Canción 4 (Herrera)
Apariencia
Esparze en estas flores pura nieve y rocío blanca y serena luz de nueva Aurora, y con varios colores se vista el bosque frío de los esmaltes de la rica Flora; pues la ecelsa Eliodora ya muestra su belleza, a do con alta frente da Betis su corriente, llevando al mar tendida su grandeza; y vos, lumbres del cielo, mirad felices nuestro Esperio suelo. Roxo Sol, qu' el dorado cerco de tu corona sacas del hondo piélago, mirando el Ganges derramado, el Darïén, la Sona, y del divino Nilo el fértil vando; si tú llegares, cuando esta serena Estrella alça al rosado cielo, dando alegría al suelo, los ojos, do está Venus casta y bella, d' aquellos rayos ciego, arderás, en tus llamas hecho fuego. Luna, que resplandeces sola, fría, argentada en el callado velo tenebroso; y tu luz enriqueces en la hacha inflamada del Sol con resplandor maravilloso; Si el Luzero hermoso, do el puro Amor s' alienta, mirares, encendida en llama esclarecida, qu' a limpias almas en vigor sustenta, correrás por la cumbre con grande y siempre eterna y clara lumbre. Junta a inmensa belleza ya está la cortesía, y suma onestidad y umilde trato con valor y grandeza, en el dichoso día qu' el cielo largo la bolvió más grato, vivo y puro retrato d' inmortal hermosura, rayo d' amor sagrado qu' a su consorte amado consigo junto en fuego eterno apura; y si parte le ofende, es qu' el velo mortal su bien comprende. El sacro rey de ríos, que nuestros campos baña, al bello aparecer deste Luzero cubrió los vados fríos al pie de la montaña, do vio resplandecer su Sol primero, del oro que el Ibero en las cavernas hondas procura, y con las flores compuso en mil colores, y con perlas el curso de las ondas; y, esclareciendo el cielo, esparzió olor suäve en torno el suelo. Las Gracias amorosas con las Ninfas un coro texieron en el claro, undoso seno; y de purpúreas rosas embueltas en el oro con ámbar oloroso y flores lleno, dulce despojo ameno del revestido prado, las guirnaldas mesclaron, y alegres coronaron el cabello sutil, crespo y dorado, que, cual de las estrellas, por el aire bolaron sus centellas. El alto monte verde, que de Palas es gloria, sintiendo en sí los pies de su señora, su tristeza ya pierde, y le da la vitoria aquel, do Prometeo gime y llora; y donde la sonora lira de Tracia espira; el sagrado Elicona con florida corona, y do Atlante del peso no respira; pues su cumbre sostiene la belleza, qu' el cielo en tierra tiene. Yo entretexer quisiera su nombre esclarecido entre la blanca Luna y Sol dorado; y su gloria pusiera en el peplo estendido, qu' en otra edad Atenas vio estimado; cuando el tiempo llegado Minerva es celebrada. Dichoso el año y día; y es quien vê el año y día. Allí herido está con asta airada el áspero Tifeo, que muerto pierde todo su deseo. Mas pues que la rudeza deste mi débil canto, causado d' un deseo simple y vano, no puede a su belleza dalle la gloria, cuanto merece el valor suyo soberano, y mi intento es en vano; Cisnes, que la corriente de Betis vais cortando, el canto vuestro alçando, su nombre y gloria resonad presente; si oyan Zéfiro y Flora su inmensa hermosura con l' Aurora. Di umilde a esta Luz pura; sufra vuestra belleza mi rústica simpleza.