Cantar de los cantares: Capítulo 1 declaración

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Cantar de los cantares de Fray Luis de León
Capítulo 1 declaración

1. "Béseme de besos de su boca."

Ya dije que todo este libro es una égloga pastoril, en que dos enamorados, Esposo y Esposa, a manera de pastores se hablan y se responden a veces. Pues entenderemos que en este primer capítulo comienza a hablar la Esposa, que habemos de fingir que tenía a su amado ausente, y estaba de ello tan penada, que la congoja y deseo la traía muchas veces a desfallecer y desmayarse. Como parece claro por aquello que después, en el proceso de su razonamiento, dice, cuando ruega a sus compañeras que avisen al Esposo, de la enfermedad y desmayo en que está por sus amores, y por el ardiente deseo que de velle tiene. Que es efecto naturalísimo del amor, y nace de lo que se suele decir comúnmente, que el ánima del amante vive más en aquel a quien ama que en sí mismo. Por donde, cuanto el amado más se aparta y ausenta, ella, que vive en él por continuo pensamiento y afición, y le va siguiendo, tanto menos comunica con su cuerpo, y, olvidándose de él, le deja desfallecer y desampara y forceja por desatársele totalmente si le fuese posible; y no puede tan poco que, ya que no rompa las ataduras, no las enflaquezca sensiblemente; de lo cual dan muestra la amarillez del rostro, y la flaqueza del cuerpo, y desmayos del corazón, que proceden de este enajenamiento del alma. Que es también todo el fundamento de aquellas quejas de que siempre usan los aficionados, y los poetas las encarecen y suben hasta el cielo, cuando llaman a lo que aman «alma suya», y publican haberles sido robado el corazón, tiranizada su libertad, puestas a saco-mano sus entrañas. Que no es encarecimiento o manera de bien decir, sino verdad que pasa así, por la manera que tengo dicha; y así la propia medicina de esta afición, y lo que más en ella se pretende y desea es cobrar cada uno que ama su alma, que siente serle robada; la cual, porque parece tener su asiento en el aliento que se coge por la boca, de aquí es el desear tanto y deleitarse los que se aman en juntar las bocas y mezclar los alientos, como guiados por esta imaginación y deseo de restituirse en lo que les falta de su corazón, o acabar de entregarlo del todo.

Queda entendido de esto con cuánta razón la Esposa, para reparo de su alma y corazón, que le faltaba por la ausencia de su Esposo, pide para remedio sus besos, diciendo: "Béseme de besos de su boca". Que es decir, «vivido he hasta agora y sustentádome con vanas esperanzas; visto he muchas promesas de su venida, y muchos mensajes recibido; mas ya el ánimo desfallece y el deseo vence; sola su presencia y el regalo de sus dulces besos es lo que me puede guarecer. Mi alma está con él y yo estoy sin ella hasta que la cobre de su graciosa boca, donde está recogida». Y no hay que pedille vergüenza en este caso, que el mirar en estos achaques es de flaqueza de aflicción: que el amor grande y verdadero rompe con todo y muéstrase tan razonable y conforme al entendimiento del que ama, que no le da lugar para imaginar que a nadie le pueda parecer otra cosa.

Dice, pues: "Béseme de besos de su boca"; que, atenta la propiedad de su original, se diría bien en castellano: Béseme con cualesque besos; en que da a entender lo mucho que desea la presencia de su Esposo y lo mucho en que la precia, pues para la salud de su desmayo, que es tan grande, no pide besos sin cuenta, sino cualesque besos.

"Que buenos son tus amores más que el vino". Viene esto bien a propósito de su desmayo, cuyo remedio suele ser el vino. Como si imaginásemos que sus compañeras se lo ofrecían, y ella lo desecha y responde: «El verdadero y mejor vino para mi remedio, sería ver a mi Esposo». Así que, conforme a lo que se trata, la comparación hecha del vino al amor es buena; demás de que en cualquier otro caso es gentil y propia comparación, por los muchos efectos en que el uno y el otro se conforman. Natural es al vino, como se dice en los Salmos y en los Proverbios, el alegrar el corazón, el desterrar de él todo cuidado penoso, y el henchille de ricas y grandes esperanzas; hace osados, seguros, lozanos, descuidados de mirar en muchos puntos y respetos a aquellos a quien manda; que todas ellas son también propiedades del amor, como se ve por la experiencia de cada día, y se podría probar con muchos ejemplos y dichos de hombres sabios, si para ello nos diera lugar la brevedad que tenemos prometida.

