en esto,
y echen ellos todo el resto
en aves, que buena pró
les haga, pero sin ser
burla de los mal vestidos.
VENTERA:
Palominos hay cocidos;
no faltará que comer.
ANTONA:
Para todo sobra gana.
Cansada esto; entraos acá
Pero Alonso.
Éntranse los tres
VENTERA:
Y cama habrá.
Salen cuatro CASTELLANOS
CASTELLANO 1:
Despejada es la villana.
CASTELLANO 2:
Hay algunas por aquí
almas todas.
CASTELLANO 3:
Buena prisa
nos habemos dado. Avisa
al huésped.
CASTELLANO 4:
Apercebí
esas alforjas, que hay gente
y habránlo ocupado todo.
CASTELLANO 1:
Malo fuera de ese modo
haber sido negligente.
Dos perdices y un jamón
compré.
CASTELLANO 2:
Ponedlos a asar
y en acabando, picar.
CASTELLANO 1:
Estos caballeros son.
CASTELLANO 3:
¡Loado sea Jesucristo
por siempre jamás, amén!
PORTUGUÉS 2:
E o corpo santo tambén
o sexa entradeiro de isto.
CASTELLANO 3:
¿Cuyo es ese cuerpo santo?
PORTUGUÉS 2:
San Pero Gonzálves he.
CASTELLANO 4:
Ese castellano fue;
harto es que le queráis tanto.
PORTUGUÉS 3:
Arrenegou de Castela
e enxergouse en Portugal;
por eso faz cavedal
dele.
PORTUGUÉS 2:
¿Quien reina? ¿Isabela
o doña Juana?
CASTELLANO 4:
Señores,
aquí no somos soldados.
PORTUGUÉS 2:
¿Pois?
CASTELLANO 4:
Mercaderes honrados.
PORTUGUÉS 2:
O pois sindo mercadores
naon facemos deles conta,
que saon de "viva quem vence."
Nenum peleja comence,
que en hostalagen he afronta.
Volváimonos a falar,
castelano.
PORTUGUÉS 1:
Aquiso sim.
PORTUGUÉS 4:
Toda esa gente he roim
que naon sabe pelejar.
PORTUGUÉS 1:
¡Buena guerra!
CASTELLANO 4:
¡Buena guerra!
CASTELLANO 3:
A quien se la diere Dios
viva y reine de las dos
y goce en paz nuestra tierra,
mientras la mesa regala
los gustos.
PORTUGUÉS 3:
Ésa es mi cuenta.
PORTUGUÉS 2:
La comodidad de venta
ya todos sabéis que es mala.
Mientras se asa, como dijo
el otro, gozad del viento.
CASTELLANO 3:
En este banco me asiento.
Asiéntanse los unos en un banco
y los otros en otro, fronteros
PORTUGUÉS 3:
Yo estroto de enfrente elijo.
CASTELLANO 1:
Sí, que fuera maravilla
juntaros con nuestra gente.
PORTUGUÉS 1:
Mejor está frente a frente,
Portugal contra Castilla.
PORTUGUÉS 2:
¿Vais á Salamanca vos?
CASTELLANO 3:
Sí.
PORTUGUÉS 2:
¿Y vos?
CASTELLANO 4:
A Valladolid.
PORTUGUÉS 2:
¿Y vos?
CASTELLANO 1:
Vengo de Madrid.
huyendo casi.
PORTUGUÉS 2:
¡Por Dios!
Pues, ¿qué os sucedio?
CASTELLANO 1:
Tener
enemigos y envidiosos.
PORTUGUÉS 3:
Eso es propio de ingeniosos.
CASTELLANO 1:
De ricos lo había de ser;
que el oro los pone en precio
de discretos.
PORTUGUÉS 3:
No lo ignoro:
necio debe ser el oro,
pues siempre acompaña al necio.
PORTUGUÉS 1:
Riquezas son estímulos
de vicios.
PORTUGUÉS 2:
Siempre se ve.
CASTELLANO 1:
Émulos tengo sin "e."
PORTUGUÉS 1:
Émulos sin "e" son mulos.
CASTELLANO 1:
Pues ¿qué queréis vos que sea
quien se pone a reprender
lo que nunca acertó a hacer
porque al discreto recrea?
PORTUGUÉS 4:
¿Qué lleváis a vender vos?
CASTELLANO 3:
A los bobos tropelías,
que gustan de boberías.
CASTELLANO 4:
Sabemos hacer los dos
juegos de manos.
PORTUGUÉS 4:
Civil
ocupación.
CASTELLANO 3:
Mi caudal
es alquilar un portal,
y tocando un tamboril
con diez títeres de nuevo
causar al simple deporte.
CASTELLANO 1:
Idos con eso a la corte.
CASTELLANO 3:
Allá voy; y a fe que llevo
una novedad extraña.
PORTUGUÉS 1:
¿Extraña? ¿Qué puede ser?
CASTELLANO 1:
Lo que apetece más ver
y menos espera España.
PORTUGUÉS 1:
¿Es alguna abada?
CASTELLANO 1:
Más.
PORTUGUÉS 1:
¿Es ballena, es cocodrilo?
CASTELLANO 4:
Esos en el mar o el Nilo
se queden, que aquí hallarás
mujer que llorando mata.
CASTELLANO 1:
¿No será más de admirar,
para Castilla, enseñar
un real de a ocho y en plata?
CASTELLANO 3:
¿En plata? ¡Cuerpo de Cristo!
Daránte cuanto les pidas.
CASTELLANO 1:
¿Sabéis vos lo que es?
CASTELLANO 3:
De oídas,
que yo en mi vida le he visto.
PORTUGUÉS 1:
A enriquecer has venido.
CASTELLANO 3:
¿Real de a ocho, es animal?
CASTELLANO 4:
¿Dónde hallaste joya tal?
CASTELLANO 1:
De Génova le he traído.
