Ir al contenido

Cantar de los cantares: Capítulo 4 declaración

De Wikisource, la biblioteca libre.
Cantar de los cantares
de Fray Luis de León
Capítulo 4 declaración

1.- "¡Ay, qué hermosa te eres, Amiga mía, ay, qué hermosa!"

Este capítulo no trae dependencia alguna de lo que arriba se ha dicho, porque todo él es un loor lleno de requiebro y gracia que da el Esposo a su Esposa, particularizando todas sus facciones, encareciendo la hermosura de ellas por comparaciones diversas. En que hay gran dificultad, no tanto por ser la mayor parte ajenas y extrañas de nuestro común uso y estilo, y algunas de ellas contrarias, al parecer, de todo lo que quieren declarar. Si no es, como ya dije, que en aquel tiempo y en aquella lengua todas estas cosas tenían gran primor; como en cada tiempo y en cada lengua vemos mil cosas recibidas y usadas por buenas, que en otra lengua o en otro tiempo no las tuvieran por buenas. O decir, lo que tengo por más cierto, que, como todo este canto sea espiritual, y los miembros de la Esposa que en él se loan sean varias y diferentes virtudes que hay en los hombres justos, explicadas por miembros y partes corporales, la comparación, aunque desdiga de aquello de quien se hace al parecer, dice muy bien y cuadra mucho con la hermosura del ánimo que debajo de aquellas palabras se significa.

Pues comienza el Esposo como maravillándose de la excesiva hermosura de la Esposa, y diciendo una vez y repitiendo otra, por mayor confirmación y demostración de lo que siente: "¡Ay, qué hermosa eres, Amiga mía! ¡Ay, qué hermosa!" Y porque no se pueda sospechar que la afición lo ciega, ni se satisface con decillo así a bulto, desciende en particular por cada cosa, y comienza por los ojos, que son, como dicen los sabios, donde más se descubre la belleza o torpeza del ánima interior, y por donde entre las personas más se comunica y enciende la afición.

"Son", dice, "como de paloma tus ojos". Ya dijimos la ventaja grande que hacen las palomas de aquella tierra a las de ésta, señaladamente en esto de los ojos, y como se ve en las que llamamos tripolinas, parece que les centellean como un vivo fuego y echan de sí sensiblemente unos rayos de resplandor; y ser así los de la Esposa, es decille lo que los enamorados a las que aman dicen comúnmente: que tienen llamas en los ojos y que con su vista les abrasan el corazón.

" Entre tus guedejas". En la traslación y exposición de esto hay alguna diferencia entre los intérpretes. La voz hebrea chamah, que quiere decir «cabellos o cabellera», es propiamente la parte de los cabellos que cae sobre la frente y ojos, que algunas los suelen traer postizos, y en castellano se llaman lados. San Jerónimo, no sé por qué fin, entendió por esta voz «la hermosura encubierta», y así traduce: "Tus ojos de paloma, demás de lo que está encubierto"; en que no solamente va diferente del común sentido de los más doctos de esta lengua, pero también en alguna manera contradice a sí mismo, que en el capítulo 47 de Isaías, donde está la misma palabra, entiende por ella «torpeza y fealdad», y así la traduce.

Como quiera que sea, lo que he dicho es lo más cierto, y ayuda a declarar con mejor gracia el bien parecer de los ojos de la Esposa mostrándose entre los cabellos (algunos de los cuales desmandados de su orden los cubrían a veces) y con su temblor, les hacían parecer que echaban centellas de sí como dos estrellas. Y siendo, como se dice ser, los hermosos ojos, matadores y alevosos, dice graciosamente el Esposo que de entre los cabellos, como si estuvieran puestos en celada, le herían con mayor fuerza y más a su salvo hacían más ciertos sus golpes.

