Cantilena XXXIV
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Ya de los altos montes las encumbradas nieves a valles hondos bajan desesperadamente. Ya llegan a ser ríos las que antes eran fuentes, corridas de ver mares los arroyuelos breves. Ya las campañas secas empiezan a ser verdes, y porque no beodas, aguadas enloquecen. Ya del Liceo monte se escuchan los raveles, al paso de las cabras que Títiro defiende. Pues, ea, compañeros, vivamos dulcemente, que todas son señales de que el verano viene. La cantimplora salga, la cítara se temple, y beba el que bailare y baile el que bebiere.