Cartas a Lucilio - Carta 8
Séneca a su Lucilio saluda,
"¿Tu me exhortas" - dices - "a evitar la turba, a aislarme y estar contento en mi conciencia? ¿Dónde están aquellos preceptos vuestros que comandan morir actuando?" ¿Qué? ¿Soy visto por ti aconsejando la inercia? Si me recluí y aislé de lo exterior es para poder ser útil a muchos. Ninguno de mis días transcurre en ocio, reivindico partes de la noche para el estudio, al sueño no me entrego sino sucumbo y aun cayéndose mis ojos de fatiga por la vigilia, los retengo fijados en mi obra.
Me separé no tanto de los hombres pero de las cosas, en primer lugar de mis propios asuntos: me ocupo de cuestiones para la posteridad. Para ella, lo que en algo pueda ser de provecho escribo; confío a mis escritos admoniciones saludables a la manera de recetas de medicinas útiles que comprobé yo mismo eficaces para mis úlceras, las que, si bien no completamente curadas, dejaron de rampar.
El camino recto, que tarde y laso de errar he conocido, a los otros muestro. Clamo:
- "Evitad lo que sea que complazca al vulgo, lo que el azar atribuye; que todo bien fortuito os inspire sospecha y pavor: las fieras y los peces son capturados a causa de expectativas placenteras. ¿Crees que son presentes de la fortuna? Son insidias. Que cualquiera de los vuestros que quiera llevar una vida segura, evite cuanto más pueda esos beneficios viscosos, en los cuales, miserables de nosotros, también sucumbimos. Creemos poseerlos: ¡nos pegotean!
- Este curso al precipicio desciende, la meta de la vida de los prominentes es caer. A la postre, cuando la felicidad empuja a ir de través, a nadie le es permitido resistir; ni siguiera erguidos o de una sóla vez nos abate la fortuna: nos revuelca y sumerge.
- Por ello llevad una forma de vida sana y salubre, aquella que al cuerpo sólo lo suficiente para una buena salud dispensa. Este ha de tratarse más duramente para que no impere sobre el espíritu. Que el alimento sea para calmar el hambre, la bebida para extinguir la sed, que la vestimenta mantenga alejado al frío y que la construcción de las casas proteja contra las inclemencias del tiempo. Que sean erigidas con adobe o con mármol proveniente de naciones lejanas, ninguna diferencia: sabed que tan bien cobija al ser humano la paja como el oro. Despreciad todos aquellos esfuerzos superfluos consagrados al ornamento y a la decoración, pensad que nada más allá del espíritu es digno de admiración, para el cual, si grande, nada es grande."
Si de esto conmigo, si de esto con todos los que vendrán en el tiempo dialogo, ¿no soy visto por ti más provechoso que descendiendo para comparecer a una defensa en justicia, o estampando mi sello anular [1] en tabletas testamentarias, o poniendo en el senado mi voz y manos a la disposición de un candidato? Créeme, los que parecen que nada hacen, hacen cosas mayores: tratan al mismo tiempo de cuestiones humanas y divinas.
Pero ya es la hora de terminar y por otra parte, como instituído, debo pagar por medio de esta carta. Esto, no proviene de mi obra: como hasta ahora, pillemos a Epicuro, de quien estas palabras leí en el día de hoy:
"Para lograr la verdadera libertad es necesario ser esclavo de la filosofía."
No hay demoras en el día en que a ella te sujetas y entregas: inmediatamente te hace girar sobre ti mismo. [2] Lo mismo es en efecto servir la filosofía que la libertad.
Puede acontecer que me interrogues por qué de Epicuro tantos más buenos dichos refiero que de los nuestros: [3] ¿piensas acaso que estas máximas son de Epicuro y no de todos? ¡Cuánto los poetas dicen lo que los filósofos o ya dijeron o debieran decir! ¡Ni qué mencionar nuestras tragedias, ni nuestras togadas, [4] que por su severidad pueden situarse entre la comedia y la tragedia! ¡Cuántos de los más preclaros versos yacen entre los mimos! ¡Cuánto de Publio [5] debería recitarse calzando el coturno, [6] no sin él!
Un verso de aquel, que atañe a la filosofía respecto de lo que hace un momento estaba entre nuestras manos, refiero; niega que el azar tenga cabida en lo que es nuestro:
"ajeno es todo aquello que surge del deseo"
Recuerdo aquel pleno de sensatez por ti dicho, mejor y más estricto:
"no es tuyo lo que la fortuna hizo tuyo"
Ahora, a este aun mejor, no lo paso por alto:
"bien que pudo ser dado puede ser quitado"
Todo esto no imputo a mi pago: te doy de lo tuyo.
Que sigas bien.
Notas
[editar]- ↑ Para dar validez a un testamento, los que servían de testigo debían estampar sus sellos personales, que llevaban grabados en sus anillos.
- ↑ En el texto latino circumagitur , literalmente girar sobre si mismo (3a. pers. sing. ind., voz pasiva del verbo circumago) significa asimismo ser liberado. La expresión proviene de un ritual de la manumisión (lat.: manumissio), o sea el otorgamiento de la libertad a un esclavo, que consistía en llevarlo a un lugar público y hacerlo, efectivamente, girar sobre si mismo a la vista de los presentes. Tal gesto significaba su liberación.
- ↑ Séneca se refiere a los estoicos.
- ↑ La togada, (lat. togata) también fábula togata es un estilo de comedia teatral latina de la Roma antigua, adoptado del teatro griego. Su nombre proviene de que los actores, que representaban personajes locales, vestían la típica toga romana.
- ↑ Publio Siro (lat. Publilius Syrius) (85 a.C. - 43 a.C.) esclavo liberto, alcanzó la celebridad en Roma en razón de sus pantominas y de sus máximas morales.
- ↑ "calzar el coturno", es decir expresarse o declamar de una manera digna y solemne (Conf. Dicc. de la Real Academia española). La expresión, en sentido figurado, que tal como utilizada por Séneca ha llegado a nuestros días, proviene de la voz coturno, que designaba el calzado utilizado por los actores que representaban tragedias en la Roma antigua, para aumentar su estatura ensalzando de esta manera visualmente sus roles. Sólo los actores de tragedias lo utilizaban, no así los de comedias ni de pantomimas, que actuaban "excalceatis" (sin calzado o sin el coturno). Este es el sentido de la alusión de Séneca en este pasaje, quien pone de relieve la sabiduría que en muchos casos se encuentra "yaciente" en obras que, como las pantomimas, no tienen en principio la relevancia ni la solemnidad de la tragedia.
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