Boletín Oficial de El Salvador/Tomo 1/Número 98
America Central.
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Tomo 1 Num. 98.
La catástrofe del 19 de Marzo
[editar]Bajo la influencia de la honda sensacion que nos ha producido el extraordinario espectáculo que aun estamos contemplando con la mente asombrada i el corazon oprimido de tristeza, vamos á trazar algunas líneas incorrectas para enviar á nuestros lectores del exterior un bosquejo sombrío i no un cuadro iluminado de ese objeto impotente cuya magnitud es mui superior á la escasa fuerza descriptiva de nuestra pálida imajinacion.
Pasó el 18 de Marzo dejando en pié á San Salvador que bajo todos conceptos se engrandecía con admirable rapidez; pero vino el 19 de fatídico recuerdo, i, dos horas despues de haber comenzado á correr, la floreciente Ciudad se estremecía i bamboleaba como un buque azotado en alta mar por el furor de los elementos cuando una deshecha borrasca le hace sentir los paroxismos de un naufrajio inevitable.
¿Quién podria pintar aquellos dos estremecimientos de la tierra, precedidos de aterradoras detonaciones subterráneas, semejantes los unos á las ondulaciones del océano en ajutacion vertijinosa, i las otras al ronco acento de los truenos en medio de una gran tormenta?
No hai poder bastante en la palabra humana para describir con fidelidad i viveza los dos formidables terremotos que, de las dos á las tres de la mañana del 19 de Marzo, volcaron con pavoroso estrépito la infortunada Capital de la Repùblica, dejando un monton de ruinas donde poco ántes existía un foco de riqueza, de industria, de trabajo, de gusto i civilizacion.
Menos poder tiene la palabra para revelar el espanto, la confusion, la agonía que experimentaron mas de veinte mil personas envueltas en las sombras de una opaca madrugada i en las nubes de polvo que se levantaron al caer los edificios demolidos en aquel terrible momento.
Momento de horror en que para colmo del conflicto i aumento del peligro se declaró el incendio de la Farmacia del Señor Don Belisario Navarro, que fué completamente devorada por las llamas, cuyo siniestro resplandor parecía destinado á iluminar la destruccion de un pueblo, que en todas direcciones lanzaba gritos angustiosos, sintiendo el constante balanceo de la tierra que parecía escaparse bajo sus plantas inseguras.
Pero afortunadamente para la humanidad, contra los grandes peligros existe el valor de los espíritus fuertes, contra las calamidades públicas el heroismo de los corazones templados al sagrado fuego de la caridad, contra los grandes infortunios la esperanza i la fe de los que hacen rostro á la muerte para salvarse i salvar á sus hermanos, confiando en la bondad infinita de la Providencia.
Los desgraciados moradores de San Salvador han visto una prueba elocuentísima de esa lei sábia, de esa lei eterna de la compensacion universal.—A ellos les consta que muchos hijos del pais i de otras naciones han puesto en accion las virtudes eminentes de que acabamos de hablar, considerándolas como revelaciones del bien en las tristes horas en que el hombre sufre la pesadumbre del mal.
Entre las muchas personas que en tal sentido se distinguieron en el funesto instante de la catástrofe que venimos deplorando, descuella mui alta la figura moral del Jefe de la Repùblica Ciudadano Mariscal Gonzalez.—Apénas sintió el heróico guerrero el primer temblor fuerte que aterrò á la poblacion, cuando salió denodado del Colejio Militar hácia la plaza principal con el noble designio de poner en salvamento á los presidiarios i demas reos detenidos en las cárceles, que indudablemente habrian sucumbido todos, sin el prodijioso arranque del hombre magnánimo que lleva en su pecho un ancho espacio para el amor de la humanidad, i sabe esponer su vida, con admirable abnegacion, cada vez que se lo mandan las inspiraciones de su conciencia.
Cuando el Mariscal Gonzalez ejecutaba aquel acto salvador de muchos infelices caidos, sobrevinieron el demesurado sacudimiento que redujo á escobros la Ciudad, i el incendio que convirtió en ceniza el hermoso establecimiento del Señor Navarro.—En hora tan solemne, tan pavorosa i mortal para todo un pueblo, su Gobernante estuvo superior al riesgo i mandó hacer firme á la guardia de honor que le acompañaba, haciéndose obedecer con el imperio de una voz enérjica i vigorosa cual ninguna, de una voz que comunicó aliento, brío i resolucion á cuantos la escucharon. Cumplido su mandato i salvos la mayor parte de los presos, el abnegado Presidente puso en movimiento la fuerza pùblica para garantizar la sociedad contra los crímenes que pudieran cometerse á la sombra de la confusion i del terror que embargaban el ánimo de la jeneralidad en tan crítico momento.