Dice más adelante:

2. "Al olor de tus ungüentos buenos".

Conviene a saber, "volveré en mí y sanaré", que está falta o queda corta esta sentencia, como dicha de persona apasionada, enferma y que le falta el aliento.

" Ungüentos buenos" llama lo que en nuestra lengua decimos «aguas de olor o confecciones olorosas», que todo viene bien en el desmayo que hemos dicho, para cuyo remedio se suele usar de cosas semejantes. Así que todo es demostración y encarecimiento de lo mucho que ama y puede con ella su Esposo, porque es como si dijese: «Si yo viese a quien amo, con la fragancia de sus olores tornaría en mí». Declara cuán grande sea ésta, y por eso añade:

"Que es ungüento derramado tu nombre". Derramado quiere decir, según la propiedad de la palabra hebrea a quien responde, «repartido en vasos» o «mudado de unas bujetas en otras», porque entonces se esparce más su buen olor. Tu nombre no quiere decir tu fama, como algunos entienden y como se suele entender en otros lugares, porque eso viene fuera de lo que se trata; quiere decir el nombre con que es llamado cada uno. Así que dice: «llámaste "olor esparcido"», que es decir, «es tal y trasciende tanto tu buen olor que podemos justamente llamarte, no oloroso, sino el mismo olor esparcido». Que es manera usada en la Sagrada Escritura y en otras lenguas, en la cosa de que uno es loado o vituperado ponelle nombre de ella, para mostrar que la posee en sumo grado, y no así como quiera, como parece claro acerca de San Mateo, adonde Cristo a Simón, el principal apóstol, para demostración de su firmeza y constancia le puso por nombre Cefas, que quiere decir «piedra».

Mas porque no parezca que la afición engaña a la Esposa y que no es ella sola a quien parece esto, añade luego:

" Por tanto las doncellicas te aman", las cuales propiamente se pierden por todo lo que es hermoso, oloroso y gentil.

3. "Llévame en pos de ti; correremos".

Puédese entender esto como cosa que está junta con la razón ya dicha, de arte que de todo ello resulte esta sentencia de la Esposa al Esposo: "«Ven, y llévame en pos de ti con el olor de tus olores, que es tan grande que aficiona a todos, que seguirte he corriendo»". O decir que es razón por sí distinta de todo lo arriba dicho; en la cual explica con nuevo encarecimiento el deseo que tiene de verse con su Esposo; pues estando enferma y sin fuerzas, dice que le seguirá corriendo si la quisiese llevar consigo.

" Metiome el rey en sus retretes". ¡Cuán natural es esto del amor, imaginar que pasa ya lo que se desea, y tratar como de cosa hecha de lo que pide la afición! Porque dijo que si el Esposo la llamase, así se iría corriendo en pos de él, ya imagina que la lleva y la mete en su casa, donde le hace grandes regalos. Y así dice metiome, que según el uso de la lengua hebrea, aunque muestra tiempo pasado, se pone por lo que está por venir, para mostrar la certidumbre y firme esperanza que se tiene de que será. Así que "meterme ha el rey". Olvidose de la persona de pastora en que hablaba, y así llámale por su nombre, que siempre el amor trae consigo estos descuidos; o por ventura, es propiedad de aquella lengua, como lo es de la nuestra, todo lo que se ama con extremado y tierno amor llamarlo así: mi Rey, mi Bien, y semejantemente.

" En sus retretes", esto es, en todos sus secretos, dándome parte de todas sus cosas, que es prenda certísima del amor. Declárase esto en lo que se sigue:

" Regocijarnos hemos, alegrarnos hemos en ti". "En ti", esto es, juntamente contigo.

