Celos aun del aire matanCelos aun del aire matanPedro Calderón de la BarcaActo III
Acto III
Estando puesto el teatro del bosque, que fue con el que se cubrió el incendio, sube el peñasco con cuatro personas, DIANA en lugar eminente, MEGERA en un lado, TESÍFONE en otro, y ALECTO a los pies, vestidas de velillo negro, el de DIANA con estrellas de oro y el de las tres con algunas llamas de oro.
DIANA
Ya que aqueste peñasco
en ya esmeralda bruta,
pedazo desasido
del venenoso monte de la Luna,
es mi trono, después
que ni pompa más suma,
ni dosel más excelso
ha de tener mi majestad augusta,
hasta que a su esplendor
el templo restituya,
que sacrílego fuego,
en pardas ruinas convirtió caducas.
Desde él, de mi venganza
las leyes distribuya,
que tribunal es digno
un risco a quien delitos brutos juzga.
Y pues, como a deidad
de la esfera nocturna,
vino a mi invocación
en alas el terror de las tres Furias;
supuesto que de Aura,
a quien Venus ayuda,
los dioses no me vengan
más que en verla volar golfos de pluma.
DIANA
En Eróstrato el ceño
empiece, tú le busca
en los montes, adonde
le retiró el asombro de su culpa.
¡Oh, Megera inhumana,
fiera le obliga a que huya
de las gentes, sintiendo
ansias, fatigas, coleras y angustias.
Tú, Alecto, pues que Pocris
con Céfalo me injuria;
pues apóstata mía,
con él de amor en las delicias triunfa.
En su rendido pecho
harás que se introduzgan
de los celos el áspid,
que entre las flores del amor se oculta.
Tú, Tesífone, a él
los sentidos perturba,
para que mi venablo,
de quien ahora tan ufano usa,
le haga yo instrumento
de sus tragedias, cuya
lástima sea baldón
de deidad, que a ser llama nació espuma.
Y porque un vil castigo
no piensen que en mí dura,
a vista destos, cobre
Rústico la primera forma suya.
LAS TRES
Tú verás que, obedientes
a las órdenes tuyas,
hacemos que las tres
DIANA
Pues antes que del día,
que a mi pesar madruga,
del monte y del alcázar,
corone el chapitel, dore la punta,
cada una por su parte
a su ejercicio acuda.
Pues a los riscos, donde
a las gentes Eróstrato se hurta.
TESÍFONE
A los bosques, en que
Aura a Céfalo busca.
ALECTO
A los palacios, donde
Pocris de Amor la vanidad ilustra.
DIANA
A la sagrada esfera,
desde donde yo influya
rigores, que los tres...
TODAS
Padezcan, penen, giman, lloren, sufran.
ALECTO
Y pues soy la primera
que de Pocris va en busca,
desde esta parte haga
que el palacio en que habita se descubra.
(Divídese el peñasco en cuatro partes, desapareciéndose las cuatro, y descúbrese a este tiempo el salón regio, con los fondos de retretes y jardines, y salen CÉFALO con el venablo y POCRIS deteniéndole, y CLARÍN y FLORETA.)
POCRIS
Mi bien, mi señor, mi esposo, mi dueño,
supuesto que Amor supo usar contra mí
tal vez de la sangre, del fuego tal vez,
haciéndome a sangre y fuego la lid
(de aqueste venablo el presagio lo diga,
bien como de aquel incendio el ardid),
no ya que feliz dos acasos me hicieron,
permitas que me haga un cuidado infeliz.
CÉFALO
Pues mi esposa, mi cielo, mi gloria,
mi dueño, mi bien, ¡cuidado tú!
POCRIS
Sí.
CÉFALO
Adviérteme dél y verás cuán atento
procuro enmendarle.
POCRIS
Pues óyele.
CÉFALO
Di.
