Canciones Surianas/Geórgica

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​Canciones Surianas​ de Juan Bautista Delgado
Geórgica
GEÓRGICA.


A José García Rodrígues.


Alborea, Es el instante,
es el solemne momento,
en que, la luz palpitante,
su áurea bandera triunfante
despliega en el firmamento.

Se fué la noche—la negra
esclava de faz adusta—
se fué la que tanto asusta,
llegó la que tanto alegra!

¡La auroral Ved: ya galana
como la Venus pagana,
surge en los mares de Oriente,
mostrando el seno turgente
de nivosa porcelana.

Desata sus crenchas; dora
el cielo con su atavío,
y sobre las flores llora
ese llanto que atesora
hecho perlas, el rocío.

Todo es alegre á esta hora
en que se despierta el mundo
de sueño triste y profundo:
el gallo á lo lejos canta,
y cada árbol, cada planta,
siente las celdillas llenas
de savia que les afluye,
y circulándoles huye
—sangre blanca—por sus venas.

Ya en los girones de bruma
que del lago se desprenden
y cual humareda ascienden,
el caserío se esfuma.

Ya empinada en el alero
coquetea la paloma,
y el fragante limonero
—arábico pebetero—
suelta en ráfagas su aroma.

Madruga el rústico; deja
el leñador la cabaña,
y, el hacha al hombro, se aleja
camino de la montaña.

Bala en el redil la oveja;
en los lejanos corrales
brama el selvático toro,
y por cima los trigales,
rizados en ondas de oro,
se ciernen en densa nube
los tordos madrugadores.
 
Entretanto, el Sol ya sube:
se apresuran los pastores
á ordeñar; los labradores
van á uncir, y el buey tardío
el testuz al yugo ofrece.

¡Qué rumor produce el río
que colérico se hincha......
—gigante boa—parece
que se escama y da pavura!
El potro piafa y relincha
retozando en la llanura;
soplan hálitos süaves
susurrando en la floresta,
y ora dulces, ora graves,
saludan al Sol las aves
"con un himno á toda orquesta."

Salud, ¡oh Sol! ya tu disco,
que asoma entre las escamas
del crestón de abrupto risco,
flameante se estremece
como abanico de llamas.

Y crece el rumor, y crece
el movimiento y la vida,
cuando en el campo amanece
y á sus labores convida;
el rebaño va á la punta
del alto monte, que encierra
pasto abundoso; la yunta
va á labrar la inculta tierra;
la ronda de campesinos
de corvas hoces armada,
va por diversos caminos
á segar la mies dorada;
y las yeguas, que fustiga
látigo en mano severa,
corren á trillar la espiga
amontonada en la era.

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¡A la lucha, labradores,
á regar vuestros sudores
en la tierra, el cielo os trajo. . . .!
¡Id á la diaria fatiga
y Dios vuestro pan bendiga,
adalides del trabajo!