" Membrársenos han tus amores, más que el vino: las dulzuras te aman". Muestra por el efecto el exceso de los regalos y placeres que ha de recibir en el retrete de su Esposo, porque dice le quedarán impresas en la memoria más que ningún otro placer ni contento. En este lugar hay diferencia entre los que escriben, así en la traslación como en la declaración de él. Y nace todo el pleito de la palabra hebrea semanéja, que yo trasladé dulzuras, lo cual propiamente suena derechezas; y aunque suena así, dicen algunos hombres doctos en aquella lengua, que cuando está junta con esta palabra yáin que significa «el vino», le da título de bueno y preciado, como si dijésemos tal que justamente y con derecho se bebe. Y tienen algunos lugares de la Escritura que ayudan a este parecer, y de aquí son diferentes los pareceres. San Jerónimo sigue el sonido de la voz, y así traslada: "las derechezas o los derechos", esto es, los justos y buenos, "te aman". Siguiendo esta letra quiere decir: «acordareme de tus amores, esto es, el que tú me tienes y yo te tengo, de tu trato y conversación blanda, regalada, amorosa, más que de ningún otro placer o alegría»; que todas ellas se entienden por el vino, por el alegría y placer grande que pone en los corazones de los que usan de él. Y da luego la razón que tiene de preciar en tanto los amores de su Esposo y de acordarse de ellos diciendo: «Las dulzuras o derechezas te aman, que es decir, todo lo que es bueno, dulce y apacible te cerca y te abraza; estás cercado de dulzuras y eres acabado y perfecto en todas tus cosas». La traslación de otros dice así: "membrársenos han tus amores más que al vino. Más que al" [vino] "preciado te aman" [las doncellicas]. De arte que, según esto, en diciendo "membrarsenos han tus amores", se hace punto, y lo que se sigue todo es mostrar la Esposa que no es ella sola de este parecer, en querer y preciar tanto a su Esposo, pues que aficiona a todas las doncellas generalmente.

Puédese a mi juicio leer aún de otra manera, y no menos acertada, que es ésta: "Membrarémonos", y poner luego punto, como se ve en su lengua original; y seguir luego: "Tus amores, mejores que el vino dulce o preciado, te aman"; esto es, te hacen amable; y la causa es porque son más dulces y deleitosos que la misma dulzura y deleite que, como he dicho, se declara en el vino. Y según esta manera, en la primera palabra, "membrarémonos", o acordarémonos, que, al parecer, queda así desacompañada, se encierra un accidente muy dulce y muy natural en los que bien se quieren, cuando acontece verse después de alguna larga ausencia; que se cuentan el uno al otro con todo el mayor encarecimiento que saben la pena y dolor en que por esta causa han vivido. Así que la Esposa, como había dicho que se vería en el secreto de su Esposo, se alegraría y regocijaría juntamente con él, añade convenientemente lo que por orden natural de afición se sigue después del regocijo de la primera vista: "Acordarnos hemos", esto es, contaremos tú a mí y yo a ti lo mucho que en esta ausencia habemos padecido; traeremos a la memoria nuestras ansias, nuestros deseos, nuestros recelos y temores.

Pues quede de aquí que esta razón, por cualquier manera que se entienda, va llena de ingenio y de gentileza y de una afición blandísima.

4. "Morena yo, pero amable, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Cedar, como las cortinas de Salomón."

Bien se entiende del salmo 44, adonde a la letra se celebran las bodas de Salomón con la hija del rey Faraón, que es, como he dicho, la que habla aquí en persona de pastora, y en figura de la Iglesia, que era no tan hermosa en el parecer de fuera, cuanto en lo que encubría de dentro: porque allí se dice: «La hermosura de la hija del rey está en lo escondido». Pues responde agora a lo que le pudieran oponer los que la veían tan confiada del amor que le tenía su Esposo, siendo al parecer morena y no tan hermosa; que siempre en esto tiene gran recato el amor. Dice, pues: «Yo confieso que soy morena, pero en todo el resto soy hermosa y bella y digna de ser amada, porque debajo de este mi color moreno está gran belleza escondida». Lo cual cómo sea, decláralo luego por dos comparaciones:

" Soy", dice, "como las tiendas de Cedar, y como los tendejones de Salomón". Cedar llama a los alárabes, porque descienden de Cedar, el hijo segundo de Ismael. Que es gente movediza que no vive en ciudades, sino en el campo, mudándose en cada un año donde mejor les parece; y por eso vive siempre en tiendas hechas de cuero o de lienzo, que se pueden mudar ligeramente. Así que es la Esposa en hermosura muy otra de lo que parece, como las tiendas de los alárabes, que por defuera las tiene negras el aire y el sol a que están puestas, mas dentro de sí encierran todas las alhajas y joyas de sus dueños, que son muchas y ricas. Y como los tendejones de que suele usar en la guerra Salomón; que lo de fuera es de cuero para defensa de las aguas, mas lo de dentro es de oro y seda y hermosas bordaduras, como suelen ser los de los otros reyes.

