Articulo Necrológico de Juan Barnó de Ferrusola
ARTICULO NECROLOJICO.
El 21 del presente mes falleció en esta ciudad el Señor Juan Barnó y Ferrusola, á la edad de ochenta años, dos meses, quince dias. Nació en la Villa de Olot, principado de Cataluña, el 6 de Febrero de 1762. Estudió matemáticas en Barcelona, y pasó poco despues á la Luisiana, donde sirvió en la Real Armada, mandando una de las galeras de la escuadra del Missisipí hasta el año de 1797. Por ese tiempo, el baron de Carondelet, Gobernador de aquella Colonia, fue promovido á la Presidente de Quito, y el oficial Ferrusola solicitó y consiguió acompañarle, apoyado por el mismo baron, quien en su informe al ministro hizo justicia á su mérito, añadiendo, que las buenas prendas de este joven lo habian vinculado á su familia.
El baron de Carondelet fue uno de aquellos pocos buenos mandarines que el Gobierno Español enviaba algunas veces á la América. Y si hemos de dar crédito al testimonio de sus contemporáneos, confirmado por la memoria, y por los restos de las obras de utilidad pública que emprendió y se conservan áun, este personaje debe ser considerado como un verdadero estadista y como un bienhechor del pueblo, cuyo gobierno se le habia encargado. Pero la América, durante la dominacion Española, permanecia fuera de la sociedad de las naciones, casi tan oscura y desconocida como lo fue antes de la conquista. A retaguardia de la Metrópoli, que le servia de carcelero y de pantalla, y que ella misma se rezagaba mas y mas cada dia en el movimiento progresivo de la civilización europea, la América vivió trecientos años, y pasó como pasan las sombras sin siquiera dejar huellas. Las Colonias Españolas apenas podrán suministrar algunos materiales para la historia, pero no por esto quedarán en olvido los hombres dignos que figuraron en ellas. El baron de Carondelet ocupará el lugar prominente que tiene merecido, y aunque la historia no hará mencion de aquellos, que colocados en una escala inferior, merecieron su estimación y su confianza, no parecerá impropio, en un artículo necrolójico, aplicar á su secretario privado, el señor Ferrusola, estas espresiones de un poeta.
“La amistad de un gran hombre es un presente de los dioses.”
En 1797 fue nombrado administrador principal de aguardientes de esta provincia y desempeñó sucesivamente otros empleos de Real Hacienda hasta 1821 en que se separó de la administracion de aduana; es decir, un año despues de la revolucion, que haciendo independiente á este pais, completó en cierto modo la emancipación de Colombia, é influyó poderosamente en la libertad del Perú. Buena la revolucion en sí misma, mala en las manos que la hicieron, fue el azote de Dios para castigar antiguos crímenes con crímenes nuevos. El despotismo militar abrió la era de nuestra independencia, como si la Providencia hubiera querido advertirnos, que no mui andado el tiempo, y bajo los auspicios de la libertad, y en casi todas las llamadas repúblicas americanas, la lanza habia de substituir al baston como único símbolo inteligible de poder y de mando.
Felizmente, al despotismo militar se siguió un gobierno provisorio, que, compuesto de ciudadanos de conocido mérito, restableció el órden público, y aseguró los derechos jenerales y particulares, sin descuidar el precioso depósito de la independencia que se le habia confiado. Este gobierno fue acusado de débil porque fue bueno y su bondad alentó en efecto la osadia de los enemigos de la libertad que conspiraron contra ella. La sublevacion de las fuerzas sutiles, la traicion de Lopez, y la invasion de los realistas del interior, autorizaron las medidas de vigor que tomó el gobierno contra algunos españoles, á quienes se sospechaba como autores ó complices de la reaccion. El señor Ferrusola no podia conspirar, porque los hombres honrados nunca conspiran; pero era Español, y temia que contra él recayesen sospechas, aunque injustas, si nuevas reacciones daban ocasión á mayores desconfianzas. Tomó, pues, el prudente partido de alejarse del pais, esperando que terminada la revolucion podria vivir entre los suyos sin temos de alarmarse por sospechas que ofendiesen su pundonor. El señor Ferrusola regresó en 1825: alejado de los empleos públicos y ya en una edad avanzada, buscó en el cultivo de la tierra el sustento de su numerosa familia. Trabajó constantemente en una pequeña hacienda que habia formado á orillas del rio Daule, hasta que la pérdida de la vista le inutilizó para todo trabajo. Ciego durante los últimos tres años, fue desapegándose insensiblemente de los objetos terrenos.