Brihuega
Á las diez de la mañana del 17 de Noviembre de 1880, salí de Guadalajara por la carretera de primer orden de Madrid á La Junquera, en dirección á Brihuega.
El valle de Torija, que se sigue desde aquella capital hasta la villa de este nombre, es muy fértil y bastante pintoresco, viéndose de vez en cuando, á derecha é izquierda de la carretera, asomar por encima de las copas de los árboles el campanario de alguno que otro pueblecillo.
Al pie de la cuesta que conduce á Torija me apeé del coche, que era malo, como casi todos los de España, y la subí á pie, admirando las ruinas de un antiguo castillo feudal flanqueado por cuatro torres y dominado por otra central, que debió sin duda ser la de homenaje.
Pasé de largo, sintiendo no poder detenerme para visitar sus ruinas y tomar un croquis de ellas; subí á la villa y me detuve junto al pilar que señala el comienzo de la carretera de Torija á Cifuentes.
Mientras esperaba al coche me entretuve en leer una larga inscripción que hay en dos de los cuatro lados del pilar, en la que se hace constar que la antigua carretera, no la actual, de Torija á Brihuega y Solanillos, se empezó en 1787, bajo el reinado de Carlos III y se terminó en 1790, reinando ya Carlos IV. Por lo visto en aquel entonces no se fijaban como hoy diez años para construir una carretera de tercer orden ó un simple camino vecinal de pocos
kilómetros.
Llegado el coche á lo alto de la cuesta, subí de nuevo á la delantera, que es mi asiento favorito, y empezamos á cruzar una ancha meseta cubierta en parte de raquíticas carrascas y de tiernos rebollos. Dicha meseta se extiende, hasta la vista de Brihuega, donde llegué, á las dos de la tarde, después de haber descendido una fuerte pendiente.
El aspecto de esta villa; vista desde cierta distancia, es el de una ciudad de la Edad Media, pues aún conserva gran parte de sus antiguos muros y dos puertas flanqueadas por altas torres almenadas.
No encontrando habitación en la posada que había extramuros, me ví precisado á entrar en la villa, haciéndolo por la puerta de la Cadena, que es una de las dos á que me he referido.
Encima de esta puerta hay una gran lápida de mármol blanco con la siguiente inscripción, que copio prescindiendo de sus muchas abreviaturas:
«Por esta puerta se dio el avance y asalto el dia 9 de Diciembre de 1710 por las tropas de Su Majestad Nuestro Señor Felipe V, contra las tropas Inglesas y Holandesas que estaban apostadas de esta plaza á vista de su Real persona.»
Y alrededor de esta inscripción, en lo que forma el marco de la lápida, hay esta otra:
«Y el dia siguiente se dió la batalla en término y jurisdicción de esta Villa.»
Esta batalla fué la de Villaviciosa, siendo Starenberg el general que mandaba las tropas del Archiduque. El que mandaba las fuerzas inglesas y holandesas encerradas en la población y que tan descuidadamente se dejó sorprender por las de Felipe V, era Stanhope.
Los briocenses, cuando hablan de este asalto y batalla, dicen las nuestros refiriéndose á los franceses y los enemigos para designar á los austríacos. Esto me chocaba mucho al principio, pues de momento no me acordaba de que estaba en Castilla ni de que los castellanos eran butiflers,[1]como la campana de Cervera.
Al fin pude instalarme en una posada, mala y sucia como casi todas las de los pueblos de Castilla, y después de haber comido un bocado, y hecho los preparativos para el trabajo del día siguiente, me fui á descansar, pues hacíaa ya dos días que no había podido cerrar los ojos.
El 18 amaneció lloviendo y, no podiendo salir al campo, me dediqué á visitar detenidamente la población, no sin grave riesgo de besar mil veces el santo suelo, á causa de lo muy resbaladizo que estaba el empedrado, hecho todo él de cantos rodados de una caliza semi-cristalina, bastante parecido á la de nuestras costas de Garraf, si bien mucho más porosa.