POCRIS
Del desmayo, del susto, del miedo,
a cuyo pavor el sentido perdí,
de un fuego a otro fuego escapando mi vida,
apenas cobrada en tus brazos me vi,
cuando deudora, ¡ay triste!, al amparo,
y aun más que al amparo deudora, ¡ay de mí!,
a la blanda querella del llanto,
si torpe en la voz, en los ojos sutil,
me dejé vencer de tu ruego,
siguiéndote donde estoy tan feliz
como en tu lustre publican las pompas
desde este palacio hasta ese jardín,
y más al cumplirme aquella palabra
que fue la disculpa con que me rendí,
pues sin ajar sumisiones de amante,
imperios de esposo, uno y otro te di.
Hasta aquí confieso la dicha,
pero prosiga el temor desde aquí,
pues cuando contigo me miro más vana
es cuando más triste me miro sin ti.
De la caza, el afán generoso
tanto estos días te lleva tras sí,
que, envidiosa del monte, trocara
el techo dorado al verde pensil.
POCRIS
Apenas el alba corona risueña
los riscos de rosa, clavel y jazmín,
cuando por ella me dejas, gustando
de verme llorar, por verla reír.
Del lecho mi amor apela a la mesa,
y apenas el sol transciende el cenit,
cuando en vez que esta alfombra te albergue,
te alberga el ardor de un pajizo país.
La tarde declina, y pasas la tarde
talando del bosque uno y otro confín,
y aun las noches, pues muchas me ferias
peñascos de enero a catres de abril.
Con que las cuatro edades del día
muriendo las vivo, pues son para mí
la aurora, la siesta, la tarde y la noche,
penar y temer, llorar y gemir.
CÉFALO
Hermosa Pocris mía,
vive tu fee, tu halago, tu belleza,
que desde el primer día
que mi amor al crisol de tu fineza
se examinó tan ciego,
que le sobró para acendrarse el fuego,
te adoro tan postrado,
tan fino, tan rendido y tan gozoso,
que sin haber sulcado
los golfos que hay desde galán a esposo,
con el amor primero
galante amo, que esposo te venero.
CÉFALO
Lo mismo que me culpa,
me absuelve de tu queja, Pocris bella,
¿pues qué mayor disculpa
que haber, siguiendo el rumbo de mi estrella,
buscado mis desvelos,
diversión que no pueda darte celos?
Confieso que estos días
la caza más que otros me divierte;
y es que las ansias mías,
lograr en brutos triunfos veo de suerte,
que apenas hago tiro,
cuando no hay fiera que a mis pies no miro.
Si cansado me siento,
feliz a la fatiga el ocio iguala,
pues un templado viento
me consuela, me alivia, me regala
con delicias tan sumas,
moviendo suave las rizadas plumas.
Las aves le acompañan
con tan sonoras cláusulas veloces,
que mil veces me engañan,
si son, o no, de alguna deidad voces
que a grande fin me llaman,
según tal vez recrean, tal inflaman.
Virtud quizá divina
contiene este venablo de Diana,
y pues él me destina,
sin duda, a alguna empresa, en quien ufana
mi fama se corone,
hasta hallarla, tu queja me perdone;
que he de seguir el monte,
en quien hoy anda una ignorada fiera,
que horror deste horizonte,
escándalo es del monte y la ribera,
y he de ver si consigo
su trofeo. Clarín, vente conmigo.
(Vase.)
POCRIS
Escucha, Clarín, primero
que a él le sigas.
CLARÍN
¿Qué me mandas?
POCRIS
Saber de ti lo que dél
no deben saber mis ansias,
porque no es justo que en propria
mujer escrúpulos haya,
que aventuren su respeto
al ver mi desconfïanza.
Y si las disculpas suyas,
o bien ciertas o bien falsas,
bastan para mi decoro,
para mi temor no bastan.
Y así, tú me has de decir
qué vientos, qué aves, qué cazas
son estas, que días y noches
tanto a Céfalo le arrastran.
CLARÍN
Yo, señora, soy criado,
y si supiera la causa,
por decirla, la dijera.
Solo sé que en la campaña
se retira de nosotros
a la más inculta estancia
del monte, donde a sus solas
lo más de las siestas pasa
en las músicas suspenso
de unos pájaros que cantan
como con humana voz,
cuya dulce consonancia,
una vez que quise oírla,
no pude, porque una estraña
fiera atravesó la senda,
que es la que dijo que espanta
hoy el valle, y para mí
algún sátiro es, que anda
en busca de alguna ninfa,
pienso que su nombre es Laura,
porque a modo de bramido
oí que dijo en voz alta:
«¡Laura es mi pena, Laura es
la que me yela y me abrasa!»