Esto es cuanto a la letra; que según el sentido que principalmente pretende el Espíritu Santo, clara está la razón, porque la Iglesia, esto es, la compañía de los justos, y cualquiera de ellos tiene el parecer de fuera moreno y feo, por el poco caso y poca cuenta, o por mejor decir, por el grande mal tratamiento que el mundo les hace; que, al parecer, no hay cosa más desamparada, ni más pobre y abatida, que son los que tratan de bondad y virtud, como a la verdad estén queridos y favorecidos de Dios y llenos en el alma de incomparable belleza.

5. "No me desdeñéis si soy morena, que mirome el sol."

Responde esto bien al natural de las mujeres, que no saben poner a paciencia todo lo que les toca en esto de la hermosura. Que según parece, bien pagada quedaba esta pequeña falta de color con las demás gracias que de sí dice la Esposa, aunque en ello no hablara más; pero como le escuece, añade diciendo y muestra que esa falta no le es así natural que no tenga remedio, sino venida acaso, por haber andado al sol, y aun eso no por culpa suya, sino forzada contra su voluntad por la porfía de sus hermanos. Y así dice:

" Los hijos de mi madre porfiaron" [encendidos] "contra mí; pusiéronme por guarda de viñas"; la mi viña no guardé. Donde dice "mi viña", en el hebreo tiene doblada la fuerza, que dice [mía, remía], dando a entender cuán suya propia es, y cuanto cuidado debe tener de ella, como si dijera: "«la mi querida viña o la viña de mi alma»", que por tal es en la estima de las mujeres todo lo que toca a su buen parecer y gentileza. Dice que no guardó su viña porque se olvidó de sí, y de lo que tocaba a su rostro, por entender en guardar las viñas ajenas en que sus hermanos la habían ocupado por fuerza. Y no se ha de entender que esto pasó así por la hija de Faraón que habla aquí, que siendo hija de rey no es cosa verosímil ni de creer, sino presupuesta la persona que representa y a quien imita hablando, que es de pastora, la más propia y más gentil disculpa y color que podía dar a su mal color, decir que había andado en el campo al sol, forzada de sus hermanos, que, como pastores, eran gente tosca y de mal aviso.

En el sentido del espíritu es grande verdad decir que sus hermanos le hicieron esta fuerza, porque ningún género de gente es más contrario y perseguidor de la verdadera virtud que los que la profesan en solos los títulos y apariencias de fuera; y los que nos son en mayor deuda y obligación, esos las más veces experimentamos por mayores y más capitales enemigos.

6. "Enséñame, ¡oh Amado de mi alma!, dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía".

Disculpada su color, torna a hablar con su Esposo, y no pudiendo sufrir más dilación, desea saber dónde está con su ganado, porque se determina de buscarle, que el verdadero amor no mira en puntillos de crianza, ni en pundonores, ni espera a ser convidado primero, antes él se convida y él se ofrece. Y aunque había llamado la Esposa al Esposo para su remedio, y no le responde, no por eso se entibia o le desdeña y hace caso de honra, antes crece de nuevo más, y pues él no viene, ella determina de ir en su busca. Y puédese entender esto en dos maneras: o que sea un mostrar al Esposo lo mucho que quisiera saber de él para seguirle, y excusarse que, si no lo hace, es por no andar vagueando perdida de monte en monte, como si dijese: "«¡Ojalá yo supiera, amor mío, o tú me lo hubieras dicho, dónde estás con tu ganado, que fuera luego allá!; mas, si no lo hago, es por no andar de cabaña en cabaña preguntando por ti a los pastores»". O entendamos, y esto es lo más natural, que pide al Esposo le haga saber, o por sí o por otro alguno, dónde ha de sestear al mediodía, que luego se ira allá.

Y no estorba a esto que, estando el Esposo, como presuponemos que está, ausente, ni podía oír sus ruegos de la Esposa, ni satisfacer a su voluntad; porque en el verdadero y vivo amor pasan siempre mil imposibilidades semejantes: que con la ardiente afición se ocupan así y se ciegan los sentidos, que engañándose juzgan como por posible y hacedero todo lo que se desea. Y así por una parte habla la Esposa a su Esposo como si le tuviese presente y la viese y oyese; y por otra, no sabe dónde está y ruégale que se lo diga, porque si no ella está determinada, como quiera que sea, de buscarle, en lo cual podría haber inconveniente de perderse.