Brihuega es una población antiquísima. Entre los celtíberos era conocida con el nombre de Centóbriga; los romanos la dieron el de Rhigusa; los godos y visigodos la llamaron Brica y Briga; mientras estuvo en poder de los sarracenos, fué conocida con el nombre de Briba; cuando la Reconquista recibió el de Brioca y desde el siglo xii vieme llamándosela Briuega y Brihuega. Estos datos fuéronme
facilitados por el farmacéutico D. Fernando Sepúlveda, cronista de dicha villa.
Como antigüedades notables de Brihuega merecen especial mención el castillo de Piedra bermeja, las iglesias de Santa María de la Peña, de San Felipe y de San Miguel; las puertas de la Cadena y del Cozabón; las ruinas de la iglesia de San Pedro, situada á extramuros de la población y la atalaya de la iglesia de San Juan.
El castillo de Piedra bermeja está en la parte más baja de la villa, junto á la parroquia de Santa María de la Peña y sirve actualmente de cementerio. La parte inferior de sus muros es de la época romana, sigue después una parte árabe y la superior data del reinado de Don Juan II de Castilla. Cuando esta población fué reconquistada por las huestes cristianas, el rey hizo donación de este castillo, juntamente con la villa, al arzobispo de Toledo; y éste lotransformó en palacio, viéndose aun en él una bonita capilla gótica, y en el exterior, en la parte baja del cementerio y á raíz de tierra, fragmentos de una pintura mural de la que solo se conserva en buen estado un cuadro que representa á dos arqueros del siglo xi ó xii, rodeado de una greca.
Más tarde el arzobispo cedió la población y su término á la villa mediante la expresa condición de no poder vender ni un palmo de su territorio al rey, á los nobles ni á los frailes, siendo esta la causa de que Brihuega se viese libre de conventos hasta el reinado de Felipe II.
La iglesia de Santa María de la Peña es gótica, pero han tenido la mala idea de blanquearla toda, incluso la portada. En el altar mayor de esta iglesia hay una verdadera joya del arte románico, la Virgen de la Peña, imagen de facciones muy regulares y negra de cara, lo propio que su hijo. Es toda de talla y está sentada, pero han cometido la herejía de clavarla cuatro hierros en la espalda á fin de que mantengan hueco uno de esos vestidos ó mantos que hacen asemejar las Vírgenes á cucuruchos de papel con la punta vuelta hacia arriba.
Enfrente de la puerta de entrada de esta iglesia hay un cuadro de grandes dimensiones y no escaso valor artístico, pintado en 1774 por José Ramos, pintor pensionado y premiado por la Real Academia Matritense. Este cuadro representa á dos ángeles en el acto de presentar la Virgen de la Peña, copia de los que están en el altar mayor, á la infanta mora Elima, á un canónico de Toledo y á un grupo de personas que les acompañaban. Y, puesto que he empezado á copiar inscripciones, no quiero dejar de poner á continuación lo que hay al pie del citado cuadro. Dice así:
«Entre las imágenes que los cristianos ocultaron por la pérdida de España, fué una esta portentosa y milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Peña, Patrona desde su origen, de esta villa de Brihuega; hasta que la Divina Omnipotencia; reynando Alonso el VI y á Toledo el rey moro Almenón, por los años de 1070, pasando á Ita, dexó en el castillo de Piedra Bermexa de esta villa á una infanta, hija suya, llamada Elima, manifestó á sus Brihuegos tan Digno y Perdido Cielo. Entre los moros que la custodiaban fué uno un cavallero llamado Cimbre quien la instruyó en la Fe Católica y la dixo que era hija de Cristiana. Con estas luces deseosa de ver á la Madre de Dios se la apareció en una peña[2] de donde la conduxeron un canónigo de Toledo, la Infanta y innumerables almas procesionalmente á donde subsiste colocada, obrando tantos portentos que llevados de la fama acuden cada dia, de reinos extraños á darle gracias y adorar su santuario.—Año de 1774».
La iglesia de San Felipe tiene una bonita fachada gótica, que se ha librado de la mano de cal, más no así su interior, que es también gótico y nada tiene de particular.
La parroquia de San Miguel, que pertenecía al mismo estilo arquitectónico, está toda ella blanqueada. Entrando, á la derecha, hay un arcón de piedra con bajorrelieves y tapa de hierro en el que, según parece, se custodiaban los documentos del archivo municipal. Dicho arcón es del siglo xiv.