¿Pero esto a ti qué te importa?,
y puesto que poco o nada,
adiós, que Céfalo espera.
(Vase.)
POCRIS
Espera tú, infame, aguarda.
FLORETA
¿Por qué te enojas con él?
POCRIS
¡Ay Floreta!, que no alcanza
lo rústico de tu pecho
a lo sutil de mis ansias.
Mas ya que de una fortuna,
cómplices en la pasada
ruina del templo quedamos,
por vivas cenizas ambas,
siendo Céfalo y Clarín
los que nos libraron, haga
la necesidad virtud,
haciendo la confïanza
de ti, que no puedo de otra,
¡ay infelice!, de cuantas
de Céfalo en los palacios
me asisten y me acompañan.
FLORETA
Bien puedes fïar de mí,
porque a mí, di qué me falta,
sino solo entendimiento,
para ser tu secretaria.
(Sale ALECTO con mascarilla en la cara y pone a POCRIS la mano en los pechos.)
ALECTO
Ya es tiempo que de los celos
la parte esparciendo vaya,
que le ha tocado a mi furia.
FLORETA
¿Qué tienes, pues?
POCRIS
Una ansia,
una pena, una congoja,
que a ser huéspeda del alma
entra, como que es eterna,
y sale como que es rabia;
en fin, es un no sé qué
que sobre mis miedos causan
aquestas noticias.
FLORETA
¿Cómo?
POCRIS
Como si voy a apurarlas,
hallo...
(ALECTO canta bajo, al oído, y ella repite con despecho lo mismo, de modo que para la música son dos, y para la representación no es más que uno, porque lo uno ha de ser repetición de lo otro.)
ALECTO
Que Céfalo ya
de sus finezas se cansa.
POCRIS
Que Céfalo ya
de mis finezas se cansa.
ALECTO
Pues por un monte te deja.
POCRIS
Pues por un monte me deja.
ALECTO
Que a sus solas se recata
en lo oculto dél.
POCRIS
Que a sus solas se recata
en lo oculto dél.
ALECTO
Adonde...
POCRIS
Adonde...
ALECTO
Blandos vientos le regalan...
POCRIS
Blandos vientos le regalan...
ALECTO
Tiernas voces le divierten...
POCRIS
Tiernas voces le divierten...
ALECTO
Dulces pájaros le cantan...
POCRIS
Dulces pájaros le cantan...
ALECTO
Cuando otro a una Laura busca.
POCRIS
Cuando otro a una Laura busca.
¿Por cuánto pudiera? (¡Oh, vaga
fantasía del temor,
cuánto el discurso adelantas!)
¿Por cuánto, vuelvo a decir,
pudiera ser que el buscarla,
fuera celoso de que
con Céfalo...? La voz falta...
¿Pero qué mucho, qué mucho?
Que no hay decentes palabras,
si no hay decentes pasiones
que se atrevan a explicarlas.
Y puesto que es el decirlas
aun peor que imaginarlas,
ven conmigo, que he de ver
(si otro traje me disfraza,
y sin ser dél conocida,
sigo de embozo sus plantas)
qué aves, qué vientos, qué voces,
qué ilusiones, qué fantasmas,
qué delirios, qué quimeras
son estas que le arrebatan
tanto el sentido y, en fin,
quién es esta Laura.
ALECTO
Aura.
POCRIS
¿Aura, no dijeron?
FLORETA
Sí,
mas, ¿qué admiras? Mas, ¿qué estrañas
que el eco a ti te responda,
cuando tú la voz levantas?
POCRIS
Dices bien; mas, ¡ay, que hace
sentido el eco a mis ansias!
No sin razón me estremece,
me asusta y me sobresalta;
y más si en Aura me acuerda
la prometida amenaza
de que Venus y Amor tomen
en mí de su error venganza,
a cuyo fin Aura es
la que a Céfalo le encanta
en el monte.