Y por eso añade que "porque andaré yo descarriada entre los ganados de tus compañeros". Donde decimos descarriada o descaminada, otros trasladan arrebozada, porque la palabra hebrea a quien responde, sufre lo uno y lo otro. Y decir arrebozada, es decir, mujer ramera, o deshonesta y perdida, porque éste era el traje de las tales entre aquella gente, como se entiende del capítulo 38 del Génesis, cuando Thamar, puesta en semejante hábito, hizo creer a Judá, su suegro, que era ramera.

De la una manera y de la otra hace buen sentido, porque dice: «Yo me determino de buscarte; pero no es justo que ande descaminada, y como si fuese alguna desvergonzada o deshonesta; y por tanto conviene que sepa yo dónde tú estás».

Hasta aquí ha dicho la Esposa. Agora habla el Esposo, y responde a esto postrero diciendo:

7. "Si no te lo sabes, hermosa entre las mujeres, salte y sigue las pisadas del ganado, y apacentarás tus cabritos junto a las cabañas de los pastores."

No puede sufrir un corazón generoso que, quien le ama pene mucho tiempo por él; y por eso le dice, entendiendo que su Esposa lo desea, que siga las huellas del ganado, que por ellas le hallará.

" Si no te lo sabes": el te abunda y está de sobra. Propiedad es de la lengua hebrea, como en la nuestra decimos no sabes lo que te dices, y otras tales; y de no advertir a esto, vino que algunos trasladaron en este lugar si no te sabes o te conoces, etc., como si la Esposa no supiera de sí y preguntara por sí, lo cual, como se ve, va muy ajeno del propósito que se trata. Porque la Esposa no se desconoce a sí misma, antes se reconoce muy bien, como habemos visto, conoce ser morena y tostadilla del sol. Lo que siente es tener ausente a su Esposo, y lo que desea es saber de él, y así le ruega que se lo diga. Y a esta pregunta y ruego responde el Esposo, y dice: "Si no te lo sabes", esto es, si no sabes dónde estoy.

"Hermosa entre las mujeres", es decir, más hermosa que todas.

El hebreo dice otiah que es la postrera parte del pie, que en español llamamos carcañal; y, poniendo el nombre de la causa a su efecto, en este lugar valdría tanto como decir la huella, lo cual puede tener dos entendimientos: que siga el Esposo a su Esposa, o que siga la huella que hallará del ganado, que pasó ya; o que vaya en pos de sus cabritos de ella, los cuales, por la costumbre de otras veces o por el amor o instinto natural que los guía a sus madres, (habemos de entender que, como se suele hacer, habían quedado encerrados en casa y el Esposo traía las madres paciendo por el campo) la pondrían do su Esposo.

Y así añade: "Y apacentarás tus cabritos junto a las cabañas de los pastores"; que es decir te llevarán donde les lleva a ellos su amor y adonde tienen su pasto, que es lugar donde yo estoy con los demás pastores. "Apacientas tus cabritos". Gentil decoro es decir cabritos, porque ordinariamente las mujeres, por ser más delicadas, no las ponen en recios trabajos: si el marido cava, ella quita las piedras; si poda, ella sarmienta; si siega, ella hacina; y así si el marido trae el ganado mayor, ella suele trae el menudo.

El sentido espiritual es decir el Esposo que siga, para hallarle, la huella del ganado, para avisar a las almas de los justos que le desean de dos cosas muy importantes: la una, que para hallar a Dios, aun en las cosas brutas y sin razón, tenemos bastante guía, que, como lo dice en el salmo 18, la grandeza y lindeza del cielo, las estrellas con sus movimientos en tal diversidad, tan concertadas y con tanta orden; los días y las noches con las mudanzas y sazones de los tiempos que siempre vienen tan a tiempo, nos dicen a voces quién sea Dios, para que no quede disculpa ninguna a nuestro descuido. La otra, que el camino para hallar a Dios y la virtud no es el que cada uno por los rincones quisiere imaginar y trazar para sí, sino el trillado ya y usado por el bienaventurado ejemplo de infinitas personas santísimas y doctísimas que nos han precedido.

8. "A la yegua mía en el carro de Faraón te comparo yo, amiga mía."