CASTELLANO 4:
Solía decir mi agüelo,
aunque agora os maravilla,
que tuvo tantos Castilla
que rodaban por el suelo.
CASTELLANO 1:
Ya pasó. Solía...
PORTUGUÉS 1:
¿Y qué
vendéis vos?
CASTELLANO 2:
Yo tengo oficio
de no menos artificio
que estotro.
PORTUGUÉS 1:
¿Cómo?
CASTELLANO 2:
Yo sé
teñir ojos.
PORTUGUÉS 1:
Cosa nueva.
CASTELLANO 2:
Celebraban los amantes
los verdes y azules antes;
ya solamente se aprueba
el ojo negro rasgado.
De aquéllos soy tintorero.
CASTELLANO 3:
Gran gitano es el dinero.
¡Miren la invención que ha hallado!
CASTELLANO 1:
Yo solamente creía
poderse teñir los cuellos,
las barbas y los cabellos,
¿mas los ojos?
PORTUGUÉS 1:
Cada día
hay qué ver.
PORTUGUÉS 2:
Todo es antojo
del ocio, que el tiempo pierde.
¿De qué modo, siendo verde,
volveréis vos negro un ojo?
CASTELLANO 3:
Tengo un escabeche yo
que a dos tintes le transformo
en azabache, y le formo
como quiero.
PORTUGUÉS 3:
¡El diablo dió
tal trata! ¿Y de qué manera?
CASTELLANO 2:
Oíd y sabréis el cómo.
Meto una aguja de plomo,
y sacando el ojo fuera.
PORTUGUÉS 3:
¿El ojo fuera?
PORTUGUÉS 4:
¡Oxte puto!
CASTELLANO 2:
No os admiréis basta el cabo.
Dos o tres veces le lavo
en la tinta, y luego, enjuto,
le encajo donde se estaba.
PORTUGUÉS 1:
¿Y vé con él?
CASTELLANO 2:
Pues si viera
¿quién enriquecer pudiera
como yo, o qué me faltaba?
PORTUGUÉS 1:
¿Que queda ciego?
CASTELLANO:
Pues ¿no?
PORTUGUÉS 1:
Idos al rollo.
CASTELLANO 2:
Yo, amigo,
a teñir ojos me obligo,
pero a darlos vista no.
Esto es por regocijaros;
que en ventas se sufre todo.
PORTUGUÉS 1:
Yo os perdono de ese modo.
PORTUGUÉS 2:
Sí, más yo calza he de echaros.
PORTUGUÉS 3:
Y vos, ¿qué mercaduría
vendéis?
CASTELLANO 1:
¿Yo? Envidia.
PORTUGUÉS:
¿Qué?
CASTELLANO 1:
En esto
todo mi caudal he puesto.
PORTUGUÉS 4:
¡Buen caudál por vida mía?
CASTELLANO 1:
Bueno o malo, ya le gasta
gente que os admiraréis.
PORTUGUÉS 4:
Vos alabarle podéis,
pero no es de buena casta.
CASTELLANO 1:
Pues véndese agora tanta
envidia e ingenios diversos,
que hay hombre que haciendo versos
a los demás se adelanta;
y aunque más fama le den
es tal, la verdad os digo,
que quita el habla a su amigo
cada vez que escribe bien.
PORTUGUÉS 1:
¡Maldiga Dios tal bajeza!
PORTUGUÉS 2:
Poeta debéis ser vos.
CASTELLANO 1:
Castigóme en serlo Dios.
PORTUGUÉS 2:
¿Y escribís con agudeza?
CASTELLANO 1:
Dícenlo todos, que yo
no me tengo por agudo.
PORTUGUÉS 2:
¿Llamáisos?
CASTELLANO 1:
Decirlo dudo,
que hasta el nombre me quitó
la envidia.
PORTUGUÉS 3:
¿Satirizáis?
CASTELLANO 1:
No se hallará quien presuma
de mí que muerda mi pluma
a nadie. Antes, si miráis
lo que he impreso y lo que he escrito,
por modo y estilo nuevo
solemnizo a quien no debo
buenas obras.
CASTELLANO 3:
Ya es delito
saber mucho.
PORTUGUÉS 4:
Debéis ser
soberbio; hacéis menosprecio
de los otros.
CASTELLANO 1:
Solo el necio
al discreto osa morder;
que yo venero de modo
a los de mi profesión
que el menor me da lición;
pero ni lo alabo todo,
ni de todo digo mal.
PORTUGUÉS 1:
De bobos es alabarlo
todo y todo despreciarlo,
de perverso natural;
más castigad su porfia,
hablando bien siempre de ellos,
que esto para convencellos
es socarrona ironía.
Sale ANTONA
ANTONA:
Ya yo he cenado; gocemos
la buena conversación
todos.
PORTUGUÉS 1:
Puesto está en razón.
CASTELLANO 3:
Asiento en medio la demos.
Asiéntase ANTONA entre los CASTELLANOS
ANTONA:
Esta vez me poso aquí,
aunque bien allá me estaba.
Pues bien, ¿de qué se trataba?
PORTUGUÉS 2:
Conversación baladí;
vos la habéis de mejorar.
¿De dónde, hermosa aldeana?
ANTONA:
Soy de Toro y castellana,
que cuido os ha de pesar.
PORTUGUÉS 2:
¿De Toro? No sé qué Antona
de allá nos venden guerrera
tanto y más que la Fornera
portuguesa.
ANTONA:
¡Oh! es gran presona.
PORTUGUÉS 2:
¿Conocéisla vos?
ANTONA:
Conmigo
ha dormido más de un mes
PORTUGUÉS 1:
Dizque al nombre portugués
persigue.
ANTONA:
También lo digo.
PORTUGUÉS 1:
Pues ¿por qué?
ANTONA:
Porque es leal;
y mientras que ella viviere,
en Castilla nunca espere
coronarse Portugal.
