Cantos populares de Inglaterra

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​El Museo universal​ (1868)
Cantos populares de Inglaterra
 de Fernando Villalva

Nota: Se ha conservado la ortografía original.

De la serie:

ESTUDIOS LITERARIOS.

CANTOS POPULARES DE INGLATERRA.

Inglaterra es uno de los países donde los monumentos de la poesía popular han ocupado mas á los eruditos y á los críticos. Esta poesía, que en otras partes se conserva por la tradición oral, ha sido en Inglaterra objeto de investigaciones y do trabajos notables que se han publicado principalmente en el siglo actual. Si examinamos las numerosas colecciones inglesas y las comparamos con la poesía popular italiana, encontraremos entre ambas una diferencia muy marcada. Un idioma mas áspero, una inspiración lírica menos brillante, aunque tal vez mas elevada y un sentido músico menos abierto, será lo que hallaremos desde luego entre los ingleses. La poesía popular de España y de Italia lleva en sí el sello de su origen latino, y manifiesta desde luego que ha nacido bajo la cultura griega y latina; la poesía popular inglesa no tiene nada de común con los griegos ni con los latinos; por su rudeza, se asemeja á la poesía germánica, aunque no es tan dura como ella, pero al mismo tiempo tampoco tiene las imágenes grandiosas, ni nos pinta las terribles escenas que vemos con tanta frecuencia en los cantos de los sombríos poetas de la Germanía y la Escandinavia.

Bajo un cielo riguroso, el carácter del hombre se endurece y la religión misma parece tomar un carácter mas sombrío. Y sin embargo, si interrogamos esas vivas manifestaciones en que se revela la vida moral de un pueblo, es preciso reconocer en los ingleses ciertas cualidades superiores, como por ejemplo el amor al hogar doméstico, que estendiéndose llega á ser el espíritu nacional, un sentimiento profundo de la dignidad individual y un vigor característico que imprime su sello aun á las ficciones de las leyendas. Con estos caracteres generales, la poesía se mezcla á la existencia ocupada y concentrada de los pueblos septentrionales, como a la vida fácil y espansiva de los meridionales. La espresion de esta poesía es, sin embargo, distinta en ambos; en los primeros, sencilla, y en general pobre de imágenes, está impregnada de cierta melancolía hija, por decirlo asi, de la naturaleza del Norte; en los segundos, es mas brillante, mas apasionada y mas viva, pero no llega al grado sublime de energía á que suele llegar la primera cuando describe escenas sangrientas ó cuando canta los altos hechos de los héroes que ensalza.

En Inglaterra, la poesía popular ha ocupado la atención de los eruditos desde nace mucho tiempo, y literatos muy distinguidos han manifestado el interés que les estilaba esta clase de poesía. Las obras de Shakespeare están llenas de estribillos de canciones populares, y sir Felipe Sidney en su Defensa de la poesía, dice, que siempre que oia la antigua balada de Percy y Douglas (Chevy-Chace) su corazón se estremecía tomo si oyera la trompeta; y el clásico Addison, en El Espectador, comparaba esta misma balada á las obras maestras de la antigüedad. El sensible Goldsmílh declaraba también que el recuerdo de una sencilla canción (Jobnic Armstrongs lamenta que bahía oído en su infancia, le bacía conmoverse hasta derramar lágrimas.

Sin embargo, fuera de estas predilecciones personales, estas curiosidades poéticas no habían entrado aun en el dominio de la literatura, cuando el obispo Percy publicó en 1765 sus «Restos de la poesía antigua,» que tuvieron gran número de ediciones, á las que siguieron una multitud de publicaciones del mismo género. Desde entonces, muchos literatos v eruditos se empezaron á ocupar en este estudio y dieron á la luz gran número do trabajos, no sólo con relación á Inglaterra, sino también á Escocía y á Irlanda. Esta poesía tiene una verdadera importancia para el estudio de una nación, y tal vez contribuye mas que ninguna otra cosa al conocimiento del carácter y de las tendencias de un pueblo.

Desde los primeros siglos de su historia, los ingleses han dado una grande importancia á la canción popular. «Guillermo el Conquistador, dice un cronista, hizo venir del reino de los francos, además de Taíllefer que cantaba muy bien, á un gran número de cantores y de juglares a quienes pagaba para que cantasen en alabanza suya en las plazas públicas;» primer homenaje prestado por el astuto normando á la importancia política de la canción. El primer monumento conocido de la canción política en Inglaterra, es una especie de presa latina rimada, del tiempo de la guerra de los barones en el siglo XIII, donde se encuentran ya bajo una forma pedantesca y clerical los principales argumentos en favor de la Gran Carta y los primeros indicios de los tres poderes que deben concurrir para formar la constitución británica. En versos franco-normandos é ingleses se puso en canción también la mala fe de Eduardo II, que se había retractado de su confirmación de esta Gran Carta.