Con la gentil presencia de su Esposa, concibe el Esposo nuevas llenas de amor, que le hacen dar muestra, por galanas comparaciones, de lo bien que le parece. Hermosa cosa es y llena de gentil brío una yegua blanca y bien enjaezada, cuales son las que hoy día los señores usan en los coches; pues muestra el Esposo en esto la lozanía y gallardía de ver a su Esposa. Y dice "en carro de Faraón", significando por él al rey, la tierra y reino de Egipto, cuyos reyes se llaman así, que quiere decir tanto como vengadores y restauradores, que los antiguos ponían nombre a los ministros de la república, a cada uno conforme a la obra de su oficio. Pues hase de entender que en aquel tiempo eran muy preciados los carros que se hacían en Egipto, y las yeguas para ellos traídas de allá, como parece del libro tercer libro de los Reyes; y Salomón, que es el que habla aquí, como rey riquísimo, tenía en abundancia grande las mejores de todas estas cosas, porque él enviaba por ellas y el rey de Egipto se las enviaba y presentaba.

Ya otra vez he comenzado a decir (y quedará de aquí dicho para otros muchos lugares donde es menester adelante) que aunque toda esta plática que pasa entre Salomón y su Esposa, es como si pasase entre pastor y pastora, pero algunas veces se olvidan de lo que representan y hablan como quien son, como en este lugar, do dice ser suya la yegua, muestra tener coches traídos de Egipto, con gentiles yeguas que los guíen, lo cual no cabe en persona de pastor; como, al revés, otras veces digan cosas ajenas por el cabo ajenas de sus personas, y muy conformes con la afición y pasión que explican y el estilo pastoril que siguen.

9. "Lindas tus mejillas en las perlas; tu cuello en los collares."

" En las perlas"; la palabra hebrea, que es torim, es de varia y dudosa significación. Unos dicen que significa perlas o aljófar enhilado; otros, cadenas de oro delgadas; otros, tortolicas hechas de bulto; y otros dicen que son hilos o torzales que cuelgan. Paréceme que he visto en pinturas y figuras antiguas, en el tocado de las mujeres, en el remate de la toca, si no es lo que cae sobre las orillas desde el principio de las sienes para atrás, cuelgan unos como rapacejos largos hasta la mitad algo más del carrillo. Y, según esto, podemos concertar toda esta diferencia, diciendo que éstos, las personas ricas y principales, las usaban de aljófar o perlas menudas, puestas en hilos o cadenillas delgadas de oro; y que los cabos, así de los unos como de los otros, se remataban en algunos brinquiños o piñas de oro pequeñas, hechas en forma de tortolillas o de otras cosillas semejantes; de arte que torim sea propiamente rapacejos.

Pues como si imaginásemos que la Esposa estaba tocada así, dice el Esposo: "«¡Cuán lindas se descubren tus mejillas entre las perlas, y tu cuello entre los collares!»"; esto es, estáte bien y hermoséate maravillosamente este traje, que es, como dijo uno en una poesía: "«Un bello manto una beldad adorne»". Y es esto propio de las que son hermosas, que todo cuanto se ponen les está bien, les dice como cosa nacida y hecha para su ornamento y servicio; como, al revés, las feas, mientras más se aderezan y atavían, parecen peor.

Aunque es verdad que decir "en las perlas" o "entre las perlas" da ocasión a otro sentido que, a mi juicio, viene bien a propósito, diciendo, no que la Esposa tenía algunos de estos arreos que añadiesen a su hermosura, sino que, al revés, estaba desnuda de ellos, y con todo esto, al parecer y dicho del Esposo, sin comparación estaba muy más hermosa que otra que los tuviese. Porque así, como ya dijimos, en la propiedad de la lengua original, hermosa entre las mujeres es tanto como decir más hermosa que todas las mujeres; así decir "lindas tus mejillas entre las perlas", sea como si dijese «más linda que todas las perlas y aljófares que a otras hermosean, y tu cuello, sin joyeles, es más bello que todas las joyas que suelen hermosear y adornar los de las demás mujeres, esto es, tu belleza vence a otra cualquier belleza, o sea natural o ayudada con artificio».

10. "Zarcillos de oro te haremos con remates de plata."