Dice más: "Tus cabellos como un rebaño de cabras." San Pablo confiesa que el cabello en la mujer es una cosa muy decente y hermosa; cierto, es una gran parte de la que el mundo llama hermosura. Y por esto el Esposo, después de los ojos, ninguna cosa trata primero que del cabello, que cuando es largo y espeso y bien rubio, es lazo y gran red para los que se ceban de semejantes cosas. Lo que es de maravillar aquí es la comparación, que al parecer es grosera y muy apartada de aquello a que se hace. Fuera acertada si dijera ser como una madeja de oro, o que competían con los rayos del sol en muchedumbre y color, como suelen hacer nuestros poetas. En esto ya he dicho lo que siento y particularmente aquí digo que si se considera, como es razón, no carece esta comparación de gracia y propiedad, habido respeto a la persona que habla y a lo que especialmente quiere loar en los cabellos de esta Esposa. El que habla es pastor, y para haber de hablar como tal no puede ser cosa más a propósito que decir de los cabellos de su amada que eran como un gran hato de cabras, puestas en la cumbre de un monte alto; mostrando en esto la muchedumbre y color de ellos, que eran negros y relucientes como lo son las cabras que pacen en aquel monte. Señaladamente digo negros, porque de aquella color eran muy preciados entre las gentes de aquella tierra y provincia, como lo son ahora en muchas partes, según que diremos después. Pues dice así: como las cabras esparcidas por la cumbre del monte Galaad le adornan y hace que parezca bien, el cual sin ellas parece un peñasco seco y pelado, así los cabellos componen y hermosean su cabeza con gentil color y muchedumbre.

Semejante es la comparación que se sigue:

2. "Tus dientes, como un hato de ovejas trasquiladas, que salen de bañarse."

Esta comparación, demás de ser pastoril, y por la misma causa muy conveniente a la persona que la dice, es galana y digna, de gran significación y propiedad al propósito a que se dice. La bondad y gentileza de los dientes está en que sean debidamente menudos, blancos, iguales y bien juntos, lo cual todo se pone en esta comparación como delante de los ojos: el estar juntos y ser menudos, en decir que son como un hato de ovejas, que van así, siempre apiñadas; la blancura, porque salen de bañarse; y la igualdad, en decir que no hay enfermiza ni estéril en ellas. Basta la fealdad sola de la boca para hacer fea a una mujer, aunque todo el rostro sea hermoso y la boca fea; ninguna cosa le afea más que los malos dientes. Así que en esta parte la Esposa queda bien loada.

Donde decimos trasquiladas la palabra hebrea es kechubot, que viene de kachab, que es cortar por regla y a la iguala, y así quiere decir trasquiladas a una misma medida y regla, y del todo iguales, que declara la igualdad de los dientes que he dicho, a que se compara el estar juntos y ser menudos, en decir que son como un hato de ovejas, que van así siempre juntas y apiñadas.

De los dientes sale a los labios, que para ser hermosos han de ser delgados, y que viertan sangre, lo cual así lo uno como lo otro declaró maravillosamente diciendo:

3. "Como hilo de carmesí tus labios"; añade luego, "y el tu hablar polido".

Lo cual viene muy natural con los labios delgados, como cosa que se sigue una de otra. Porque, según dice Aristóteles, en las reglas de conocer calidades de un hombre por sus facciones, los labios delgados son señal de hombre discreto y bien hablado, y de dulce y graciosa conversación.

Como cacho de granada tus sienes entre tus guedejas.


Compara las sienes, que en una mujer hermosa lo suelen ser mucho, a cacho de granada, o por mejor decir, a granada partida, por la color de sus granos, que es mezclada de un blanco y de un colorado o encarnado muy sutil, cual es la color que se ve en las sienes delicadas y hermosas, que por la sutileza de la carne y cuero que hay en aquella parte y por las venas que a esta causa se juntan, se descubren más allí que en otra parte, se tiñe lo blanco y da gran contentamiento a los que la miran.

Las sienes en hebreo se llaman rakah, que es como decir flacas y delgadas, porque lo son más que ninguna otra parte del cuerpo.

" Entre sus guedejas", esto es, que se descubren y echan de ver entre los cabellos.

4. "Como torre de David".

Compara el cuello de la Esposa a una torre mostrando en esto que es largo y derecho y de buen aire, que es en lo que consiste ser hermoso.

