Baladas españolas/El copo de nieve
Subiré a la montaña
do entre la yerba,
la nieve del invierno
aún se conserva.
Cojerla quiero,
para acordarme en Mayo
de que hay Enero.
Susurrando y lijera
cual aura leve,
cogió la niña el último
copo de nieve.
¡Cosas de niña!
antojos infantiles,
¿quién no la envidia?
Como en su virgen seno
brilla su alma,
brilla dentro del vaso
la nieve blanca.
Nadie dijera
cuál es más blanca nieve,
la nieve o ella.
Un galán caminante
triste y cansado,
reposa bajo un olmo
del verde prado.
Cuándo se cruzan,
él la mira con ojos
que la deslumbran.
-Buenos días, zagala.
-Salud, mancebo.
-¡Ay qué sed me devora!
-Agua no llevo;
pero en la aldea
baila con mil amores,
y pura y fresca.
-Si yo fuera contigo,
di, ¿volvería?
(La niña ya se pone
coloradita,
y mal su grado
bajo el cendal descubre
su limpio vaso).
-Como el fuego de amores
la dicha fragua,
del sol el fuego trueca
la nieve en agua.
Dame tu copa,
que más que el sol de Junio
arde mi boca.
Casi vertiendo lágrimas
la niña cede
y ve que se derrite
su blanca nieve.
¡Ay de los ayes
que en el pecho se ahogan
del pobre ángel!
¡Qué turbio quedó el vaso,
tan puro y limpio!
subir a la montaña
de nuevo quiso...
Subieron juntos,
y en la fuente lavaron
el vaso turbio.
Pero ya de la niña
no ven los ojos
aquella blanca nieve
de sus antojos;
ni el vaso queda,
aunque lo lava y lava
como antes era.
Barrieron ya la cima
cierzos de estío,
el cristal empañado
parece vidrio.
La desdichada
pasa días y noches
lava que lava.
Y dice que la boca
de aquel ingrato
soló puede su brillo
volverle al vaso...
¡Ay niña triste!
es la esperanza nieve
que se derrite.