A lo que decimos responde en el original la misma palabra ya dicha; y así otros trasladan tortolillas, otros cadenillas, es lo que hemos dicho. Y promete el Esposo de mandar hacer las dichas tórtolas y dárselas a la Esposa, o porque le estaban bien, si decimos que usaba de ellas; o, si no las usaba ni tenía, por que las usase y con ellas pareciese mejor. Y viene bien en este lugar significar tórtolas esta palabra, porque es muy usado entre enamorados, en los servicios que hacen a sus amados, darles algunas cosas que tengan sombra y significación de sus afectos; unos de amor, otros de desamor y desesperación, otros de desvíos, y algunos otros de celos. Esto hácenlo escribiendo en los tales dones algunos motetes o letras que tengan el nombre de lo que ellos quieren dar a entender, o poniendo figuras o color alguno que dé a conocer lo que ellos sienten.

Pues así promete el Esposo de dar a la Esposa de aquellos torzalejos de oro en figura de tórtolas, y que tengan los remates, que es el pico y las uñas, de plata; porque demás de ser el presente hermoso con en esta hechura, da a entender el afecto del Esposo, que es un amor perfecto, puesto para siempre en una persona, como lo es el que dos tórtolas, macho y hembra, se tienen entre sí, que, como se escribe, es tan fiel que, muerto el uno, el otro se condena a perpetua viudez.

11. "Cuando estaba el rey en su recostamiento, mi nardo dio su olor."

Responde la Esposa, y en caso de querer bien a su Esposo y demostrarle la afición de su corazón con todas las buenas palabras que el amor puede y sabe, no le quiere dar la ventaja; y así, al principio del amor tierno, cuenta un gran regalo que hizo a su Esposo, "cuando estaba", dice, "el rey en su reposo".

" Cuando estaba", dice, esto es, cuando estuviere, según la propiedad hebrea que hemos dicho, "el rey en su reposo". La palabra hebrea, que es mesab, quiere decir recostamiento o en derredor, que, según los doctores hebreos, en este lugar es lo mismo que convite, porque, conforme al uso antiguo, comían recostados y puestos a la redonda porque era así la forma de las mesas.

Nardo es una raíz bien olorosa que ahora se trae de la India de Portugal, de la cual escribe Plinio y Dioscórides, que es conocida y usada en las boticas. Y de ésta principalmente y de otras cosas aromáticas se solía hacer una suave y gentil confección de suave olor con que se rociaban la cabeza y manos los antiguos, que los griegos llaman nardina, y los hebreos, por el mismo nombre de la raíz, la dicen néred. Galeno hace mención de ella; y en el Evangelio de San Juan se dice que la Magdalena derramó un bote de nardo preciosísimo sobre la cabeza y cara de Jesucristo.

Juntamente con esto se ha de advertir que entre la gente hebrea se usaba rociar con este licor a los convidados, cuando eran personas ricas y principales, o a quien se deseaba y debía hacer todo regalo y servicio, por ser cosa de grande precio y estima, demás de ser muy suave y apacible. Como parece claramente en el capítulo séptimo de San Mateo, donde, defendiendo Cristo a la mujer pecadora que, puesta a sus pies, los lavó con lágrimas y los roció con este ungüento, dice al fariseo que le había convidado a comer: «Esta ha hecho lo que tú debías de hacer en ley de buena razón y costumbre, y no lo hiciste. Convidásteme, dice, y no rociaste mi cabeza con ungüento oloroso, y ésta roció mis pies». Con esto quedan claras las palabras de la Esposa, que hacen significación del gran gozo y contento que tiene en sí, por el servicio que ha de hacer a su Esposo: hizo «cuando estaba, dice, el mi rey en su banquete, yo le rocié todo con los mis olores». Y por esto dice que "el nardo dio su olor", el cual entonces se siente más cuando el licor se esparce.

12. "Manojuelo de mirra el mi Amado a mí, morará entre mis pechos."

Como es cosa hermosa y amada de las doncellas un ramillete de flores, o de otras cosas semejantes olorosas, que lo traen siempre en las manos y lo llegan a las narices, y por la mayor parte le esconden entre sus pechos, lugar querido y hermoso, tal dice que es para ella su Esposo, que por el grande amor que le tiene le trae siempre delante de sus ojos, puesto en sus pechos y asentado en su corazón.

Mirra es un árbol pequeño que nace en Arabia, en Egipto y Judea, el cual, hiriendo su corteza a ciertos tiempos, destila la que llamamos mirra; las hojas y flor de este árbol huelen muy bien, y de éstas habla la Esposa.

13. "Racimo de Cofer mi Amado a mí."