PORTUGUÉS 4:
Pues ella, ¿qué saca de eso?
ANTONA:
Lo que en esotro os va a vos.
PORTUGUÉS 4:
La culpa yo sé, por Dios,
quien la tiene.
PORTUGUÉS 2:
El poco seso
de mujer, que se ha metido
en lo que no va ni viene.
PORTUGUÉS 3:
Hile y barra.
PORTUGUÉS 4:
No la tiene
sino el mandria del marido.
Si ella fuera mi mujer
un roble descortezara,
cuando en aquello tratara,
en sus costillas.<poem>
ANTONA:
Pues, ¡fanfarrones soeces,
yo soy Antona García;
si no tiemblan de ofendella,
en cuanto han hablado mienten;
porque de la heria cuenten
del modo que les hué en ella,
aguarden, pues hombres son!
PORTUGUÉS 1:
¡Ay, que me ha muerto!
PORTUGUÉS 2:
¡Ay!
ANTONA:
Al cabo
conocerán si es tan bravo
como se pinta el león.
Tomar las de Villadiego
y desocupar la venta.
¡Presto!
PORTUGUÉS 2:
¿Hay semejante afrenta?
ANTONA:
¿No pican?
PORTUGUÉS 3:
Ya.
ANTONA:
¡Luego, luego:!
¡Acabemos!
PORTUGUÉS 4:
Ya nos vamos.
PORTUGUÉS 3:
¿Sin cenar?
ANTONA:
No les dé pena,
que no engorrará la cena,
pues hartos acá quedamos.
Dense priesa que se enfría
la olla.
PORTUGUÉS 1:
¿Hay demonio igual?
ANTONA:
Y cuenten en Portugal
lo que es Antona García.
PORTUGUÉS 1:
Una pierna me ha quebrado.
PORTUGUÉS 2:
A mí los cascos.
PORTUGUÉS 3:
Y a mí
las costillas.
ANTONA:
¿Qué? ¿Aún aquí
se están?
PORTUGUÉS 4:
¡Demonio encarnado!
ya nos vamos.
ANTONA:
Paso franco
les doy; caminen, y adiós.
PORTUGUÉS 1:
Yo me acordaré de vos.
PORTUGUÉS 2:
¡Oh, mujer!
PORTUGUÉS 3:
¡Oh, Antona!
PORTUGUÉS 4:
¡0h, banco!
Vanse los cuatro PORTUGUESES
ANTONA:
Pero Alonso, echad la tranca
y volvamos a cenar;
dejen ellos de temblar,
y si van a Salamanca,
pues son todos castellanos,
buen ánimo, que la cena
mos convida a costa ajena.
Ell enojo todo es manos.
Entren.
CASTELLANO 3:
¡Mujer de los cielos,
no tema al mundo Castilla
contigo! ¡Ponga su silla
en Grecia!
ANTONA:
Llore sus duelos
quien mal habla.
CASTELLANO 4:
De admirar
no acabo su valentía.
ANTONA:
Luego ¿de esta niñería
hacen caso? Alto, a cenar.
Huéspeda, salid acá.
Éntranse los cuatro CASTELLANOS
VENTERA:
¿Qué manda? (Temblando vó.) (-Aparte-)
ANTONA:
Sabed que preñada estó.
VENTERA:
Pues parillo.
ANTONA:
Rato ha
que los dolores me aprietan.
¿Sabreisme vos partijar?
VENTERA:
¿No será mijor llamar
la comadre?
ANTONA:
No me metan
con gente de esa manera;
bonda que estéis aquí vos.
Parárnoslo entre las dos,
que yo no só comadrera.
VENTERA:
Pues entraos en mi aposento.
ANTONA:
¡Ay! No lo puedo sofrir.
VENTERA:
Entrad, pues.
ANTONA:
¿Qué aquesto es parir?
No más matrimoñamiento.
VENTERA:
¿Duele mucho?
ANTONA:
Aunque me pesa
no vos lo puedo negar.
Paramos y, alto, a cenar,
mientras se pone la mesa.
VENTERA:
¿Es buñueio? Pregue a Dios
que aún después de haber parido
y un mes de cama cumplido
quedéis para mujer.
ANTONA:
¿Vos
cuidáis que es Antona dama?
Antes de empezar la cena
he de parir y estar buena.
VENTERA:
¿Sin echaros en la cama?
ANTONA:
¿Cama? ¡Qué gentil despacho!
¡Ay, dolores enfadosos!
Matara yo diez sebosos
por no parir un mochacho.
Vanse.
Sacan VELASCO y PADILLA preso al CONDE de Penamacor
VELASCO:
Suceso, conde, son todos
de la guerra que se inclina;
como el juego a varias partes
gana y pierde la milicia.
Don Álvaro de Mendoza
os acometió a la vista
de Toro, cuando a Zamora
gozó Fernando rendida.
Peleastes como noble
y los vuestros con la vida
perpetuaron lealtades,
que su valor solemnizan.
Consolaos, que el que os rindió
es un Mendoza, que estiman
por su acreedor la fama,
por hijo suyo Castilla.
CONDE:
Los hados y las batallas
usan unas suertes mismas;
no bastan, soldado, en ellos
alientos si faltan dichas.
Don Álvaro es generoso;
cuando la espada le rinda
un conde de Portugal,
no menoscaba su estima,
ni es eso lo que más siento.
(¡Ay, labradora querida! (-Aparte-)
preso y sin ti ¿qué han de hacer
mis esperanzas marchitas?)
¿Dónde manda el rey llevarme?
PADILLA:
A la Mota de Medina;
una fortaleza fuerte
que de aquí seis leguas dista.
En esta venta haréis noche;
y, cuando el alba se ría,
madrugando, llegaremos
á la Mota al medio día.
VELASCO:
En fe de vuestra palabra
y de nuestra cortesía,
habéis hasta aquí llegado
sin prisiones; mas no fía
el riesgo con que os traemos,
de una venta, por antigua,
flaca, y en que, sin defensa,
el más seguro peligra.