Las canciones de los siglos XIV y XV están casi todas dedicadas á celebrar las derrotas y contratiempos que los franceses sufrieron en sus guerras con los ingleses y el buen éxito de estos últimos; asi se encuentran, una sobre la toma de Calais en 1347, otra por la victoria de Azincourt en 1415 y otras muchas por el estilo que seria prolijo enumerar. En estos siglos se escribieron también una multitud de canciones satíricas en latín, contra la córte romana y contra las costumbres de los frailes. En dichas canciones, la mayor parte escritas por hombres que pertenecían á la Iglesia, se advierte ya como un preludio del gran cisma del siglo XVI; en ellas se reconoce el humor fácil de los primeros reformadores ingleses, que como Lutero, eran aficionados al vino y á las canciones alegres. Sin embargo, á esta generación de reformadores que se acomodaban fácilmente, sucedió otra sombría y fanática, y las sátiras rimadas que se cantaban en el siglo XV espresan bien todas las malas pasiones que animaban á Wiclef contra el papa, los bienes eclesiásticos, etc., etc, y la reforma que tomó poco á poco entre los ingleses el carácter que la habían dado Zwingle, Knox y Calvino alteró el carácter nacional é hizo perder á la poesía popular sus mas graciosas formas. En la Inglaterra antigua todo era alegre; alegres, los compañeros de Robín Hood; alegres, los ciudadanos de las buenas villas, y alegres las fiestas populares y religiosas, porque la devoción misma era alegre y de buen humor. La reforma suprimió una multitud de fiestas relacionadas con los recuerdos de los santos de la Iglesia romana y un gran número de pasatiempos rústicos, pero el presbiterianismo y el puritanismo llevaron aun mas lejos esta medida. Todo lo que se asemejaba á la alegría quedó proscrito, á lo menos en el terreno legal, y sólo se conservó en el secreto del bogar doméstico. La canción que se mezclaba á todos los placeres, fue tratada como rea de Estado. En 1533, se espidió un mandato, que se renovó diez años después, para suprimir «las rimas, las canciones, las baladas y otras fantasías.» En 1550, la autoridad civil y eclesiástica de Escocia prohibió «las rimas y baladas que se refieran á las cosas y á las personas de la Iglesia católica.» Un historiador grave cita un estatuto de policía que ordenaba á los jóvenes de ambos sexos que bailasen puestos de espalda unos á otros, porque el calor del aliento inspiraba malos pensamientos. Para reemplazar los alegres estribillos de otros tiempos, compusieron «canciones piadosas y espirituales, arregladas de las rimas profanas, á fin de evitar el perado y el libertinaje.» En estas reformas, hechas de este modo, hay ejemplos singulares, que nada tienen de edificantes.

Otra causa también contribuía á la decadencia de la canción en aquella época. La imprenta, que fijaba los versos y la música al principio en rollos de pergaminos, luego en colecciones llamadas guirnaldas, quitaba á los cantares una parte de su prestigio y de su popularidad. De este modo se vió al antiguo menestrel, honrado en otro tiempo con la protección de los príncipes y de los reyes, reemplazado por el cantor vulgar de baladas, al que un estatuto de la reina Isabel igualaba á los mendigos, á los vagabundos y casi á los malhechores; y en la misma época, mientras las desgracias de María Stuart inspiraban mas de un romance sentido, su rival Isabel escribía estrofas que espresaban un odio implacable contra ella y contenían amenazas que desgraciadamente se realizaron.

En tiempo de Jacobo I, se adoptó un estilo mas alegre para ridiculizar á los escoceses pobres que buscaban fortuna en la corte del rey su compatriota.

El período de la gran guerra civil produjo muchos canlos impregnados de las pasiones de aquella época, en que la violencia no escuda el ridículo. Los republicanos, á la verdad, no cantaban mas que salmos, por lo que se adoptó esta forma para parodiar su salmodia gangosa. Tal es, por ejemplo, el Salmo de gracias, «hecho para que se cante con tono nasal,» dice la instrucción que fe acompaña. La Marcha de Marston Moor respira el fanatismo brutal que une en un odio común contra Cárlos I, á los presbiterianos escoceses conducidos por Leslie y á las tropas del Parlamento mandadas por Cromwell. La melodía que Ritson nos ha conservado, es salvaje como las palabras, y se adapta bien á las estrañas modulaciones de la cornamusa.

Si los republicanos apenas conocían la musa de la canción ó la trataban rudamente á su modo, en cambio los caballeros, hombres de saber y de costumbres elegantes, distraían con infinidad de poesías graciosas los pesares del destierro ó del cautiverio. En ellas se encuentran, en efecto, el valor desdeñoso y la ironía de gran señor que caracterizaron á aquel partido en diferentes épocas. David Loyd ha conservado algunas de esas canciones, que son una verdadera muestra de este estilo.

La restauración dió su nombre á una canción que nos pinta la alegría del primer momento y la especie de espansíon que siguió á la caida del partido de los puritanos y al fin de la gran guerra civil. Entonces hubo una multitud de canciones y poemas realistas, pero la ilusión duró poco. «El lamento del caballero» nos pinta un viejo realista que, como él dice, no sacó mas de su viaje á la córte que el placer de haber visto al rey. Todos los rostros eran nuevos para él; ninguno de los que habia visto en otro tiempo en York o en Marston Moor estaba allí, por lo cual se alejó de la córte considerando que los servicios antiguos son tan inútiles como los calendarios de años que ya pasaron.