FLORETA
No, señora,
caso del acaso hagas.
¿Aura ya no es aire?
POCRIS
Sí,
pero sepa tu ignorancia
que si el aire diere celos,
celos aun del aire matan.
Sígueme, pues.
ALECTO
¡Ay de ti!
POCRIS
¡Ay de ti!
FLORETA
¡Ay de ti!
ALECTO
Pocris, si a saber alcanzas...
LAS DOS
Pocris, si a saber alcanzas...
(Toda la música.)
TODOS
Que si el aire diere celos...
(Dentro, y las tres.)
TODOS
Celos aun del aire matan.
(Vanse.)
(Sale ERÓSTRATO, vestido de pieles, huyendo)
ERÓSTRATO
Que si el aire diere celos,
celos aun del aire matan.
Según lo que a mí me pasa,
amante del aire, pues
Aura es mi pena, Aura es
la que me yela y me abrasa,
conmigo debe de hablar,
sin duda, esta aleve voz,
que discurriendo veloz,
no hay intrincado lugar
que no me busque, ¡ay de mí!,
por más que el centro me esconde
de aquestos peñascos, donde
de la llama que encendí
me deslumbra el resplandor
tanto que aun mi misma sombra
me atemoriza y me asombra.
No me bastaba el terror
con que transcendiendo esferas
de unos a otros horizontes,
ciudadano de los montes,
compañero de las fieras,
voy de las gentes huyendo,
sino el terror, ¡ay de mí!,
de que me siga hasta aquí
esta armonía, diciendo
por ver si más se dilatan
mis sacrílegos recelos.
CORO
Que si el aire diere celos,
celos aun del aire matan.
ERÓSTRATO
¿Quién duda, pues mal pudiera
en tanto mortal desdén
dar celos al aire quien
galán del aire no fuera,
que habla conmigo? ¡Oh, si más
se declarara! ¿Es a mí,
Eco, la amenaza?
(Sale MEGERA, atravesando el tablado.)
MEGERA
Sí.
ERÓSTRATO
¿Cómo?
MEGERA
Presto lo sabrás.
ERÓSTRATO
Nuevas furias me arrebatan.
MEGERA
Viendo al seguir mis anhelos.
ELLA y MÚSICOS
Que si el aire diere celos,
celos aun del aire matan.
(Vase.)
ERÓSTRATO
Hacia allí la voz se oyó,
y aunque con nuevas injurias
de iras, ansias, rabias, furias,
ciego el eco me dejó;
seguirle tengo.
(Sale RÚSTICO.)
RÚSTICO
En efeto,
no me atrevo a parecer
entre gentes, por no ser
animal más imperfeto
del que me han hecho hasta aquí,
y así a los montes me vengo.
(Anda ERÓSTRATO a ciegas, y se abraza con RÚSTICO.)
ERÓSTRATO
Pues en mis brazos te tengo,
sombra cuya voz seguí,
he de saber qué me quieres,
y lo que tu voz me dice.
RÚSTICO
¿Qué monstruo es, ¡ay infelice!,
el que me agarra?
ERÓSTRATO
¿Quién eres?
RÚSTICO
Imagine su mercé
en cuánta alimaña hay hoy
la que quiere, que esa soy,
esa he sido, esa seré,
sin más dilación, pues tales
son mis varios atributos,
que hecho pericón de brutos
y pendanga de animales,
del manjar que va a buscar
al punto le serviré;
pero no me coma, aunque
le dé a escoger el manjar.
ERÓSTRATO
¡Rústico!
RÚSTICO
Eso es bueno.
ERÓSTRATO
Espera.
RÚSTICO
¿Rústico yo?
ERÓSTRATO
¿Qué hay que asombre?
RÚSTICO
Ser para las fieras hombre
y para los hombres fiera.
ERÓSTRATO
¿Qué quieres decir? Detente.
RÚSTICO
Que ninguno hay que me vea
que alimaña no me crea,
no quitando lo presente,
sino su mercé.
ERÓSTRATO
¿Que aún no
me has conocido?
RÚSTICO
En quien es
a caer no me atrevo.