Éste es camino cosario
de Portugal y Castilla;
y andando todos de guerra,
si tienen de vos noticia,
procurarán libertaros.
Esta ocasión es precisa
para poneros prisiones.
CONDE:
Quien las tiene más prolijas
en el alma, no hará caso
de las que los pies me opriman.
VELASCO:
Pues echadle esta cadena. Échanle la cadena
CONDE:
Si estos pleitos se averiguan
y hay paces, como se trata,
poco durarán desdichas,
donde el valor se acrisola
y la lealtad se ejercita.
VELASCO:
Haced despejar la venta,
y dad vos orden, Padilla,
de que aderecen al conde
cena breve y cama limpia.
En llegando los soldados
que en su guarda el rey envía,
hagan sus cuartos de posta
y de seis en seis alistan.
Todas estas prevenciones
requiere la mucha estima
de tan noble prisionero.
CONDE:
(¡Ay, bella Antona García!) (-Aparte-) Salen ANTONA y la VENTERA
VENTERA:
Mirad que es temeridad
la que hacéis; recién parida,
como una granada abierta,
la más valiente peligra.
ANTONA:
No soy nada escolimosa;
ni porque esté dolorida
he de engorrarme en la cama.
¿Que es lo que salió?
VENTERA:
Una niña
tan hermosa como vos,
que llora de pura risa.
ANTONA:
Lo peor que pudo ser,
mala noche y parir hija.
Lavadla por vida vuesa;
y, después que esté bien limpia,
hed de una sábana y manta
los pañales y mantillas,
que yo lo pagaré todo.
VENTERA:
Amamantadla, que es linda;
dadla el pecho, no se muera,
y echaos; comeréis torrijas
con canela, miel y huevos.
ANTONA:
En mi tierra no se crían
los hijos tan regalones;
mas no si démosle guindas.
Apenas nace ¿y ya llora
por mamar? Ayune un día
o si no váyase al cielo,
ahorraráse de desdichas.
VENTERA:
¿Hay tal mujer?
ANTONA:
Bautizadla
primero, viva o no viva;
que esto es lo que más la importa.
VENTERA:
¿Vos sois madre?
ANTONA:
Estoy de prisa.
VENTERA:
¿Si muere?
ANTONA:
¿Qué mayorazga
o infanta pierde Castilla?
Siendo mujer no hará falta.
Postemas son las nacidas;
habrá una postema menos.
VENTERA:
Andad, Antona García;
que aunque más disimuléis,
la amáis como a vuesa vida.
ANTONA:
Si va a deciros verdades
a la fe, huéspeda mía,
que aunque esto digo, me muero
por besarla la boquilla.
Salió, en fin, de mis entrañas,
un pedazo es de mí misma
y era su padre un buen hombre.
VENTERA:
Sois madre ¿qué maravilla?
ANTONA:
Soldemente es mal agüero
que nazca aquí.
VENTERA:
¡Bobería!
ANTONA:
Mujer y en venta, ya veis
que de males pronostica.
VENTERA:
Pues aquí ¿qué se le pega?
ANTONA:
Malas costumbres son tiña
de mesones y posadas,
donde vive la codicia.
Todo en la venta se vende
y después me pesaría
que saliese a la querencia
mal criada y sacudida.
VENTERA:
De las cepas uvas nacen
y de los cardos espinas.
Si sois vos honrada, Antona,
también lo será vuesa hija.
Andad acá, dadla el pecho.
ANTONA:
Mijor será una escodilla
de sopas en vino.
VENTERA:
Ansí
se amamantan en Galicia.
ANTONA:
Pues no le va en zaga Toro;
do las madres son sus viñas,
las amas son sus tinajas
y los pechos sus espitas.
Mas veamos la chicota.
VELASCO:
Huéspeda, una escuadra envía
nuestro rey con este preso
a la Mota; dejad limpia
de huéspedes la posada.
ANTONA:
¿Conde?
CONDE:
¿Labradora mía?
ANTONA:
¿Preso vos? ¿Cómo o por quién?
CONDE:
Ya con vuestra amada vista
estoy libre; ya no temo
desgracias que me persigan.
Don Álvaro de Mendoza
salió con seis compañías
de castellanos, sabiendo
donde estaba, por espías.
Peleamos junto a Toro,
quedó muerta y destruída
mi gente y yo prisionero
de su valor. ¿Qué más dicha,
pues os hallo por su causa?
Los reyes, en fin, me envían
preso, a fuer de buena guerra,
a la Mota de Medina.
ANTONA:
¿Y os traen estos dos no más?
CONDE:
Y una escuadra que camina
detrás con treinta mosquetes.<poem>
ANTONA:
Pero Alonso,
entre tanto que reprican,
quitadle al conde esos hierros,
y entra en la caballeriza,
donde hallaréis una yegua;
ponedla el freno y la silla
en que vuelva a Toro el Conde.
VELASCO:
¡Oigan la mujer!
ANTONA:
Aprisa,
primero que esotros lleguen;
que yo no estoy para riñas.
PERO Alonso va a quitar la cadena
PADILLA:
¿Qué haces, hombre del diablo?
ANTONA:
El sabe lo que hace.
PADILLA:
Mira
que a Fernando y a Isabel
ofendes.
ANTONA:
Si los avisan
que es Antona quien lo manda,
y que así se desobriga
de otro tanto que hizo el conde
por ella y que queda viva
y a su servicio como antes,
daráles buenas albricias.
Callar y sofrir conviene
que no estoy para porfías.
VELASCO:
Parece que habla de veras.
ANTONA:
¡No sino el alba!
Quítasela Antona
VELASCO:
¿No es linda
la flema de la villana?
¡Vive Dios, que se la quita!
PADILLA:
¿Estás borracha, mujer?
VELASCO:
¡Y el conde que se la mira
elevado en contemplarla!