Pero hay gran diferencia en lo que se le añade, "puesta en el cerro o collado", que la palabra hebrea se declara diversamente por diversos autores. Unos dicen que es «collado o lugar alto»; otros, «cosa que enseña el camino a los que pasan»; y otros dicen ser lo mismo que «cerca o barbacana», y todo aquello con que se fortalece alguna cosa. Y cierto es que se halla en esta significación en el libro de Josué, en el capítulo once, adonde se dice que Josué dejó en pie no solo las ciudades que había conquistado por fuerza de armas, pero todas aquellas que estaban bien cercadas y fortalecidas, las cuales dicen por la palabra hebrea ya dicha.

Lo que a mí me parece más acertado en este lugar, para abrazar todas estas diferencias ya dichas, es trasladar así: "Tu cuello como torre de David puesta en atalaya"; que es decir en lugar alto y fuerte, y que sirve de descubrir los enemigos, si vienen, y mostrar el camino a los que pasan; y por el oficio de que sirve y el sitio que tiene, de necesidad ha de ser cosa fuerte. Dice "de David", que es decir de las que edificó David. Y no hace la comparación en torre edificada en llano, sino en la que está puesta en atalaya y lugar alto, porque lo está así el cuello sobre los hombros.

" Mil escudos cuelgan de ella", esto es, de la torre.

" Todos escudos de valientes". Que es de gente de armas que está allí de guarnición. En esto de los escudos no es menester decir que se hace comparación al cuello o alguna parte de él, sino como hizo mención de la torre, es un divertirse a contar algunas condiciones de ella, aunque no venga mucho con el propósito que espiritualmente se trata; lo que es una cosa muy usada y muy graciosa en los poetas. Si no queremos decir que los escudos colgados de la torre responden a las cadenas y collares que hermoseaban el cuello de la Esposa, así como a la torre de los escudos.

5. "Tus dos pechos, como dos cabritos mellizos, [que están] paciendo entre las azucenas."

No se puede decir cosa más bella ni más a propósito que comparar las tetas hermosas de la Esposa a dos cabritos mellizos, los cuales, demás de la ternura que tienen por ser cabritos y de la igualdad por ser mellizos, y demás de ser cosa linda y apacible, llena de regocijo y alegría, tienen consigo un no sé qué de travesura y buen donaire, con que llevan tras sí y roban los ojos de los que los miran, poniéndoles afición de llegarse a ellos y de tratarlos entre las manos; que todas son cosas muy convenientes y que se hallan así en los pechos hermosos a quien se comparan.

Dice que "pacen entre las azucenas", porque con ser ellos lindos, así lo parecen más; y queda así más encarecida y más loada la belleza de la Esposa en esta parte.

6. "Hasta que sople el día y huyan las tinieblas voyme".

" Soplar el día y huir las sombras" ya he dicho ser rodeo con que se declara la tarde. Pues dice ahora el Esposo que se va a tener la siesta y a pasar el día hasta la tarde entre los árboles de la mirra y del incienso, que es algún collado donde se crían semejantes plantas, que las hay muchas en aquella tierra. Y el decirle esto agora después de tantos y tan soberanos loores con que le ha loado, es convidalla abiertamente a que se vaya con él. Mas vuelve luego la afición y torna a loar las perfecciones de su Esposa, que son mudanzas muy propias de amor; y dice como en una palabra todo lo que antes había dicho por tantas y por en tan particular de toda su hermosura.

7. "Falta no hay en ti."

Que aunque no lo dice por palabras, porque las de los muy aficionados siempre son cortas, dícelo con el afecto, y es como si dijese: ¿Mas cómo me apartaré de ti, Amiga mía, o cómo podré estar un punto sin tu presencia, que eres la misma belleza, y toda tú convidas y fuerzas a los que te ven a que se pierdan por ti? Por tanto, dice, vamos juntos, y si es grande atrevimiento y pido mucho en pedirte esto, tu extremada y jamás vista belleza, que basta a sacar de su seso a los hombres, me disculpa.

