Cartas Madrileñas

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​Cartas Madrileñas,
17 de diciembre de 1873​
 de Ramón Navarrete
Tomado de la revista La Moda Elegante Ilustrada, Madrid, diciembre de 1873
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CARTAS MADRILEÑAS

(Escrito bajo el seudónimo de El Marqués de Valle-Alegre)

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SUMARlO.

El teatro Real.—Nuevos abonados.—Lucrecia y El Profeta.— La Edelsberg,—Ugolini,—Teatro Español.—Apolo.—Entre el deber y el derecho.—Zarzuela.— Adriana Angot.—Clausura de los Bufos.—Chismografía.


El teatro de la Ópera está más concurrido y animado cada noche: los esfuerzos de la empresa, el mérito de los cantantes van atrayéndole mayor número de abonados y de favorecedores.

Recientemente han tomado palco en el primer turno la Marquesa de Alcafices, la Condesa de Velle, la Baronesa Canitz, esposa del ministro de Alemania; la señora de Ceríola, la Marquesa de Casa-Torres, y otras varias damas igualmente distinguidas.

Después de las óperas de que hablé á V., mi querido amigo, en la epístola anterior, se ha cantado Lucrecia Borgia con gran éxito, presentándose en este spartitto la contralto signora Rossi, que es una agradable medianía.

Pero el triunfo fué para la Sass y Stagno, á quienes tributaron los espectadores ovaciones innumerables. También Selva, á pesar de su dolorosa decadencia, pudo participar de ellas en el famoso tercetto, donde aun recuerda lo que en días mejores ha sido.

A Lucrecia siguieron Rigoletto y Linda di Chamounix, las que no merecen señalada mención; y en fin, el sábado último se presentó en Il Proffeta una cantatriz alemana, Filippina von Edelsberg, justificando plenamente la gran reputación de que venía precedida.

La Edelsberg no se halla en la primera juventud; sus facultades no son ya poderosas; pero todo lo suple con su admirable talento dramático.

El efecto que produjo en el auditorio fué inmenso: á cada instante se veía interrumpida por los aplausos y los bravos; y al final de cada pieza era llamada tres ó cuatro veces á la escena.

La nueva diva ha completado la magnífica compañía del teatro de la plaza de Oriente, y promete á los filarmónicos muchas horas de verdadero deleite.

El que tiene motivos para quejarse de la versatilidad de nuestro público, es Ugolini, el cual era objeto de su entusiasmo año y medio há en el teatro de la Zarzuela, y ahora es blanco de sus iras y rigores.

Y no obstante, el joven tenor no ha cambiado; es el mismo de antes, y sólo puedo atribuirse su actual desgracia al fanatismo que inspira Stagno, quien en la temporada anterior no tuvo poco que sufrir de la hostilidad sistemática del paraíso, cuyo ídolo habia sido hasta entonces Tamberlick.

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El teatro Español continúa dedicado á la noble tarea de honrar la memoria de Bretón de los Herreros, poniendo en escena algunas de sus obras.

¡Muérete y verás!, El pelo de la dehesa, ¡Una vieja! y Errar la vocación han constituido, con las dos anteriores, el homenaje de respeto y admiración tributado al insigne dramático difunto.

El público ha acudido siempre al llamamiento de la empresa; nuestros poetas— y poetisas — han cantado en los intermedios, en bellos versos, las glorias de Bretón; y los modestos actores de la calle del Principe han hecho alarde de un celo y un interés extraordinarios para contribuir á que las representaciones fuesen en todo dignas del alto y generoso fin á que se consagraban.

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Apolo nos ha hecho conocer el nuevo drama Entre el deber y el derecho, de un autor acostumbrado á triunfar en las lides teatrales, el Sr. Hurtado.

Su última composición no es completamente original; en la literatura francesa y en la portuguesa existen otras que tienen con ella gran semejanza y analogía.

Quizás el Sr. Hurtado dijo, como Moliėre: Je prends mon bien partout où je le trouve, y en consecuencia tomó el argumento de Don Luis de Sousa, aunque dándole desarrollo y desenlace distintos.

Pero la obra está escrita con profundo conocimiento de los efectos dramáticos, en versos sonoros y armoniosos, en estilo castizo y levantado, y merece la favorable acogida que ha obtenido.

En la ejecución se distinguieron Matilde Diez, la niña Varela, que es una esperanza para nuestra escena; los señores Vico, Fernandez y un actor de provincia llamado Cepillo, que promete ser de suma utilidad para la compañía de Catalina. Este, encargado de un papel serio, estuvo poco feliz.

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El que ha conseguido al cabo un gran triunfo es el teatro de la Zarzuela, con un arreglo de la célebre opereta francesa, de Lecocq, La fille de Mme. Angot, tres veces centenaria en París, y que llegará á serlo una en Madrid.

El éxito de la composición es debido, más que al libro, á la música, la cual es deliciosa.