En la última capilla del lado de la epístola, junto á la puerta de la sacristía, hay un bonito sepulcro de mármol blanco con una estatua yacente que representa un personaje con traje talar y toca. Este sepulcro tiene la siguiente inscripción:
«Joanes Muñoz,[3] mio padre fizóme esta casa. Dios le dé paraiso al alma. Amén».
Y estos versos latinos, cuya copia me facilitó el ya citado D. Fernando Sepúlveda:
«Alfonsus Muños multa prece multa.....
«Laus Christi prova fuit este digna corona.
«Julius mensis, terdena dies fuit ensis
«Dedix humo corpus; animana Christo fugite....
«Mille ducenti sunt nonaginta sereni
«Cum tua mors patris dolor est tua.
Estaba yo contemplando este sepulcro junto con el joven médico D. José María García, que me hizo el honor de acompañarme en aquella visita á las iglesias, cuando el párroco nos llamó desde la sacristía, enterado de mi deseo de ver las curiosidades que pudiese haber en aquel templo; mandó al sacristán que descolgase dos cuadros, un San Francisco y una Virgen, que él creía que eran muy buenos y que, la verdad sea dicha, nada tenían de notable. En cambio tuve ocasión de ver en aquella misma sacristía algunos grabados al humo bástante regulares y sobre todo, un terno compuesto de tres casullas y una capa pluvial, probablemente del siglo xvi, que era realmente una joya del Renacimiento.
La iglesia de San Juan nada tiene de particular como no sea la torre que, según la tradición, servía en otro tiempo de atalaya. Dicha torre es cuadrangular, muy alta, de gruesos muros, provista de varias aberturas, que lo mismo podían servir de saeteras que de tragaluces y terminada por diversos arcos que sostienen las campanas destinadas á dar el toque de alarma 6 á convocar el pueblo. Las almenas que en otro tiempo debieron coronarla habían sido sustituidas por tejado que contrasta con el aspecto general de la torre.
Las ruinas de San Pedro consisten en dos gruesísimas paredes, que solo sirven hoy para indicar el punto de la villa ocupado por los cristianos durante la dominación sarracena. Están situadas al pié del castillo de Piedra bermeja.
De la puerta de la Cadena he hablado ya al principio de este artículo. La del Cozabón es de una forma muy particular. Su arco apuntado tiene una altura extraordinaria en contra de lo que generalmente acontece con las puertas de la Edad Media.
Visitadas ya las antigüedades, dediqueme á estudiar la industria actual, así como la de épocas anteriores, de esta villa, y al efecto me encaminé á visitar la antigua Real fábrica de paños, en compañía de los ya citados señores Sepúlveda y García.
Parece que en el año 1735 Felipe V hizo un pedido de capas blancas para su ejército al fabricante de paños de esta villa y que prendado de la buena calidad de las lanas y del tejido, resolvió levantar aquí una fábrica. Este pensamiento fué realizado en 1750 por Fernando VI de Castilla, reformándose y ensanchándose extraordinariamente el edificio en 1788, reinando Carlos III, según consta en la inscripción que hay encima de la puerta de entrada,
que dice así:
REAL FÁBRICA DE PAÑOS
REINANDO CARLOS III, SIENDO MINISTRO DE HACIENDA EL EXMO. SR. D. PEDRO DE SERENA, I DIRECTOR GENERAL DE LAS REALES FÁBRICAS D. MIGUEL DE VALLEJO. INTENDENTE DE EXÉRCITO DE LA CIUDAD PROVINCIA DE GUADALAJARA.
AÑO DE MDCCLXXXVIII.
Esta fábrica era hijuela de la de Guadalajara, fundada en 1719 y reformada en 1726. En 1761 fué refundida en aquella la de Vicálvaro, que quedó suprimida.
En tiempo de su apogeo contaba la fábrica de Brihuega 170 telares y 2.000 obreros: tenía dos batanes á la derecha del Tajuña, á media hora de la villa, que aun existen, y una escuela práctica de
hilanderas.
