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Cantar de los cantares: Capítulo 3 declaración

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Cantar de los cantares
de Fray Luis de León
Capítulo 3 declaración

1. "En el mi lecho en las noches."

Natural conocida cosa es a las mujeres desposadas que bien aman a sus esposos, que en faltándoles de noche de su casa, les viene mala sospecha, o que no les aman o que aman a otras; y algunas hay que les da tanto atrevimiento esta pasión, que les hace querer tener en todo tiempo presente al que aman, y en las noches mucho más; parte, porque como el sosiego de la noche de su natural desembaraza los sentidos de otras cosas que los distraen, ocúpase el ánima toda en el pensamiento del que ama y enciéndese más el amor; y parte porque crecen los celos pensando que se ayuda de la noche para alguna travesura; y los recelos de temer no le acontezca algún peligro de los muchos que suelen acaecer y acarrean las tinieblas. Esta pena que es mezclada de amor y celos escarba el corazón y le abrasa tanto que llega algunas veces a sacar a una pobre, flaca y temerosa mujer de su casa, que olvidando su temor y condición, de noche y a solas, ronda las calles y plazas, y no se satisface con menor diligencia. La cual pasión vehemente se declara en esta letra, además de los ejemplos que cada día se ven de esto.

Y porque, como hemos dicho, el amor bueno ni teme peligro ni para en ningún inconveniente, dice:

Levantarme he agora, y cercaré por la ciudad y plazas y por los lugares anchos buscaré al que ama mi alma. Búsquele, y no le hallé.


Lugares anchos llama a los públicos, que por el mayor concurso de gentes se edifican siempre más anchos y espaciosos que los otros. Cuenta en esto Salomón no lo que en hecho pasó por su Esposa, que no es cosa que pudo pasar, sino lo que podía acontecer, y está bien que acontezca a una persona común como una pastora perdida de amores por su pastor, cuyas palabras imita; que es una ficción muy usada entre poetas decir, como he dicho, no lo que se hace, sino lo que el afecto de que hablan pide que se haga, fingiendo para ello personas que con más encarecimiento y más al natural lo podían hacer. Y así lo hace aquí Salomón.

"Levantarme he". Gran fuerza de amor es ésta, que ni la noche, ni la soledad, ni los atrevimientos de hombres perdidos, que en tales tiempos y lugares suelen tomar licencia pudo estorbar a la Esposa de que no buscase a su deseo.

Según el espíritu, se entiende de aquí el engaño de los que piensan hallar a Dios, descansando, y lo mucho a que se ha de arriesgar el que de veras le busca.

Dice:

2. "Encontráronme los guardas, los guardas que rondan la ciudad".

No se espanta ni se enflaquece el amor por ningún poder humano; y el que es verdadero no trata de encubrirse de nadie, ni de buscar colores para que los otros no lo entiendan; y así la Esposa, en viendo a las rondas, les pregunta: "¿Visteis por ventura al que ama mi alma?" Vense aquí dos muy grandes efectos de amor: el uno, que ya queda dicho, que no se recata de nadie ni se avergüenza de mostrar su pasión. El otro es una graciosa ceguedad que trae consigo, y es general en todo grande afecto, en pensar que con decir «¿visteis a quien amo?», estaba ya entendido por todos como por ella quién era aquel por quien preguntaba.

No dice lo que respondieron, de donde se entiende no le haber dado buen recaudo a su pregunta; porque las gentes, divertidas en varios y diversos pensamientos, como son los públicos, saben poco de esto que es amor con verdad; y porque, según la verdad del espíritu que aquí se pretende, toda la alteza del saber y prudencia humana, en cuya guarda y conservación viven los hombres, jamás alcanzaron a dar ciertas nuevas de Jesucristo.

3. "A poco que me aparté de ellas anduve hasta que hallé al Amado de mi alma."

No pierde la esperanza el amor, aunque no halle nuevas de lo que busca y desea, entonces se enciende más; y así la Esposa anduvo, y halló por sí lo que no supieron mostrarle las otras gentes. Y dice que le halló a poco tiempo que se apartó de las rondas de la ciudad; que, según el espiritual sentido, es cosa de grande admiración y de considerar, que antes le había buscado mucho y no le halló, y en apartándose de las guardas y de la ciudad luego le halló. En que se entienden que en las cosas más desesperadas y cuando todo el saber e industria humana se confiesa por más rendida, está Dios más presto aparejado para nuestro favor. Y juntamente con esto se ve la razón por qué muchos buscan a Cristo muy luengamente por muchos días y con grandes trabajos no lo hallan, hallándolo otros con más brevedad; que es porque le buscan, no donde Él está y no le hallan los ostros ni quiere, sino donde ellos gustan de hallarle, sirviéndole en aquellas cosas de que ellos más gustan y les coge más en gracia, por ser conformes a sus inclinaciones y particulares juicios.

" Asile, y no le dejaré hasta que le meta en casa de la mi madre, y en la cámara del que me engendró." No es amor el que viendo al fin de su deseo, en alcanzando la voluntad del que ama se entibia y desfallece, que el bueno y verdadero de allí crece hasta venir a su más alto y perfecto grado; lo cual se declara en la casa de la Esposa, y en la cámara de su nacimiento, esto es, reposo y perfecta posesión que trae consigo el acabado y perfecto y encendido amor. Llama a su casa, no suya, sino de su madre, y "cámara de la que la engendró", imitando en esto la común manera de hablar de las doncellas, que se usa también en nuestra lengua castellana, como se ve en diversos cantares.

4. "Conjúroos, hijas de Jerusalén".