ERÓSTRATO
¿Pues
no soy Eróstrato yo?
RÚSTICO
Agora lo conocí,
y ya no me admira el traje,
que no es mucho ver salvaje
al que enamorado vi.
Mas dime qué es lo que pasa.
ERÓSTRATO
Desde que Aura el aura es
de Venus, es mi ansia, pues
Aura me yela y me abrasa.
Dime tú si acaso oíste
una voz y dónde fue.
RÚSTICO
Ni yo la oí, ni lo sé.
ERÓSTRATO
Pues yo he de seguirla, ¡ay triste!,
hasta ver en qué rematan,
publicando sus desvelos, (Él y la música.)
que si el aire diere celos,
celos aun del aire matan.
(Vase.)
RÚSTICO
Vaya norabuena,
que yo, habiendo visto
gente a aquella parte,
aunque le haya oído
llamarme mi nombre,
pretendo escondido
que quien son no vuelvan
al primer delirio.
(Escóndese RÚSTICO, y salen CÉFALO y CLARÍN.)
CÉFALO
Aquí, Clarín, queda,
pues al verde sitio
desde inculto seno
no has de entrar conmigo.
CLARÍN
¿Posible es que encubras
que hay aquí escondido
de mí, conociendo
cuán leal te sirvo?
CÉFALO
Porque no presumas
que de ti no fío
lo que a Pocris callo,
verás que lo digo.
Aquella beldad
a quien todos vimos
convertida en aire,
conservando el mismo
nombre de Aura, es quien
en el cristalino
imperio de Venus
hoy goza el dominio.
Esta, agradecida
a cuando mi brío
intentó librarla
en aquel peligro;
viéndome una siesta
del ardiente estío
postrado al cansancio,
partió con los rizos,
ya que no a cendales,
el fuego a suspiros,
mullidos a fuer
de rosas los riscos,
vi lechos, en quien
fue el sueño mi alivio,
en que o mal despierto,
o no bien dormido,
en humana voz
su deidad me dijo...
(Canta AURA dentro.)
AURA
Siempre que ansioso el afán
de la caza te fatigue,
llama a Aura que le mitigue,
a cuyas voces verán
tus congojas cuánto están
en tu favor los favores
de aquella que hoy entre albores
poner puede, de su mano
en los hombros del verano,
el imperio de las flores.
CÉFALO
Aun ahora parece
que suena en mi oído,
y pues de su agrado
paso divertido
las treguas que da
el noble ejercicio,
logrando dichoso
sin que yerre tiro
los altos trofeos
de aqueste divino
arpón de Diana;
¿qué mucho que altivo
busque aquella fiera
que tantos han visto,
y yo nunca encuentro;
y más cuando miro
que en esto no agravio
el tierno cariño
con que a Pocris bella
adoro y estimo?
Y así, pues no es
la caza desvío,
bien ambos empleos
lograr solicito
de monte y regazo,
siendo a un tiempo mismo
Pocris por quien muero,
Aura por quien vivo.
(Vase CÉFALO, y sale POCRIS de villana, y FLORETA, oyéndole.)
POCRIS
«¿Pocris por quien muero,
Aura por quien vivo?»
¡Oh, nunca Floreta
le hubiera seguido
hasta donde haciendo
cancel de ese risco,
llegara a ocasión
en que hubiera oído:
«¿Pocris por quien muero,
Aura por quien vivo?»
¡Espera, amante traidor!,
mira que es mucho rigor,
doblándome los recelos,
que tú me mates de celos,
y yo me muera de amor.
Si mi vida te estorbó,
no tú quitármela trates,
que yo lo haré, pues que no
es menester que me mates,
para que me muera yo.
POCRIS
Déjame con los consuelos
de que yo te hice el favor;
pues no me deja el dolor
que tú me mates de celos,
si yo me muero de amor.
Mas ¿qué es lo que hago?
Mas ¿qué es lo que digo?
Las lágrimas cesen,
cesen los suspiros;
y ya hecho el empeño,
beber solicito
la ponzoña al vaso,
y al aire el hechizo.