PADILLA:
Dadla con esta petrina
tres o cuatro latigazos,
que es la mejor medicina
para locos.
ANTONA:
Mal conocen
con quien lo han.
CONDE:
Antona mía,
por mi causa no pongáis
en peligro vuestra vida,
que ya los soldados llegan
y os han de matar.
ANTONA:
Daos prisa.
Huéspeda, vos entretanto
matad un par de gallinas
que estén tiernas para el conde,
y mientras se asan o guisan,
aparejad esa yegua
vos, Pero Alonso, que encima
llegará, aunque por rodeos,
nuestro conde, más aína
a dó los suyos están.
Reguilando estoy de oírla,
Antona, hez lo que queréis,
que tiemblo en viéndoos con ira.
ANTONA:
Ensilladla, Pero Alonso;
y ellos, si el consejo estiman,
antes que la murria vuelva
de quien en paz los avisa,
agarrar, la puerta huera,
el camino haldas en cinta,
o saldrán por las ventanas.
VELASCO:
¡Oigan, que nos desafía!
PADILLA:
¡Oh, villana fanfarrona!
Aunque sea accion indigna
el poner en ti las manos,
¡vive el cielo!
ANTONA:
¿Qué aun prohibían?
Pues miren, yo no he de ser
mal de importancia a quien sirva
a la reina, de quien soy
leal vasalla y amiga;
pero por los cabezones, Sácalos fuera de este modo
agarrándolos ansina,
los he de poner a pares
en el campo de paticas.
Caminen vuesas mercedes;
y agradezcan de rodillas
a nuesa reina, que llevan
en su lugar las costillas.
VELASCO:
¡Que me ahoga!
PADILLA:
¡Que me mata!
ANTONA:
¿Qué se quejan? Que no lisian
tanto las manos de Antona.
PADILLA:
¿De quién?
ANTONA:
De Antona García. Échalos
Pero Alonso, por si acaso
vien la gente a la hostería,
echad la aldaba a la puerta
y arrimadla un par de vigas.
CONDE:
¡Vive el cielo, que sospecho
que mis ojos desatinan
y que está fingiendo el alma
lo que entre sueños me pintan!
Aldeana portentosa,
basta que os deba la vida
y libertad; joyas traigo;
vencedme, si sois servida
en hazañas, no en largueza.
Yo pagaré.
ANTONA:
A quien convidan
coma y calle, y luego alón;
lo demás no es cortesía.
Callar, cenar y picar
es lo que importa. La chica,
huéspeda, vos encomiendo.
VENTERA:
Envuelta está ya y dormida.
ANTONA:
Pues pelad luego, las aves.
Vanse la VENTERA y PERO Alonso
CONDE:
Mejor, si gustáis, sería
antes que llegue la escuadra
caminar, Antona mía.
ANTONA:
Habéis de cenar primero,
venga o no venga.
CONDE:
Osadía
es la vuestra peligrosa.
ANTONA:
No es valiente quien replica.
Tres trancas tiene la puerta;
si vienen y la derriban,
por la zaga del corral
buscaremos la guarida.
Contadme ahora despacio,
¿qué hay de Zamora?
CONDE:
Perdida,
por trato de los de dentro,
a Toro el rey se retira.
ANTONA:
¿Que la perdió el rey Alfonso?
CONDE:
Sí, mi Antona.
ANTONA:
Cuatro higas
para todo Portugal,
si Zamora es nuestra amiga.
CONDE:
Yo os prometo que se vio
mi Rey, a no darse prisa
al salir, casi en las manos
de los reyes de Castilla.
ANTONA:
¡Ojalá! Mas, ¿cómo hué?
Proseguid, por vuesa vida.
CONDE:
¿Y si vienen los soldados?
ANTONA:
Mientras se asan las gallinas.
CONDE:
Yo, es fuerza que os obedezca;
porque en vuestro gusto estriba
mi contento, aunque otra vez
me prendan.
ANTONA:
Acabe, diga.
CONDE:
El alcaide de la puente
de Zamora, que traía
tratos con los castellanos...
ANTONA:
¡Ay!
CONDE:
¿Qué tenéis?
ANTONA:
Dolorida
estoy, desde un hora acá,
de cierto achaque. Prosiga;
que no es nada.
CONDE:
¿Cómo no,
si os adoro?
ANTONA:
Ya se alivia.
Vaya aquello de la puente.<poem>
ANTONA:
¡Qué bien que decían!
CONDE:
A no retirarse luego
los dos a Toro, peligran.
Quedó Zamora, en efecto,
por vuestros reyes, que sitian
la fortaleza, si bien
se defiende, guarnecida
por el mariscal su alcaide.
ANTONA:
¡Ay!
CONDE:
¿Qué es eso, Antona mía?
ANTONA:
No es nada: atendedme un rato.
CONDE:
Dadme licencia que os siga.
ANTONA:
No hay para qué; al punto vuelvo.
CONDE:
Pues, ¿qué hay?
ANTONA:
Rempujé una hija,
y debió de quedarme otra
acá. No haré son parirla
y al instante doy la vuelta.
CONDE:
¿Cómo es eso?
ANTONA:
¿Mari D¡az?
¿Huéspeda?<poem>
Sale PERO Alonso
PERO:
Si habemos de irnos, ya están
cena y yegua apercibidas.
CONDE:
¿Venís con Antona vos,
hombre de bien?
PERO:
Es mi prima.
CONDE:
¿Y es de bronce esta mujer?
PERO:
Tiene condición rolliza.
Pero, ¿por qué lo pescuda?
CONDE:
Porque de una hora parida,
como quien no dice nada,
segunda vez solicita
otro parto, y que la espere
dice, porque a la hora misma
que pariere, volverá
a que mi historia prosiga.
¿Esto se puede creer?
PERO:
Si a Antona se le encapricha
una cosa en el meollo,
el diabro que la resista.