Demás de esto dice que nos volveremos juntos por tal y tal monte, donde verás cosas de gran contento y recreación para ti; que es aficionarla más a lo que pide con las buenas calidades del lugar, diciendo:

8. "Conmigo del Líbano, Esposa, te vendrás."

Líbano aquí no es el monte así llamado, de donde se trajo la madera para el templo y casa de Salomón, de que se hace mención en los Libros de los Reyes, que este no estaba en Judea; sino es lo que en los mismos libros se llama saltus Libani, «el bosque del Líbano», llamado así por los reyes de Jerusalén, por alguna semejanza que tenía en árboles, o con alguna otra cosa, con aquel monte.

9. "Robaste mi corazón, hermana mía".

También esto es a propósito de persuadille lo mismo: que se vaya con él por el amor que le tiene; y porque le es a él imposible hacer otra cosa, como aquel que está preso, y encadenado de sus amores. Que es como si dijese: «Pues yo soy tuyo más que mío, no es justo que te desdeñes de mi compañía; y si el campo y recreación con que te he convidado, no basta para que te quieras venir tras mí, sabe que yo no me puedo apartar de ti ni un solo punto, no más que de mi misma alma; la cual tienes en tu poder, porque con los ojos robaste mi corazón, y con la menor cadena de las que te adornan tu cuello, me tienes preso».

Y de aquí torna a relatar, loando y usando de comparaciones nuevas, las gracias y la hermosura de la Esposa; por el fin, ya dicho, que es demostrar que no puede ir sin ella, y obligarla así que le siga. Si no queremos imaginar y decir que salió ya y se fue con él, y así juntos y a solas y cogiendo el fruto de sus amores, encendido el Esposo, como es natural, con un nuevo y encendido y más vivo amor, y lleno de un increíble gozo, habla con mayor y más particular dulzura y regalo. Que esto experimentan cada día las almas aficionadas a Dios, que cuando por secreto e invisible amor les comunica su gracia, derretidas sus almas de amor, se requiebran con Él y se desentrañan, diciendole mil regalos y dulzuras de palabras.

Y esto viene muy bien con lo que se sigue:

10. "¡Cuán lindos son tus amores!"

Que es como si junto con ellos y enterneciéndose en su amor, le dijese: «¡Hermana mía, querida y dulcísima Esposa!, más alegría me pone amarte, que es la que pone el vino a los que con más gusto le beben. Tus ungüentos y aceites, que son las algalias y los demás olores que traes contigo, vencen a todos los del mundo; en ti, y por ser tuyos, tienen un particular y aventajado olor. Tus palabras son todas miel, y tu lengua parece que anda bañada toda en leche y miel; y no es sino dulzura, gracia y suavidad todo lo que sale de tus labios. Hasta tus vestidos, demás que te están bien y adornan maravillosamente tu gentil persona, huelen tan bien y tanto, que pareces con ellos al bello monte Líbano, donde tanta frescura hay, así en la vista de las verdes y floridas plantas como en los suaves olores que el aire mezcla»; porque en aquel bosque, como hemos dicho, había plantas de grande y excelente olor. Que todo lo demás ya está declarado por lo que se ha dicho en otros lugares antes de éste.

" Huerto cercado". Prosigue en su requiebro el rústico y gracioso Esposo, y aunque pastor, muestra bien la elocuencia que aprendió en las escuelas del amor. Así, con una semejanza y otra alaba la belleza extremada de su Esposa, y declara agora así enteramente y a bulto, toda su gracia, frescura y perfección, lo cual había hecho antes de agora, particularizando cada cosa por sí. Que dice que toda ella es como un jardín cerrado y guardado, lleno de mil variedades de frescas y preciosas plantas y yerbas, parte olorosas, parte sabrosas a la vista y a los demás sentidos; que es la cosa más cabal y más significante que se pudo decir en este caso, para declarar del todo el extremo de una hermosura llena de frescor y gentileza.

Y añade luego otra semejanza, diciendo que es así agradable y linda, como lo es y parece una fuente de agua pura y serena, rodeada de hermosas yerbas y guardada con todo cuidado, porque ni los animales ni otra alguna cosa la enturbie. Las cuales dos comparaciones propónelas desde el principio como en suma, y luego prosigue cada una de ellas por sí más extendidamente, diciendo:

12. "Huerto cercado".