Y así, tú, Floreta,
porque menos ruido
haga una en su acecho,
en aqueste sitio
te queda, entre tanto
que sola le sigo,
hasta que mis penas
vean si averiguo
qué Aura es aquesta,
por quien él ha dicho:
«Pocris por quien muero,
Aura por quien vivo.»
Que aunque cobarde el temor,
flores pise y sienta celos,
nada aventuro, en rigor,
en que él me mate de celos,
si yo me muero de amor.
(Vase.)
(Quédanse FLORETA, CLARÍN, y RÚSTICO.)
CLARÍN
Dos zagalas venían,
y a la espesura,
como apuesta se ha entrado
de dos la una.
FLORETA
Yo y Clarín bien mostramos
que los sirvientes,
como malas espadas
se vuelven siempre.
RÚSTICO
Ya no hay ruido, yo salgo;
pero no es tiempo,
que el azar estos días
está al encuentro.
CLARÍN
Pues usted, reina, espera
cuando yo espero,
hagamos la esperanza
divertimiento.
FLORETA
¿Quién será tan grosero,
tan vano, que haga
su divertimiento
de su esperanza?
RÚSTICO
Si es discreto y requiebra,
tendré buen rato;
y mejor, si requiebra
y es mentecato.
CLARÍN
Primoritos fueran
en gente baja,
guarnecer alcorcones
con filigrana;
y así, solo a mi modo
decirla intento...
FLORETA
¿Qué?
CLARÍN
Que nos querramos
por pasatiempo.
FLORETA
Si Floreta lo oyera,
saltara ahora.
CLARÍN
De Floretas se hacen
las cabriolas.
Pero tú, ¿de qué sabes
que yo la quiero?
RÚSTICO
De saber lo que había
de no saberlo.
FLORETA
Ella me lo ha dicho.
CLARÍN
¡Ve aquí, señores,
como su remedio
pierden los hombres!
Andarase alabando,
porque de balde,
ninfa del baratillo,
la amé una tarde.
FLORETA
Pues infame, picaño,
loco, atrevido,
¿es esta cara, cara
del baratillo?
(Descúbrese FLORETA.)
CLARÍN
Conocido te había.
¡Tente, Floreta!
RÚSTICO
([Aparte.]
Ya eso es viejo. Por Baco,
que ella es por ella;
y animal más o menos,
hacerles tengo
que me tiemblen.) ¡Ya basta!
FLORETA
¿Qué es lo que veo,
mi marido no es este?
CLARÍN
Villano, aparta.
RÚSTICO
¡Oiga!, ¿qué hacen ustedes,
que no se espantan?
CLARÍN
¿Pues por qué ha de espantarme
ver un villano?
FLORETA
¿Ni a mí, cuando te busco,
ver que te hallo?
RÚSTICO
¿Luego yo soy yo mismo?
FLORETA
¿De qué lo dudas?
RÚSTICO
Qué animal soy sepamos;
baste la burla.
Denme el nombre y huyan,
que es gran contento
el ver al enemigo
cuando va huyendo.
FLORETA
¿Qué locura es aquesta,
Rústico mío?
CLARÍN
Diga el tonto...
RÚSTICO
Ahora veo
que soy yo mismo.
CLARÍN
¿Qué es lo que aquí quiere?
RÚSTICO
Que me conozca
por el menor marido
desta señora.
FLORETA
¿Pues por qué, temblando,
decirlo estrañas?
RÚSTICO
Por si león me hacías,
FLORETA
¿Qué torpeza es aquesta?
RÚSTICO
Por si soy oso.
FLORETA
¿Pues por qué a mí me riñes?
RÚSTICO
Ya estoy muy otro.
FLORETA
¿Cómo tan asqueroso
y tan sucio andas?
RÚSTICO
Desde que fui tigre,
todo soy manchas.
FLORETA
Dime: ¿qué te has hecho?,
¿dónde has estado?
RÚSTICO
El señor te lo diga,
que vendió el galgo.
FLORETA
No te entiendo, habla claro.
CLARÍN
Yo de Floreta
sepa que siempre he sido...
(Dentro.)
Guarda la fiera.