—Sin luz en los ojos, se dirijia paso entre paso á la eternidad, tanteando en silencio y con calma el sepulcro en cuyo borde depuso al fin, sin fatiga y sin ansiedad, su vida virtuosa. Al pie de los monumentos elevados para conservar los restos de los hombres ilustres, se gravan trofeos y emblemas que sirven para atestiguar sus altos hechos, ó para indicar la ciencia ú arte que los hizo célebres. Sobre la piedra humilde del hombre comun, pero virtuoso, solo se pone una cruz, y bajo de ella las preces consoladoras de la relijion. Esta diversidad entre un monumento y un sepulcro, denota el límite que separa la biografia de la necrolojia. Los hombres que han dirijido los grandes sucesos del mundo, ó que lo han ilustrado con su saber, pertenecen, mientras viven, á todos sus contemporáneos; despues de muertos, á la posteridad . Las personas virtuosas que no tienen títulos de celebridad, que desdeñan las virtudes privadas, pertenecen únicamente á sus familias y á la sociedad que les rodea; una ciudad, una aldea es el universo de ellas: sus nombres apenas pasan a la tercera jeneracion entre sus familias. Las familias, empero, que forman las aldeas, las ciudades, los reinos, el mundo entero, no pueden vivir sin virtudes, que mas que nada se aprenden por los buenos ejemplos que la tradiccion doméstica cuida de perpetuar. No es la virtud tan rara en el mundo como piensan jeneralmente: pocos son los que mueren sin merecer que de ellos se diga: fué buen padre, buen esposo, buen hijo. Alguna recomendable cualidad podria autorizar la necrolojia de los malos; mas la necrolojia se hizo para solo los buenos; y en esta circunstancia diferénciase tambien de la biografia y de la historia, que fieles á los hechos nos presentan mezclados cuadros de virtud sublime y de horrible perversidad. La biografia y la historia alaban y vituperan; la necrolojia solo debe alabar. Pero la alabanza no se hizo para los hombres malos; y la moral que reprueba la difamacion de los vivos se une á la piedad para no maldecir á los malos despues de su muerte.
Ni la necrolojia ha de ocuparse de todos los que tuvieron virtudes. Las virtudes privadas llevan el sello de la uniformidad, y aunque varíen de personas siempre serán las mismas, porque siempre saldrán fundidas de la misma matriz en que Dios las fundió. Asi es que un nuevo artículo necrolójico no será mas que una copia de otros que le precedieron; y el talento del escritor apénas podrá darle la apariencia de la novedad embelleciéndole con lijeros matices. Hai pocos de quienes no pueda decirse, fué bueno tal dia, bueno para cierta cosa, bueno con tal persona. Raros son aquellos que siempre buenos, desde el principio hasta el fin de la vida, como el señor Ferrusola, pudieran pasar en revista delante del viejo Caton sin incurrir en su censura. Su larga carrera de virtud merece este recuerdo de honor que la amistad le consagra. Mientras pasaban los ochenta años de su vida, iba mutilándose, y bajando á la huesa cada dia, la jeneracion que junto con el se levantó de la cuna. Quedóse en pie uno de los últimos, acompañando á la presente jeneracion para dejarnos muestras de las buenas costumbres de nuestros mayores que debemos imitar. ¡Feliz aquel, a quien la Providencia depare destino semejante, y que despidiéndose el último de la jeneracion que nos sigue, pueda transmitirla ileso tan sagrado depósito!
Y si este sentimiento interno de felicidad, que llena y alhaga y atormenta á un tiempo el corazon de nosotros los pobres mortales, no es vano como el polvo en que se convertirá nuestro cuerpo; y si la felicidad consiste tambien en el amor y las simpatías de los séres de nuestra especie, que una ilusion consoladora nos hace creer que podremos sentir mas allá de la vida, feliz aquel que al acabar su existencia, pueda dulcificar el dolor de la agonía con la esperanza de que se realize el deseo sencillo y tierno de Rioja, que………………. cuando oprima Nuestro cuerpo la tierra diga alguno, Blanda le sea, al derramarla encima. Guayaquil, Abril 25 de 1842. F. X. A.
Bibliografía
[editar]- Correo Semanal de Guayaquil, SEM. 2.O Domingo, 1 de Mayo de 1842. Num. 31. Pag 7-8.