A estas fechas son ya populares en Europa varias de sus piezas, entre ellas la leyenda de Mme. Angot, la canción semi-política,—que hace repetir el público todas las noches,— el coro de los conjurados, y el wals.

La Franco caracteriza muy bien á la heroína Adriana Angot; la Selgas Aguado comienza bajo buen pié ; pues ha desempeñado con acierto el personaje de Mlle. Lange; la Velasco es un poeta callejero seductor; en fin, Castilla, Loitia y la Baeza contribuyen poderosamente al buen conjunto.

Mientras tanto, y para que nada falte al coliseo de la calle de Jovellanos, su rival de la Plaza del Rey ha cerrado sus puertas, después de una campaña breve é infeliz.

¿Tornará á abrirlas, según aseguran los periódicos? ¿Resucitará la antigua empresa? ¿Se pondrá al frente de una nueva el conocido barítono D. Tirso de Obregon? Por último, ¿se convertirá el Circo en una sucursal del teatro Español, para poner en escena obras de gran espectáculo?

Estas diferentes versiones han hallado acogida en los periódicos.— ¿Cuál es la verdadera? — Lo ignoro, y también si lo es alguna.

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Madrid, bajo el punto de vista social, me recuerda en 1873 el aspecto que ofrecía en 1869.

Ni una sola reunión grande, pero muchas pequeñas; ni siquiera un baile, pero infinitos sauteries.

Las tertulias de entonces han renacido, si bien algo modificadas en su forma: en unas se improvisa música; en otras se bailan walses y rigodones.

La condesa del Montijo ha vuelto á reanudar sus domingos; los martes reciben la Marquesa de Alcañices, la Condesa de Velle y la señora de Figuera; los miércoles la Marquesa de Molins y la Condesa de San Luis; los sábados la Condesa de Vilches y la señora de Luxán.

Aquí se hacen charadas en acción; allá se cantan dúos y se ejecutan cuartetos instrumentales; acullá se walsa ó se ponen en escena piececitas ligeras detrás de unas cortinas ó delante de un biombo.

En todas esas soireés, los matrimonios y la chismografía son asuntos obligados de las conversaciones

Verificóse ya en Bayona el enlace de la hija de los Marqueses de Ayerve con el primogénito de los Duques de Sessa, y tuvo efecto !a ceremonia con fausto casi regio; también se ha realizado en Valencia el del Marqués de Jura-Real con la señorita de Pestagua; y en días próximos recibirán la bendición nupcial una hija del difunto general D. Francisco de Luxán y el joven militar D. Luis do Ochoa; el Marqués de Dos Hermanas, — opulento cubano conocido en la república de las letras por sus traducciones de las obras de Shakespeare, — y la señorita doña Sofia Bisso, hija de uno de los principales redactores del periódico La Época.— La boda se celebrará en la capilla particular de la Condesa del Montijo, que será madrina y padrino el Duque de Alba.

Para poner término á este capítulo diré á V. que ha pedido la mano de la hija mayor del Marqués de Heredia el primogénito del de Balbuena, y la unión ha sido aplazada hasta el mes do Abril, en atención a la temprana edad de los futuros cónyuges, que no cuentan ni siquiera cuarenta años entre los dos.

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Pero Dios sabe si alternadas con estas noticias corren otras de distinto género.

Hablase de un rapto que ha hecho necesario inmediatamente un matrimonio; asegúrase que un ilustre hombre político, solterón empedernido, ha tenido la satisfacción de que solicite su mano una dama de alta clase, la cual ha recibido calabazas; en fin, refiéranse los detalles de un duelo á muerte entre dos notabilidades femeninas del demi-monde, que por desgracia van abundando bastante en Madrid.

El asunto es sobrado curioso y original para que no le comunique á V. algunos detalles.

El desafío tuvo lugar cerca de la nueva Plaza de Toros: el arma elegida era la pistola de salón; las madrinas dos jóvenes pertenecientes a la misma clase; la hora las siete de la mañana.

Según se ve, observáronse en todo las reglas usuales en tales casos, llevándose á cabo el ceremonia! con la mayor escrupulosidad.

Las dos contendientes iban vestidas de negro, y al encontrarse en la arena del combate se despojaron de los manguitos, de las mantillas de fondo y de los abrigos, y se saludaron marcialmente.

A la señal convenida hicieron fuego, cayendo entrambas en tierra.

Pero no se asuste V., amigo mío: las balas pasaron por encima de sus cabezas á regular altura; no corrió ni siquiera una gota de sangre, y la caída fué producida sencillamente por el miedo, pues aunque extraviado, el bello sexo es siempre débil.

Lo que no he expresado todavía es la causa de semejante lance: — las dos mundanas se disputaban no sé sí la mano ó los favores de cierto viejo millonario.


Suyo siempre afectísimo amigo,

EL MARQUÉS DE VALLE-ALEGRE.


17 de Diciembre de 1873.