Quién de cuántos acudieron, con intrepidez, á sofocar las llamas para disminuir el peligro, no vió al Mariscal Gonzalez, en imponente actitud, tratando de cortar los estragos del fuego con los impulsos de su valor probado, de su valor excepcional, i con la firmeza de su voluntad inquebrantable que ensancha el corazon de cuantos le rodean?
¿Quién podrá negar que el órden social se ha mantenido imperturbable i se han salvado intereses de gran monta, merced á la conducta laudable del Patriota que hoi dirije los destinos del Salvador?
Nadie puede negar eso, i por el contrario lo han proclamado altamente por la prensa los extranjeros residentes en San Salvado, el alto Comercio i multitud de vecinos de diferentes rangos i profesiones, dando espontáneamente un voto pùblico de gratitud, de respeto i de confianza al digno Mandatario, que hoi cuenta por amigos á muchos de sus ofuscados adversarios que no han podido conocer ántes las intenciones que lo animan, ni evaluar los acontecimientos políticos que se han cumplido durante la época de ajitaciones i contrastes revolucionarios que desde 1871 viene cruzando este pais en relacion con la suerte de sus hermanos de la América-Central.
Sin poder concretarnos á particularizar el mèrito i el encomio de cuantos han concurrido, con jenerosos auxilios, á dar alivio i consuelo á los aflijidos, i á parar, en lo posible, los estragos de la catàstrofe, debemos decir que el cuerpo militar i varios extranjeros i nacionales han procedido con el desprendimiento de los héroes que obran bien sin esperanza de gloria i recompensas mundanales. Ellos viviran en el corazon de los salvadoreños agradecidos.—Dios les darà el premio que corresponde al merecimiento de los buenos.
El noble proceder del Majistrado Supremo i de todos los que han obrado en constancia con èl, no permitiò que lamentáramos ahora mas desgracia que la inmensa destruccion causada por el poder de la naturaleza.
Pero tal destruccion basta i sobra para llenar de malancolía el alma de quienes saben sentir los dolores de la humanidad i aman anhelantes el avance del progreso. Basta i sobra para contristar á los que aprecian en su justo valor los frutos del trabajo regado con el sudor del hombre, que se afana en la vida por adquirir el pan i la educacion de sus hijos—por evitarles las lágrimas ó el delito que á menudo trae consigo la miseria.
Con tales ideas i sentimientos, no hemos podido ver el triste, el espantoso cuadro de San Salvador, sin experimentar una emocion profunda que estamos mui léjos de trasladar al papel con exactitud i viveza,—con una fuerza de espresion siquiera semejante á la intensidad del fenómeno que ha venido á conmover nuestro ánimo.
En la mañana del 19 de Marzo decíamos en triste monólogo, recordando á Volney sobre las ruinas de Palmira:—
Aquí florecia una ciudad activa, industriosa i mercantil; una ciudad que daba pábulo á las ciencias i á las artes al influjo bienhechor de la libertad, mas ardiente en el pecho del salvadoreño que el fuego de los volcanes que tantas veces han combatido su existencia.
¿Dónde estan hoi los templos consagrados al culto de Dios, fervorosamente adorado por los habitantes de San Salvador?
Dònde están los hermosos edificios del Estado que servian de foco á las luces i á la educacion de la juventud?
¿Dónde están la elegante morada del rico propietario, el modesto albergue del pobre, la tienda del comerciante, el taller del artesano i la choza del desvalido?
¿Dónde está todo eso?
—¡Ah! Las torres i las cúpulas de los templos ya no miran al cielo, i se encuentran en tierra ó inclinadas hácia ella.
Los santuarios del saber, la mansion del opulento i la del menesteroso, lo mismo que los establecimientos del mercader i el artesano, estan hoi reducidos á pavesas; son fragmentos informes de perdidas habitaciones, ó se hallan convertidos en un hacinamiento de escombros en que los techos que cubrian tanta vida, tantas esperanzas, tantas benéficas labores i tanta fuerza productora de una prosperidad creciente, han caido sobre el pavimento, sobre el espacio que servia de centro á su expansion.