"Huerto cercado", esto es, guardado de los animales, que no le dañen, y tratado con curioso cuidado; que donde no hay cerca, no se puede guardar jardín; ni menos al amor que vive sin aviso y sin recato no hay que pedille planta alguna ni raíz de virtud.

"Hermana mía, Esposa, eres tú huerto cercado". Repítelo segunda vez para encarecer más la significación de lo que dice. Y fuente sellada, que es cercada con diligencia, para que nadie enturbie su claridad.

" Tus plantas", esto es, las lindezas y grandezas innumerables que hay, Amiga mía, en este tu huerto que eres tú, son como jardín de granadas con frutos de dulzuras, que es decir dulces y sabrosas cuales son las granadas. Adonde también hay cipro y nardo con los demás árboles olorosos. Y pone un gran número de ellos, de arte que viene a ser un deleitoso jardín el cual pinta. Y tal dice que es su Esposa; tal su belleza y gracia; toda ella y por todas partes y en todas sus cosas, graciosa, amable y alindada, como es el jardín a que la compara; que ni hay en él parte desaprovechada ni por cultivar que no lleve algún árbol o yerba que la hermosee; ni de los árboles o yerbas que tiene, hay alguna que no sea de grande deleite y provecho, como diremos de cada una.

Que, según la verdad del espíritu, es mucho de advertir que en el justo y en la virtud están juntos provecho y deleite y alegría con todos los demás bienes, sin haber cosa que no sea de utilidad y valor; y que no sólo tiene y produce fruto que deleite el gusto y con que deleite su vista, sino también posee de hojas y olor de la buena fama con que recree y sirva al bien de su prójimo. Como lo declara maravillosamente el real profeta David en el primer salmo, adonde dice del justo que es como el árbol plantado en las corrientes de las aguas, que da fruto a su tiempo, que está siempre verde y fresco, sin secarse jamás la hoja. Y señaladamente es de advertir que todos estos árboles de que hace mención son de hermosa vista y excelente olor; por lo cual queda confundido el desatino de los que dicen que las ceremonias y obras exteriores no son necesarias con la fe, porque lo son mucho para la salud del alma del justo, con la fe que está escondida en ella y es gran disparate no hacer mucho caso de las buenas y loables obras y muestras de fuera, que son las hojas y el olor que edifica a los circunstantes.

Cipro. Dioscórides en el capítulo 41 del libro primero pone dos maneras de él: uno que se trae de la India oriental, es una raíz y semejante al jengibre, y de esto no se habla aquí. El otro, que es de quien aquí se hace mención, es un género de junco de alto dos codos, cuadrado o triangulado, que a la raíz tiene unas hojas largas y delgadas, y en lo alto hace una mazorca llena de menuda flor, y es aromático y de grandes provechos; críase junto a lagunas y lugares húmedos, y señaladamente se crían en Siria y en Cilicia, y en español llaman «juncia de olor» o «avellanado», y en latín iuncus odoratus.

Nardo; yerba es por el semejante olorosa y provechosa, de ella hay algunas diferencias; y una de ellas se da muy bien en Siria y Palestina, según dice Dioscórides. En España en algunas partes se llaman azúmbar.

Canela y cinamomo. Canela es lo que los griegos llaman casia. Galeno dice que el cinamomo tiene una suavidad de olor que no se puede explicar; y es cosa cierta que el cinamomo es una cosa más delicada en sabor y olor, y de más precio que la casia, aunque se parecen en muchas cosas; y lo uno y lo otro se trae hoy día de la India de Portugal, y según parece son diferencias de canela, mejor y más buena.

En el original hebreo, donde yo volví canela dice kaneh, que algunos trasladan calamus aromaticus, que es otra yerba diferente de la casia y del cinamomo, como parece por Dioscórides y por Plinio, que se da en Siria, semejante algo a la juncia de olor; que es más olorosa que ella, y, quebrada, no se troza, sino levanta astillas. El cinamomo que puse está en hebreo kinamón, que los doctores de la lengua dicen que es cinamomo.