Parirá, si se le antoja,
diez muchachos en un día,
y se irá sin hacer cama
al punto a podar las viñas.
Es mujer de digo y hago.
CONDE:
Es prodigio de Castilla.
Salen ANTONA y la VENTERA
VENTERA:
Antona, mal vos queréis;
acostaos.
ANTONA:
¿Es chico o chica?
Vase PERO Alonso
VENTERA:
Chica como unas candelas.
ANTONA:
Pues quillotrádmela, amiga,
de la manera que a esotra,
no se muera si se enfría,
que luego las daré el pecho.
CONDE:
Pues ¿ansí Antona querida,
os salís acá? ¿queréis
ser de vos misma homicida?
ANTONA:
No hayais miedo que me muera.
Ya yo me siento guarida.
Vaya la hestoria adelante,
que a fe que me regocija.
CONDE:
¿Qué decís?
ANTONA:
No sea pesado.
Quedamos en que tenían
cercada la fortaleza
los nuesos, y que retira
los suyos el portugués
a Toro.
CONDE:
Es ansí.
ANTONA:
Pues diga,
¿desafióle Fernando?
Sale PERO Alonso
PERO:
Antona, ya están a vista
los soldados de la venta.
ANTONA:
Ansi, pues, para otro día
se quede el cuento. Envolved,
Pero Alonso, esas chiquillas
en vuesa capa y atadlas,
que llevándolas yo encima
las espaldas, como alforjas,
pareceré pelegrina,
de estas que vienen de Francia.
Y vos, conde, pues vos libra
quien vos paga lo que os debe,
sobí en la yegua y abridla
por los hijares, picando
a Toro, si no camina.
Huéspeda, no me contento
con lo que os di; agradecida
seré con vos a la vuelta.
¡Alto de aquí!
CONDE:
Maravillas
llevo a mi rey que contar.
Antona del alma mía,
no os olvidéis de mi amor.
ANTONA:
Quien bien quiere, tarde olvida.
CONDE:
Pues ¿quereisme vos?
ANTONA:
No sé.
CONDE:
¿Qué soy digno de tal dicha?
ANTONA:
Mirad, yo bien me casara
con vos, la guerra comprida,
pero temo...
CONDE:
¿Qué teméis?
ANTONA:
Esto de parir lastima.
CONDE:
Ojalá que os viera en eso
mi ventura.
PERO:
Vamos, prima,
que todo está a punto.
ANTONA:
Vamos.
CONDE:
En fin ¿prometéis ser mía?
ANTONA:
Sí, con una condición.
CONDE:
¿Y es?
ANTONA:
¿Juráis vos de cumplirla?
CONDE:
Claro está.
ANTONA:
Que vos paráis
los hijos y yo las hijas.
Vanse.
Salen el rey don FERNANDO
y la REINA Isabel. el ALMIRANTE,
el MARQUÉS de Santillana, don ANTONIO de
Fonseca y don ÁLVARO de Mendoza
ALMIRANTE:
Pues algo he yo de valer
con vuestra alteza, señor,
concédame este favor.
FERNANDO:
Cuanto pidáis he de hacer;
mas la reina, mi señora,
a los que rebeldes son
no gusta de dar perdón.
ALMIRANTE:
Ansí entréis, como en Zamora
en Toro, Isabel gloriosa;
que en el duque de Plasencia
resplandezca la clemencia
que os da fama generosa.
REINA:
El Rey, mi señor, podrá
hacer lo que sea servido.
FERNANDO:
Yo por mí, mi ofensa olvido.
REINA:
Pues por mí olvidada está.
ALMIRANTE:
Dadme los dos esos pies.
MARQUÉS:
No he de valer menos yo
con vuestras altezas.
FERNANDO:
No.
Alzad del suelo, marqués;
que os debo yo esta corona.
MARQUÉS:
El de Villena que ordena
serviros.
REINA:
Deje a Villena,
siendo duque de Escalona,
y el rey, mi señor, con esto
a su servicio le admite.
MARQUÉS:
Si vuestra alteza permite...
FERNANDO:
Fuera de este presupuesto
la reina no le perdona.
MARQUÉS:
Siquiera porque a estos pies...
REINA:
Sin Villena sea marqués
y duque con Escalona.
MARQUÉS:
Contento con eso quedo.
ANTONIO:
El arzobispo, señor...
FERNANDO:
Es mi padre intercesor
de la mitra de Toledo.
Don Antonio de Fonseca,
por él en Castilla entré.
REINA:
El la total causa fue
de reinar los dos.
FERNANDO:
No trueca
la mudanza obligaciones
en el generoso pecho;
muchos servicios me ha hecho;
pervirtiéronle razones
de gente indiscreta y moza.
No pudo acabar consigo
ver privar a su enemigo
el cardenal de Mendoza.
Pues mi padre, el rey don Juan
de Aragón, me lo ha mandado;
sus canas y el ser prelado
a quien sujetos están
todas las mitras de España,
ablanden, Isabel mía,
sentimientos este día.
REINA:
Vuestra es, señor, esa hazaña,
y mío el obedeceros.
Fuera de que nunca estuvo
el arzobispo, aunque tuvo
tanto ánimo de ofenderos,
lejos de la voluntad
que, como a padre, le tengo.
FERNANDO:
Perdón general prevengo
a todos.
ANTONIO:
La adversidad
nunca indigna al generoso
tanto que venciendo intente
satisfacerse inclemente.
REINA:
El pleito fue tan dudoso
entre doña Juana y mí
que los que la obedecieron
por hija de Enrique y dieron
en seguir su bando ansí,
no por esto han incurrido
en deslealtad, ni en traición.
Probable fue su opinión;
la nuestra ha favorecido
el cielo, que está animando,
señor, vuestra real clemencia.
MARQUÉS:
Sola es digna tal sentencia
de Isabel y de Fernando.