I si algunos techos se conservan suspendidos, ¿á quien abrigán, que han quedado amparando?
—A nadie abrigan, nada han quedado amparando, nada, absolutamente nada!!.....
Imájen dolorosa de las obras perecederas del humano linaje, San Salvador solo representa hoi el esqueleto de una poblacion animada i vigorosa en otro tiempo; ¿pero què decimos? representa algo mas lúgubre todavia:—
representa los miembros desconcertados de ese esqueleto, i el valor del trabajo de largos años perdido en un momento infausto.
No es posible recordar aquel momento de tribulacion, sin que la cabeza se sienta conturbada con la presencia de otras imájenes desgarradoras que han desaparecido ya del horroroso cuadro que venimos bosquejando.
No es posible recordar el nefasto 19, sin ver en la memoria aquel flujo i reflujo de jentes despavoridas en cuyo semblante estaban pontados el terror, la desesperacion i la tristeza.
Terror, desesperacion i tristeza que estrecharon todos los rangos con el vìnculo poderoso del infortunio comun.—Por eso se veian, en aquella fecha de funesto recuerdo, á millares de personas de todas las condiciones sociales marchar á pié ó en centenares de vehículos iguales, buscando, en las vecinas poblaciones ó en los campos, una tierra firme i un techo hospitalario donde poner á cubierto su amenazada existencia ì sus intereses salvados.
Carecemos de datos para estimar el valor de la pérdidas materiales que han tenido lugar por consecuencia del cataclismo á que nos venimos refiriendo, i no queremos formular un juicio aventurado.—A pesar de esto, no vacilamos en afirmar que han sido de mucha consideracion, aun solamente atendiendo á los edificios destruidos i deteriorados.—Ellas se hallan comprendidas en las 20 poblaciones siguientes:—
“San Salvador,
“San Jacinto,
“San Marcos,
“Santo Tomas,
“Santiago Texacuango,
“Chinameca,
“Olocuilta,
“Mejicanos,
“Tuxtepeque,
“San Sebastian,
“Paleca,
“Aculhuaca,
“Cuscatancingo,
“Apopa,
“Soyapango,
“Ilopango,
“Tonacatepeque,
“San Martin,
“El Guayabal,
“Santa Tecla”.
De estas, unas han sido arruinadas en su totalidad, otras parcialmente i alguna, como la última de las mencionadas, solo ha sufrido el deterioro de muchos de sus edificios.
El área en que se han sentido los estragos del terremoto se calcula en un cuadrilátero de veinticinco leguas, i bien se puede concebir la magnitud de los daños causados al pais por tan terrible acontecimiento.
Mas á pesar de esto, debemos cobrar una completa resignacion, i aun aumentar lisonjeras esperanzas sobre el porvenir de este pais, si tomamos en cuenta los hechos consoladores que han pasado á nuestra vista i hacemos las justas reflexiones que sujieren.
Atendida la gran poblacion de San Salvador, han sido relativamente mui pocos los muertos á causa del derrumbamiento de la ciudad.—No podemos señalar la cifra exacta de las víctimas, pero es cierto que la mayor parte de los habitantes se salvaron por la accion protectora de la Providencia, que parece haber querido someter á dura prueba las virtudes de este pueblo, haciéndole ver el horror de un gran peligro i la necesidad que tiene de mostrarse, de ahora en adelante, tan previsor i disciplinado como ha sido i será siempre desinteresado i magnánimo.
En tan doloroso trance, los salvadoreños han revelado una moralidad que los ha puesto mui por encima del infortunio que ha venido á sorprenderlos.
No solo debemos lisonjearnos de que no haya tenido lugar ningun trastorno social ni un solo crímen de trascendencia, debido á la conducta vijilante i enérjica de la autoridad, sinó tambien de los mil i mil rasgos de valor, de hidalguía i caridad que han resplandecido á la vista de la muerte por la accion espontánea de los buenos sentimientos que caracterizan á la sociedad salvadoreña.
I pasado el riesgo inminente, asombra i á la vez alienta ver el espíritu resignado i sereno con que todos los que han sufrido tan graves quebrantos despliegan una pasmosa actividad, ya para reconstruir sus perdidos hogares, sea para reponer el menoscabo de sus fortunas.—Con tal proceder i con tan relevantes dotes como las que distinguen á los hijos de este pais, pronto, mui pronto brotará una nueva capital mejor dispuesta, mas digna de ese título i, si cabe, con mayores elementos de prosperidad i civilizacion que cuantos encerraba en su seno la que acaba de perderse.