La fábrica de que me ocupo ha pasado por muchas vicisitudes. Cerrada durante la guerra de la Independencia, de 1809 á 1815, fué abierta de nuevo una vez terminada aquélla, quedando suprimida en 1825, siendo vendida en 1842, junto con otros bienes nacionales. En la actualidad solo funcionan en ella cuatro ó cinco telares y no tiene más que media docena de hilanderas.
Dicha fábrica, que al parecer debía de dar vida á la industria pañera de esta comarca, mató esta industria.
Cuando Fernando VI de Castilla fundó la Real fábrica de paños había en Brihuega 64 telares destinados á la fabricación de paños finos llamados cuarentenos, ó sea de cuatro mil hilos. Establecida aquélla para que los fabricantes particulares no pudiesen hacerle la competencia, se les prohibió la fabricación de paños más finos que los catorcenos ó sea de mil cuatrocientos hilos.
Durante la guerra de la independencia, cerrada la fábrica Real, volvieron los particulares á fabricar paños finos; pero cuando en 1815, se abrió nuevamente aquélla, se restableció la prohibición y los fabricantes briocenses se trasladaron á Alcoy ó á Béjar y los pocos que aquí quedaron se dedicaron á la fabricación de pañuelos para el cuello bordados á mano con grandes flores de estambre de colores muy vivos.
Mientras duró la moda de estos pañuelos aun se sostuvo algo la industria lanera de esta villa; pero hoy, que dicha moda ha caído en desuso, dicha industria está aquí casi completamente paralizada. En la actualidad no se fabrica en Brihuega más que bayetas, algunos paños burdos y alguno que otro pañuelo.
Y es una verdadera lástima que suceda esto en una villa que, como esta, tan buenos elementos cuenta para dicha industria. Las lanas son aquí muy abundantes y muy buenas, tanto que gran parte de ellas se exportan á Tarrasa y Alcoy. La fuerza motriz hidráulica se encuentra en cualquier punto de esta comarca. En ningún otro he visto tal abundancia de agua. Solo dentro de la población, prescindiendo de sus afueras, hay diferentes arroyos que llevan un caudal de 174 litros por segundo, según aforo hecho por personas competentes. Estas aguas ponen en movimiento dos fábricas de chocolate y una de harinas.
Se me asegura que en el término de esta villa hay unas cuarenta fuentes, algunas de las cuales, como la de Fuencaliente, que da 70 litros por segundo, pueden hacer funcionar cualquier artefacto.
Estas aguas parece que están dotadas de especial virtud para la tintorería, pues he visto paños antiguos fabricados aquí, cuyos colores, sobre todo los granas y azules, son tan vivos y brillantes como el día en que salieron del telar.
No quiero terminar esta breve reseña sin mencionar un hecho relativo á la actividad de los moriscos.
Cuando los cristianos reconquistaron la villa de Brihuega, los moriscos que permanecieron en ella se dedicaron á la agricultura y más particularmente al cultivo de la vid. En su tiempo se cosechaban anualmente en el término de esta villa 143.000 arrobas de vino. Desde la expulsión de los moriscos la viticultura ha ido decayendo poco á poco y hoy apenas se cosechan 20.000 arrobas de vino al año en este término municipal.
He creído deber consignar todos estos datos, porque el día en que tuviéramos otros análogos de todos los demás pueblos de España, podríamos poner los cimientos de la Historia de la industria española, cosa que hoy por hoy distamos mucho de poder hacer.
Celso Gómis.
- ↑ En Cataluña llamábamos butiflers á los partidarios de Felipe V, en oposición a vigatans, que era el calificativo que dábamos á los del Archiduque. Los de Cervera tomaron partido por el primero y de ahí que los designemos todavía con aquel nombre.
- ↑ Esta peña es una gruta natural que hay en la caliza concrecionada, encima de la cual se levanta la iglesia. En dicha gruta hay dos vasares en los que, según el vulgo, la Virgen tenía la alcuza del aceite, el agua, el pan y demás comestibles necesarios para su alimentación.
- ↑ Según Ambrosio de Morales, este Muñoz fué el primero que se apoderó de la axaquía de Córdoba, cuando esta ciudad fué tomada á los momoros por Fernando III de Castilla.