RÚSTICO
Pero de aquestas voces
la gritería,
pues por mí no lo dicen,
por mí lo digan.
FLORETA
¿Cómo por ti? Espera;
que aquestas voces
acosando una fiera
bajan del monte.
RÚSTICO
Yo me entiendo.
CLARÍN
A esta parte
viene furiosa.
FLORETA
¿Qué haces?
CLARÍN
Huyo.
FLORETA
¿Pues quieres
dejarme sola?
RÚSTICO
¿Esa es cortesía?
CLARÍN
Sí, que hasta hallarte,
solo tuve yo ausencias
y enfermedades.
(Vase.)
RÚSTICO
Pues por mí no es justo;
yo me iré, vuelva,
que a usted enfermedades
falten y ausencias.
(Vase.)
FLORETA
Oye, espera; ¿me dejas
sola en el riesgo?
¿Qué haré?
[GENTE]
(Dentro.)
Guarda la fiera.
FLORETA
¡Lindo consejo!
Mas el ser liviana
no es ser ligera,
según voy tropezando.
[GENTE]
(Dentro.)
Guarda la fiera.
(Sale CÉFALO.)
CÉFALO
Pues por gozar tu favor
no voy tras aquellas voces
que, discurriendo veloces,
apellidan mi valor,
a templar el resplandor
del sol, el bello desdén.
Ven, Aura, ven.
(Sale a una parte POCRIS, oyéndola.)
POCRIS
¿Ven, Aura, ven, dijo? Sí,
ya el equívoco acabó...
Aura es a quien llamó.
No en vano dudé y temí
que Aura, vengada de mí,
quiera perturbar mi bien.
CÉFALO
Ven, Aura, ven.
Ven, y en cromáticos tales
den alivio a mis congojas
los pasajes de las hojas,
las pausas de los cristales,
que sustenidos mis males,
haciendo pausas estén.
Ven, Aura, ven.
(AURA en lo alto.)
AURA
¿Ven, Aura, ven? Aunque oí
su voz, no respondo a ella,
que oyéndola Pocris bella,
sorda he de estar, porque así,
al ver que me llama a mí,
más penas sus penas den.
CÉFALO
Ven, Aura, ven.
Ven, y con cláusulas sumas
muevan trinados primores
inquietos golfos de flores,
blandos embates de plumas.
Tus penachos las espumas
sean, y el ámbar también.
Ven, Aura, ven.
POCRIS
«Ven, Aura, ven», una y mil
veces repite; y aunque
de celos muriendo esté,
hasta averiguar su vil
traición, ea, varonil
dolor, paciencia prevén.
CÉFALO
Ven, Aura, ven.
Ven, y porque la armonía
con que esta mansión desierta
oye que el día despierta,
oiga que se duerme el día;
una y otra fantasía
faltas con la aurora estén.
Ven, Aura, ven.
AURA
«Ven, Aura, ven», repitió,
mas sufra Pocris y pene.
POCRIS
¿Ven, Aura, ven, y no viene?
No soy a quien llama yo.
AURA
¿Quién el favor dilató?
POCRIS
¿A quién tardó el mal, a quién?
CÉFALO
Ven, Aura, ven.
Ven, y jurando en tu esfera
al mayo rosas y mieses
por rey de los doce meses,
por dios de la primavera,
diga el sol...
VOCES
Guarda la fiera.
LOS TRES
Ya, que no prosiga, es bien.
Ven, Aura, ven.
UNOS
(Dentro.)
De lo fragoso del monte
se favorece y ampara.
OTROS
En vano ha de ser su fuga.
Seguidle todos.
(Sale ERÓSTRATO.)
ERÓSTRATO
¡Qué ansia!
Aun hasta aquí, donde más
se tejen y se enmarañan
con lo arisco de las breñas
lo escabroso de las plantas,
siguiéndome vienen. ¡Cielos!,
si son iras de Diana,
bien podrán lograr castigos,
pero no tomar venganzas;
que cuando mi diligencia
o su centro no me valga,
me sabré desesperar
desde la peña más alta
al piélago más profundo,
muerto a manos de mi rabia,
antes que a las de su ira.