Robustecen esta conjetura las circunstancias de ser el Salvador un pueblo jóven, ventajosamente situado sobre un territorio fértil que podemos considerar como litoral ó rivereño, abundante en variados i valiosos productos i poblado por una raza intelijente i laboriosa que se multiplica asombrosamente.
¿Qué valen, pues, en vista de esto las pérdidas que se han sufrido, si la vida de esta Nacion viril tiende, por una lei natural irresistible, á dilatarse i crecer cada dia mas i mas i de ningun modo á la decadencia?
El Ecuador i el Perú son un ejemplo viviente que corrobora nuestro juicio.—El gran terremoto de 1868 les causó daños inmensamente mayores que el del 19 de Marzo del corriente año á San Salvador; i, sim embargo, aquellas dos Repúblicas, merced á condicciones semejantes á las que reune esta, se encuentran hoi mucho mas florecientes que en aquella fecha memorable.
La mayor actividad i mas intensa enerjía que el sufrimiento comunica á los hombres i á los pueblos, es otra razon que confirma nuestro pensamiento, i que prácticamente la estamos viendo en estos momentos.
La empresa del ferro-carril, que nada ha sufrido en sus obras, continúa imperturbable sus trabajos; el comercio se afana sin cesar por establecerse en las diferentes poblaciones de importancia que cuenta la República, i los agricultores, que son tantos y tan poderosos obreros de la riqueza nacional, prosiguen sin desmayo sus labores bienhechoras.
Todo lo que dejamos expuesto nos consuela, i fortalece nuestra fe en el futuro engrandecimiento de esta Nacion hospitalaria i jenerosa que nos abrigó en su seno cuando proscritos llegamos á sus playas.
Sinò poseemos la pluma-pincel de Volney para pintar las ruinas de San Salvador como aquel pintó las de Palmira; sinó poseemos la entonacion elejiáca de Jeremías para lamentar el infortunio de nuestros hermanos, llorando con lágrimas del alma sus dolores; sí poseemos inagotable fe en la justicia de la Providencia i en las leyes del Progreso,—gran confianza en el valor, la rectitud i el patriotismo del Mariscal Gonzalez i en las bellas prendas del Pueblo salvadoreño, que pronto habrá borrado las huellas de la gran calamidad que ahora se halla soportando.
Los Señors Licenciados Don Manuel Ubico, (hijo), y Don Juan Barberena han recorrido toda la cordillera conmovida y tomado todas las alturas barométricas, midiendo matemáticamente el área que comprende los estragos que ha causado el terremoto.
En el próximo nùmero daremos el plano y las correspondientes esplicaciones de ese gran fenómeno, segun las observaciones practicadas por los Señores Licenciados que acabamos de mencionar.—Esto servirá en gran manera para los hombres científicos, para lo que concierne á los habitantes del Salvador y para la histoira del Pais.
Poder Lejislativo
[editar]El Presidente de la República del Salvador, á sus habitantes, sabed: que el Congreso Nacional Constituyente ha decretado lo que sigue:—
El Congreso Nacional Constituyente de la República del Salvador,
Que los actos del Ejecutivo de que se ha dado cuenta el Secretario de Estado en los ramos de Hacienda, Guerra i Marina ha sido examinados por esta convencion con la escrupulosidad i detenimiento debidos, i que de su exámen resulta, que el Ejecutivo Supremo se ha conducido en el manejo é inversion de las rentas públicas con la pureza, integridad i rectitud que corresponden al Jefe de una nacion respetuoso á la lei
Art. 1º—Apruébanse todos los actos del Ejecutivo de que ha dado cuenta el Secretario de Estado en los ramos de Hacienda, Guerra i Marina.
Art. 2º—El Congreso Nacional Constituyente de la República del Salvador apreciando debidamente el mérito del primer Jefe de la Nacion salvadoreña, emite un voto de confianza al Mariscal Presidente Don Santiago Gonzalez.
Al Poder Ejecutivo.
Dado en el Palacio Nacional de San Salvador á los seis dias del mes de Marzo de mil ochocientos setenta i tres.
José Larreynaga, Presidente.—Dositeo Fiallos, Secretario.—Antonio G. Valdés, Pro-Secretario.
Por tanto: publíquese.
San Salvador, Marzo 31 de 1873.
S. Gonzalez.