Sale BARTOLO
BARTOLO:
¡Señor! ¡Ah, señor! (-Desde lejos-)
ÁLVARO:
¿A quién
llamas, pastor?
BARTOLO:
A nueso amo.
ÁLVARO:
¿A cuál?
BARTOLO:
Al rébede llamo.
ANTONIO:
¡Bartolomé!
BARTOLO:
Y á él también.
ANTONIO:
¿Qué quieres?
BARTOLO:
Es un secreto
que no les tien de pesar.
ANTONIO:
Llégate, pues.
BARTOLO:
No he de hablar
si en púridad. Só discreto.
¿Piensan que vengo de vicio?
FERNANDO:
¿Qué quiere aquese pastor?
BARTOLO:
Alléguese acá, señor;
háganos este servicio;
que a fe que he topado cosa
que no poco ha de importarle.
Si a solas no puedo habrarle,
mi vuelta será forzosa.
FERNANDO:
No temas. ¿Qué quieres? Llega.
BARTOLO:
¿Que me llegue? Llegaos vos,
que os importa, y si no adiós;
que aquí nenguno vos ruega.
Llegue ella también, señora,
y traiga al señor Antón
consigo, que todos son
amigos.
REINA:
La labradora
nuestra amiga ¿no tenía
este pastor por crïado?
ANTONIO:
Sí, gran señora; el ganado
guardó de Antona García.
No haga vuestra alteza caso
de él, que es un simple.
BARTOLO:
Verá;
¿qué temen llegarse acá?
Pues si el vado otra vez paso,
no ganará por hogaño
a Toro el rey.
FERNANDO:
¿Cómo es esto?
¿Vado tiene el río?
BARTOLO:
De presto
o voime.
FERNANDO:
¡Suceso extraño!
¿Que se puede vadear
Duero aquí cerca?
REINA:
Lleguemos,
y de él la verdad sabremos.
ANTONIO:
No tienen que sospechar,
vuestras altezas, que en él
ni hay malicia ni hay traición.
BARTOLO:
No han de llegar más que Antón,
el rébede y su Isabel. Aléjanse los tres
FERNANDO:
Ya estamos solos. ¿Qué dices?
BARTOLO:
¿Es él el rébede?
FERNANDO:
Sí.
BARTOLO:
¿El no más?
FERNANDO:
Acaba, di.
BARTOLO:
¿Con sus ojos y narices?
¿Que no más aquesto es rey?
Por volverme all hato estó;
imaginábale yo
del tamaño de un gran buey.
Hará bien, ya que ha venido.
¿Su altura holgárase entrar
esta noche en Toro y
dar sobre el portugués dormido?
FERNANDO:
¿De qué modo?
BARTOLO:
Aquesta noche
sí, por do yo vadeare
a Duero, no hay que repare;
bien puede pasarle un coche,
callando quiere seguirme,
con gente que sea de pró,
que atrevo a ponerle yo
en Toro; no hay son decirme
cuando ha de ser, y chitón.
FERNANDO:
Pues ¿por dónde hemos de entrar?
BARTOLO:
Mire, por aquel lugar
los derrumbideros son
tan ásperos y seguros,
que como el río, ya ve,
los baña y no tiene pie,
están sin guardas y muros.
Yo sé, días ha, un atajo
por do de Toro sacaba
el ganado y le llevaba
por esas cuestas abajo
al valle; y si se me antoja
entro y salgo en la ciudad
sin verme nadie.
ANTONIO:
Es verdad;
hacia allí nadie se aloja.
BARTOLO:
Señale su señoría,
y créame, un escuadrón
que lleve el señor Antón,
y héndolos yo por guía
vadearé a Duero, y tras mí
irán subiendo después.
Ello enfecultoso es
saber trepar por allí.
No hay atajo sin trabajo;
mas yo los, pondré en media hora
adonde, como en Zamora
cuando repiqué el badajo
a rebato, sin chistar
les demos castellanada.
Aquí no se pierde nada
y se aventura a ganar
mucho. Yo tomo esta empresa
a mi cargo.
FERNANDO:
Mirad bien
si es fiel ese pastor.
BARTOLO:
¿Quién?
Yo sirvo a la Antona nuesa;
y ella y yo, si imaginó
cosa que llegue a ofendella,
hace mal; porque yo y ella
somos--¿qué piensa?--ella y yo.
ANTONIO:
No hay que recelar. Yo tomo
por cuenta mía esta hazaña.
FERNANDO:
Si sabéis que no os engaña.
BARTOLO:
¿Engañar? ¿No digo el cómo?
FERNANDO:
Yo, Fonseca, os haré dar
gente de satisfacción
o escogedla vos,
BARTOLO:
Si son
hombres que saben trepar
síganme y déjenme a mí.
Pero, por paga quisiera
que su reinura me diera...
¿pedirélo?
FERNANDO:
Pide, di.
BARTOLO:
Llamarme, en el mesmo día
que yo la gente ganase
y su altura en Toro entrase,
Bartolomé de la Guía,
y quedar libre de pecho
y alcabala.
FERNANDO:
Yo te haré
hidalgo, pastor.
BARTOLO:
¿A fe
que lo hará? Pues esto es hecho. Vase BARTOLO
FERNANDO:
Oíd.
ANTONIO:
A rebato toca
el campo.
Sale ANTONA con dos muchachas al cuello, metidas en unas alforjas, una detrás y otra delante
ANTONA:
¿Señora mía?
REINA:
¿Qué es esto, Antona García?
ANTONA:
¿Qué sé yo? Hazañas de loca.
Viene un ejército en zaga
de sebosos contra vos,
y divididos en dos,
que mal el cielo los haga;
dicen que es el capitán
del uno el hijo heredero
de Alfonso, y rige el zaguero
el duque de Guimarán.
Éste me quiso prender,
más yo, hendo poco caso
de ellos, por enmedio paso
hasta veniros a ver,
con aquestas dos chequillas
que he acabado de parir,
para que os puedan servir
en saliendo de mantillas.