Esto dice aquí la Esposa con palabras semejantes a las que el Esposo antes había dicho. Hablando de ellas entendemos que era de noche, y le traía, después de muy buscado, para que reposase en su casa, y así ruega a la gente de ella que no le quiebren el sueño.

5. "¿Quién es esta que sube?"

Desde aquí hasta el fin del capítulo hablan los compañeros del Esposo, festejando con voz de admiración y de loor a los nuevos casados; que es declarar el alegría de los ciudadanos de Jerusalén, y las palabras que conforme a ello se pudieron decir, cuando la hija de Faraón entró la primera vez en la ciudad y se casó con Salomón.

Así que esto no trae mucha dependencia con lo de arriba, antes parece que Salomón aquí, respondiendo al cuento que llevaba enhilado, se pone a relatar cosas diferentes de aquellas, o ya muy pasadas, que suelen dar mucha gracia a las escrituras semejantes de ésta. Si no queremos decir que todo lo que se ha dicho hasta aquí responde al tiempo que medió entre los conciertos hasta que se celebraron las bodas de los reyes; en el cual, como suele acaecer, es de creer que hubo muchas demandas y respuestas de la una parte a la otra, muchos deseos, nuevos afectos y nuevos sentimientos, los cuales se han declarado hasta aquí por la figura y rodeos que habemos dicho y visto.

Pues dice: "¿Quién es esta que sube del desierto?" Porque los había muy grandes entre Egipto, de donde venía la Esposa, y la tierra de Judea; porque se finge, como dicho es, que ella vido a su Esposo en el campo, y de allí vienen juntos, que, como después diremos, muchas veces el campo es llamado desierto.

" Como columna de humo": cosa sabida es, así en la Escritura Sagrada como por las profanas, que la gente de Palestina y de sus provincias comarcanas, por la calidad de la tierra, usaban de muchos y preciosos olores. Pues compara a la Esposa a la columna de humo, que llama al humo así por la semejanza que tiene con ellas, cuando de algún perfume o de otra cosa que se queme, sube en alto seguido y derecho. Con la cual comparación no la loa tanto de bien dispuesta y de gentil cuerpo, que esto más adelante se hace copiosamente, cuanto de la fragancia y excelencia de olor que trae consigo, y que iguala al más preciado y mejor perfume. Y así dice: "Como columnas de humo oloroso y oloroso perfume de mirra".

6. "¿Veis, el lecho suyo, que es el de Salomón?"

Deja de decir de la Esposa, y vuelve a loar el palacio y atavíos de cama y doseles de Salomón, que es desconcierto que da mucha gracia en semejantes poesías; porque responde a la verdad de lo que acontece a los miradores de semejantes fiestas, que pasan la vista y los ojos de unas en otras cosas muy diversas, sin guardar en esto ninguna orden ni concierto; y como el gusto y sabor de mirar les desconcierta los ojos, así el alboroto del corazón alegre, cuando declara por palabras su regocijo y trae sin orden ninguna a la boca mil diferencias de cosas, por eso dice: "Veis el lecho de Salomón", que es decir riquísimo y hermosísimo. Y que para muestra de grandeza y para mayor seguridad de los que en él descansan, velan junto a él mucha gente de armas, como es costumbre de reyes, y así dice:

7. " Sesenta poderosos en su cerco; de los más poderosos de Israel; todos ellos tienen espadas y son guerreadores sabios"; esto es, saben de guerra, que es decir son escogidos en fuerzas y saben de armas, y son bien proveídos de ellas y diestros en ellas para defenderse.

"La espada de cada uno sobre su muslo", que es el asiento de la espada, "por el temor de las noches", esto es, por los peligros que entonces suelen acontecer y se temen; para que se entiendan la mucha guarda que pone Dios en que nadie rompa el reposo de los que en él descansan.

8. "Litera hizo para sí Salomón de maderas de Líbano."

9. "Las columnas hizo de plata, su recodadero de oro, la silla de púrpura y, por el entremedio, amor por las hijas de Jerusalén."

Pensaba decir del trono real con palabras de regocijo y admiración. Como diciendo: pues ¿qué me diréis del trono que ha edificado para sí, en quien la hermosura compite con la riqueza, que todo él es hecho de plata y oro y de púrpura, por extraña labor y manera?

Lo que dice, "y en medio cubierto con amor", la palabra, rachup, quiere también decir encendido; que es decir, todo él con hermosura y riqueza encendía en amor y codiciosa afición a las hijas de Jerusalén, esto es, a todos los ciudadanos de aquel lugar, que, mirando tan rica y excelente obra, la codiciaban.

Pero toda esta belleza era menos, a la que mostraba el señor de todas estas obras en sus vestidos y disposición. Y así dice:

10. "Salid y ved, hijas de Sión, al rey Salomón con la corona con que le corona."

Corona significa «gracia»; en la Escritura Sagrada «reino y mando», por ser tal la insignia de los reyes. Dice que se la dio su madre, porque Bersabé, madre de Salomón, como parece en el segundo Libro de los Reyes, por su discreción y buena industria, alcanzó de David que, entre otros muchos hijos que tuvo, señalase por sucesor a Salomón en todos sus reinos y señoríos.

O corona es (y esto no me parece menos bien) todo género de atavío y traje galano y de buen parecer, y que agracia al que lo trae, como la guirnalda, que hace al que la trae en la cabeza agraciado. Como el mismo Salomón en el capítulo primero de los Proverbios, amonestando al mozo bozal a que diese atención y creyese a sus palabras, le dice que el hacello así le será «corona de gracias», conviene a saber, agraciada y hermosa para su cabeza; esto es, le estará tan bien al alma cuanto cualquiera otro traje hermoso al cuerpo, por galán y gentil que fuese. Pues cosa sabida es que el día de las bodas es el día de las galas.