Mirra tómase aquí por el árbol de donde se saca, del cual dice Plinio, es alto de cinco codos y algo espinoso, y herida su corteza destila de él una gota a quien se da el nombre del mismo árbol. Sándalo está en hebreo jalot, por donde algunos traducen áloe o acíbar, llevados del sonido de la voz; en lo cual se engañan grandísimamente, porque el acíbar no se cuenta entre los árboles, sino entre las plantas, y es una planta pequeña de un tronco y de una raíz y de las hojas gruesas, por lo cual otros traducen sándalo, que es un árbol hermoso y de buen olor y viene mejor con el intento de la Esposa que es hacer mención de todas las plantas olorosas y preciadas que suelen más hermosear un jardín muy gentil. Y así dice: "Con todos los demás preciados olores."

Fuente de huertos. Había comparado el Esposo a su querida Esposa, no sólo a un lindo huerto, sino también a una pura y guardada fuente. Declara agora más esto segundo, especificando más las calidades de aquella fuente, y dice "fuente de huertos"; esto es, tan abundante y copiosa que de ella se saca por acequia agua para regar los huertos. "Pozo de aguas vivas", esto es, no encharcado, sino que perpetuamente manan sin faltar jamás. "Que corren del monte Líbano", que, como habemos dicho, es monte de grandes y lindas arboledas frescas, y muy nombrado en la Escritura; para que de esto se entienda que es muy dulce y muy delgada el agua de esta fuente de que habla, pues nace y corre por tales mineros.

Con lo cual queda pintada una fuente con todas sus buenas cualidades, de mucha agua, muy pura, muy sosegada, muy fresca y muy sabrosa, que jamás desfallece; para que de la lindeza de la fuente del jardín entendamos la extremada gentileza de la Esposa, que es como un jardín y una fuente.

16. "¡Sus, cierzo, y ven, ábrego!"

Esto es un apóstrofe y vuelta poética muy graciosa, en la cual el Esposo, habiendo hecho mención y pintura de un tan hermoso jardín, como habemos visto, prosiguiendo en el mismo calor de decir, vuelve su plática a los vientos, cierzo y ábrego, pidiéndoles al uno que se vaya y no dañe y en este su lindo huerto; y al otro que venga y con su soplo templado y apacible lo recree y le mejore, y ayude a que broten las plantas que hay en él; que es bendecir a su Esposa y desear su felicidad y prosperidad. Lo cual es muy natural cuando se ve o se pinta con afición y palabras una cosa.

Según el espíritu, significa hacer Dios que cesen los tiempos ásperos y de tribulación, que encogen y como que marchitan la virtud, y enviar el temporal templado y blando de su gracia, en que las virtudes, que tienen raíces en el alma, suelen brotar en público para olor y buen ejemplo y provecho de sus próximos. Y así el Esposo, en diciendo que su Esposa es un jardín, añade y dice luego: "«¡Ay! Dios me guarde el mi lindo jardín de malos vientos; y el amparo del cielo me lo favorezca, y no vea yo el rigor y el aspereza del cierzo»"; que, como se ve, es un viento dañosísimo, y que por esta causa y por su demasiado rigor abrasa y quema los jardines y huertos. "«Venga el ábrego, y sople en este huerto mío con airecito templado y suave, para que con el calor despierte el olor, y con el movimiento se lleve y derrame por mil partes, por manera que gocen todos de su suavidad y deleite»". Y esta bendición es dicha así y muy graciosamente, por irse conforme a la naturaleza del huerto, de que se habla. Porque es regla que, cuando bendecimos o maldecimos, o aborrecemos alguna persona o cosa, la tal maldición o bendición ha de ser conforme a su oficio o naturaleza de la cosa. Conforme lo hizo David en aquella lamentación sobre la muerte de Saúl diciendo: "«¡Oh montes de Gelboé!, estériles seáis sin ningún fruto ni planta; privados del beneficio del cielo, que ni rocío ni agua descienda sobre vosotros»".