REINA:
Estimo yo, Antona amiga,
el veros con libertad
tanto y más que a la ciudad
de Toro.
ANTONA:
Dios la bendiga
REINA:
Hablad al rey, mi señor.
Ésta es la Antona García
que a vuestra alteza decía.
Hágala mucho favor.
FERNANDO:
Yo os haré merced, Antona,
ANTONA:
¡Qué presencia tan cabal!
En fin, sois tal para cual;
bien vos viene la corona.
FERNANDO:
Al camino los salgamos,
castellanos, si os parece,
que si el enemigo crece,
peligros acrecentamos.
ALMIRANTE:
Cansados, señor, vendrán;
la batalla presentemos.
ANTONIO:
Eso sí, tras ellos demos.
Sepa el príncipe don Juan
quien es el rey don Fernando
y la su doña Isabel.
FERNANDO:
Marchad, pues.
ANTONIO:
¡Bien haya él
y los que siguen su bando! Sale BARTOLO
BARTOLO:
Señor, deténgase, espere.
FERNANDO:
¿Qué quieres?
BARTOLO:
Téngase, digo,
que no tien ya para que
seguir a los enemigos.
FERNANDO:
¿Por qué causa?
BARTOLO:
Porque salen
con su gente Alfonso el quinto,
los tamboriles tocando,
desde Toro a recibirlos.
Yendo contra tres zuizas
su altura ya ve el peligro
que tién, seyendo tan pocos.
Reciba el reye a su hijo
y huélguese en hora buena;
volveráse por do vino,
mientre que acá le ganamos
aqueste Toro o novillo.
Esta noche ha de quedar
por suya.
FERNANDO:
Discreto has sido.
Si la conquisto, él ausente,
darse puede por vencido.
MARQUÉS:
Ésta es ocasión dichosa
pues solamente el presidio
ha de dejar ordinario
el rey.
BARTOLO:
¿Velo? Lo adivino.
FERNANDO:
Alto. Antonio de Fonseca,
de vuestro valor confío
el riesgo a que os arrojáis.
ANTONA:
¿Qué es esto, Bartolo amigo?
BARTOLO:
Esto es pasar por el vado,
agora que es de noche el río,
y subiendo aquellas cuestas
por do baja su cabrío,
ganar a Toro.
ANTONA:
¡Oh, qué bien!
BARTOLO:
¿Qué la parece?
ANTONA:
Que has dicho
verbos por aquesa boca.
Ténganme allá este envoltijo,
que yo he de ser la primera
que pase el Duero.
FERNANDO:
Éste es brío
de española.
ANTONIO:
Cumplirálo
del modo que ha prometido.
FERNANDO:
Dénle mi caballo a Antona.
ANTONA:
¿El suyo? Dambos hocicos
pongo en estas dambas patas.
FERNANDO:
Alto, don Antonio amigo,
que os quiero ver vadear
desde aquí el Duero.
ANTONIO:
Ya animo
el alma a mayores hechos
con tal merced.
BARTOLO:
Yo los guío.
ANTONA:
Echad acá la bandera,
serviráme de corpiños
mientras cuelo todo el vado
que refresca y he parido;
que después yo la pondré
en el mango más prolijo
y en torno de aquellas torres
que acompañan el castillo.
ANTONIO:
Vamos en nombre de Dios.
Vanse los tres
BARTOLO:
Sobí, Antona.
ANTONA:
Ya me aplico. De dentro hablan los tres
ANTONIO:
¿De un salto?
ANTONA:
Pues ¿qué pensaba?
No sé de frenos ni estribos.
¡Dios me la depare buena!
BARTOLO:
Síganme a mí derechitos,
que tien Duero alrededore
muchas ollas sin tocino.
FERNANDO:
Ya llegan a la mitad.
REINA:
Dios los saque de peligro.
BARTOLO:
Ánimo, Antón de Fonseca, (-Dentro-)
que ya colamos.
ANTONA:
Ea, hijos, (-Dentro-)
no hay que temer con Antona.
BARTOLO:
Guardáos de este remolino; (-Dentro-)
echad ancia man derecha.
ANTONIO:
¡Gracias a Dios que salimos! (-Dentro-)
MARQUÉS:
De la otra parte están ya
en seguro.
FERNANDO:
No ha mentido
el pastor. Yo, mi Isabel,
le premiaré este servicio.
Acudamos a la puente,
porque en dándonos aviso
de que están muertas las guardas,
es el socorro preciso.
BARTOLO:
No caigan, suban con tiento, (-Dentro-)
que nos falta, como dijo
el otro, por desollar
el, ya me entienden, quedito.
ANTONIO:
Yo he de trepar como un gamo.
ANTONA:
Soy ágil.
ANTONIO:
Y mógil.
BARTOLO:
¡Vítor!
¿Agilimógili sois?<poem>
FERNANDO:
¡Al arma, mis castellanos!
TODOS:
¡Vivan los reyes invictos
don Fernando y su Isabel!
UNOS:
Entrados; somos vecinos
y ciudadanos de Toro.
OTROS:
¡Aquí, que somos perdidos!
Pelean
ANTONA:
¡A ellos, que aquí está Antona!
BARTOLO:
Encerróse en el castillo
la Sarmienta.
ANTONA:
Sacaránla
mis venganzas de su nido.
Salen
ANTONIO:
Todos huyen.
ANTONA:
¡Ah, sebosos!
ANTONIO:
La puente han acometido
los reyes, y entran triunfando.
Salgamos a recibirlos.
ANTONA:
Señores, los que me escuchan,
todo cuanto agora han vido
es historia verdadera
de previlegios y libros.
Esto es solo la mitad,
y el poeta que lo ha escrito
guarda para la otra media
muchos casos pelegrinos.
Si quieren ver en qué para
la Antona de Toro, aviso
que para el segundo tomo
desde luego los convido.