En la época de la revolución de 1688, estuvo muy en boga una canción, que algunos atribuyen á Lord Wharton, y que tenia por título Lilli-Burlero. Se compuso en 1686 con motivo del nombramiento del general Talbot, papista furioso, para la lugar-tenencia de Irlanda. El estribillo era, según parece, el grito de los católicos irlandeses cuando los asesinatos de los protestantes en 1641. «Jamás, dice el obispo Burnet, una cosa tan pequeña produjo un resultado tan grande; esta loca balada causó en el ejército del rey una impresión de que no es posible formarse idea, á no haber sido testigo de ello. Al principio, la repitió el ejército entero, luego el pueblo de las ciudades y de los campos, y no contribuyó poco á consumar la ruina de la dinastía de los Stuarts.» Hé aquí una estrofa de ella: «Una antigua profecía encontrada en un pantano dice que Irlanda será gobernada por un asno y por un perro. Lilli-Burlero, Bullen-a-la.

Hoy se cumple esta profecía; Talbot es el asno y Jacobo el perro. Lilli-Burlero, etc.»

Las tentativas jacobinas de 1715 y de 1745, que la política tiene tal vez el derecho de juzgar con severidad, no podían dejar de sonreír á la imaginación. La fria razón estaba por la casa de Hannover, la poesía por el partido de los Stuarts. En efecto, ¿cómo no apasionarse por el jóven caballero, tan hermoso, tan valiente y tan galán, sea que rompiese el baile en Holy Rood con alguna bella y leal dama de Edimburgo, sea que se sirviese en la batalla de Culloden de la claymore del montañés de Escocia? El poeta escocés Hogg ha recogido una parte de los poemas compuestos en favor de esta causa y los ha publicado bajo el título de «Poesías Jacobitas.»

La poesía, que habia ensalzado el esplendor del triunfo pasajero del partido de Stuart, permaneció mucho tiempo fiel á la desgracia. Una multitud de romances tiernos pintaron las desgracias de los vencidos; entre estos romances se distinguen los de Jemmy Dawson, Las lamentaciones de Strathallan, y la Despedida de Lochaber, balada melancólica que el doctor Cameron entonó yendo al patíbulo y que hizo llorar á todos los que la oyeron. En vano Francia, siempre hospitalaria, se esforzaba en servir de asilo y de patria á los que habían huido de las persecuciones y del cadalso; los pobres refugiados exhalaban en versos melancólicos el sentimiento de verse distantes de su patria y de su familia. Muchas de estas composiciones son notables por lo elevado de las ideas. Al mismo tiempo, los que se habian librado de la muerte y del destierro, desde el fondo de la Escocia volaban con el pensamiento mas allá del Océano para ir adonde estaba Cárlos. Una de estas composiciones dice asi:

«Juro por lo que hay mas sagrado, que si tuviera mil vidas todas las daria por Cárlos. En otro tiempo tenia hijos, ya no me queda ninguno. ¡Dios sólo sabe con cuántos trabajos los habia criado! ¡Y bien! querría verlos nacer, crecer y perderlos todos por Carlos."

No hay nada comparable á esta abnegación, mas que la amargura que exhalan otras estrofas en que se echa en cara á algunos hombres, que han abandonado la causa de la desgracia para volverse hacia la casa de Hannover.

Mientras que este Cárlos Stuart, objeto de tantas esperanzas y simpatías, envejecía oscuro y sin esplendor, la casa de Hannover, prosiguiendo sus destinos, concluía por unir á su causa los intereses, la abnegación y hasta la poesía misma. En efecto, hoy se sabe casi con certeza que el himno inglés «Dios salve al rey» al que frecuentemente se ha atribuido un origen francés, apoyándose para ello en memorias apócrifas, fue una manifestación de la reacción hannoveriana contra la insurrección jacobita de 1745. Entonces vio la luz por primera vez en una revista inglesa y se cantó en los teatros de Lóndres con acompañamientos compuestos por los doctores Burney y Cooke, los que afirmando que el primer verso habia sido primitivamente «Dios salve al gran Jacobo,» declararon que no conocían al autor de la melodía.

Después de la insurrección jacobita, el acontecimiento que ha dado lugar á mas canciones en Inglaterra es, sin duda alguna, la invasión proyectada primero por el Directorio y después por Bonaparte; pero estas canciones brillan mas bien por el número que por el mérito: esta idea de una invasión estranjera no produjo poesías como las que los poetas alemanes Kórner, Arndt y Uhland publicaron contra los franceses cuando el levantamiento patriótico de 1813 que, según dice Mr. Rathery, de quien hemos tomado lo que antecede, son obras maestras admiradas por los mismos á quienes condenaban al odio y á la destrucción.

M.

(Se concluirá.)