Gran diferencia hay en averiguar qué árbol sea este que aquí se llama cofer, el cual unos trasladan cipro, como es San Jerónimo, y entiende por él un árbol llamado así, y no a la isla de Chipre, como algunos incongruentemente declaran. Otros trasladan alcanfor o alheña; otros dicen que es un cierto linaje de palma. Cierto es ser especie aromática y muy preciosa, y entre tanta diversidad, lo más probable es ser hoy el cipro árbol de olorosísimo olor, de quien hacen mención Plinio y Dioscórides, el cual crece en Palestina, en Engaddi, que es lugar junto al mar Muerto, como se lee en Josefo, donde hay las vides que llaman el bálsamo, y por esto añade "en las viñas de Engaddi".

Responde el Esposo, y dice:

14. "¡Ay, cuán hermosa, Amiga mía! Tus ojos de paloma".

Todo esto es como una amorosa contienda en la cual cada uno procura de aventajarse al otro en decirle amores y requiebros. Loa, pues, la hermosura de la Esposa, que, a su parecer, era sumamente bella, y declara ser grande su belleza, usando de esta repetición de palabras, que es común en la Escritura, diciendo: "Hermosa eres, Amiga mía, hermosa eres"; como si dijera: Hermosa, hermosísima eres.

Y porque una gran parte de la hermosura está en los ojos, que son espejo del alma y el más noble de sus sentidos, y que ellos solos, si son feos, bastan para afear el rostro de una persona por más gentiles facciones que tenga, por eso particularmente, después de haber loado la belleza de su Esposa en general, dice de sus ojos que son como de paloma. Las que vemos por acá no los tienen muy hermosos, pero sonlo de hermosísimos las de tierra de Palestina, que, como se sabe por relaciones de mercaderes y por unas que traen de Levante, que llaman tripolinas, son muy diferentes de las nuestras, señaladamente en los ojos, porque los tienen grandes y llenos de resplandor y de un movimiento bellísimo, y de un color extraño que parece fuego vivo.

15. "¡Ay, qué hermoso, Amado mío!"

Responde la Esposa y págale en la misma moneda a su Esposo, conociendo y publicando la hermosura que hay en él; y porque la belleza está asentada no solamente en la exterior muestra de la buena proporción de los miembros y escogida pintura de naturales colores, mas también y principalmente tiene su silla en el alma, y porque esta parte de la hermosura del alma se llama gracia, y se muestra de fuera y se da a entender en los movimientos de la misma ánima, como son andar, mirar, hablar, reír, cantar, y los demás, los cuales todos en lengua toscana generalmente se llaman belleza, de tal manera que sin esta la otra del cuerpo es una frialdad sin sal y sin gracia, y menos digna de ser amada que lo es una imagen, como se ve cada día; y así por esta causa la Esposa para loar perfectamente a su Esposo le dice: "Y tú, hermoso".

En el hebreo está una palabra en estos dos lugares del Esposo y de la Esposa, que en latín se interpreta ecce, y es voz que en esta parte da muestra de grande afecto y regocijo del que habla; como uno que, estando contemplando la beldad de su amada, no cabe en sí ni puede detener el ímpetu de la alegría que le bulle dentro, y dice: "«¡Ay, cómo eres hermosa!»" u otra tal razón del impetuoso afecto; la cual no se puede pintar al vivo con la escritura, porque el dibujo de la pluma sólo llega a lo que puede trazar la lengua, la cual es casi muda cuando se pone a declarar alguna gran pasión. Y es como si dijera: «Amado mío, no eres hermoso solamente, sino también dulce, y tú no solo, sino todas tus cosas: la casa rica y hermosamente edificada, la cama florida; al fin, todo es lindo y tú más que ello».

Y en decir "también nuestro lecho florido", como encubiertamente le convida a que se venga a estar con ella, que es deseo que se sigue ordenadamente después del bien que concibió de su Esposo, en decir aquellas palabras: "¡Ay, qué hermoso eres, Amado mío! El teco de ciprés" las tablas o artesones que cargan sobre las vigas, que eran, según dicen, de cedro.

En el espíritu de la letra se declara el deseo de las ánimas que aman a Dios, pero son imperfectas en la virtud, porque desean traerle y gozarle en su casa y en su lecho, esto es, donde tienen su descanso y sus riquezas y su contento; mas llámalas Dios y procura sacallas de este regalo, como adelante veremos.