CÉFALO
Bruto horror destas montañas;
pues que de tantos el cielo
para mi triunfo te guarda.
Yo solo, deste sagrado
venablo blandida el asta,
en fee de su dueño, pude
conseguir empresa tanta.
Muere a su impulso.
ERÓSTRATO
Detente,
gallardo joven, no hagas
fiera haciendo a un hombre,
que envilecida la hazaña,
con humana sangre borre
tus aplausos.
CÉFALO
Si me daba
en lo horroroso, en lo fiero
del aspecto, antes del habla
por ver tu vista, tu voz
mas que a pavor se adelanta.
AURA
¿Quién creerá q[ue] siendo el dueño
de mi amor y mi venganza
Eróstrato, no sea él
quien mis favores arrastra,
sino Céfalo? Mas, ¿quién
no lo creerá, si repara
que el que está sin sí, no está
capaz de favores de Aura?
CÉFALO
¿Hombre humano eres?
ERÓSTRATO
Sí.
(Sale TESÍFONE.)
TESÍFONE
Ahora
lo que a mi furia se encarga,
es perturbar sus sentidos.
CÉFALO
Mientes, mientes, y me engaña
o tu semblante o tu voz,
pues a tan poca distancia,
ni te percibo las señas,
ni te averiguo las ansias.
Y pues lo que me aseguras
desdice a lo que me espantas,
muere a este arpón, otra vez
digo.
ERÓSTRATO
Si el ser no me salva
hombre, sálveme el ser fiera,
apelando a las entrañas
de los montes, tan sañuda,
tan ciega y desesperada,
que a más no poder, de aquella
alta roca despeñada
caiga al mar.
(Vase.)
AURA
Lo más que puedo
es ofrecerte mis alas.
CÉFALO
Mal huirás, si este de fresno
áspid, víbora de plata,
relámpago sin rumor
y rayo sin luz, te alcanza.
TESÍFONE
[Aparte.]
Sí alcanzará; ¿pero a quién
le destina soberana
deidad, que de tus sentidos
privar el uso me manda?
POCRIS
[Aparte.]
Porque tan horrible monstruo
no siga, al paso le salga.
CÉFALO
De vista le perdí, pero
allí se mueven las ramas. (Dispara el venablo hacia POCRIS.)
POCRIS
¡Ay, infelice de mí!
CÉFALO
Logré la empresa más alta;
¿pero cuándo ha errado tiro
el venablo de Diana?
AURA
Presto lo verás y pues,
cómplice de tu desgracia,
en el todo de ser tuya
a mí la parte me alcanza,
vuelta en lástima la ira,
muestre, intentando enmendarla,
que más allá de la muerte
no llegan nobles venganzas.
CÉFALO
Agora, pues ya la fiera
cayó herida, a rematarla
de aqueste puñal el filo
acuda. (Sale POCRIS herida, cayendo.)
POCRIS
¡El cielo me valga!
CÉFALO
¡Pero qué miro, ay de mí!
¿Qué transformación tan rara
es la que, hiriendo a la noche,
en púrpura tiñe el alba?
Si monstruo de hombre y de fiera
fue el que destas verdes ramas
se amparó, ¿cómo mujer,
la que con mortales bascas,
destiñendo los verdores
a estas brutas esmeraldas,
lechos que la admiten nieve,
la van convirtiendo en nácar?
¿Si ilusión, si devaneo,
si delirio, si fantasma
es de los ojos? ¡Mas ay!, (Mírala al rostro.)
no es sino de toda el alma.
No sé si otra vez me atreva
a verla, por si otra guarda
aparentes señas, que
en tupidas sombras pardas
de la idea, como objeto
que en mí vive, me retrata
la imagen de... Pero a verla
me atrevo, y no a pronunciarla.
POCRIS
De Pocris, ¿qué te recelas,
qué dudas, ni qué recatas,
si en mi muerte, no el defecto
alteras, sino la causa;
pues no mudando la esencia
mi muerte, la circunstancia
muda solo en que tu acero
mate a quien tus celos matan.
Y así, mi esposo, mi dueño,
mi bien, mi señor, mi alma,
(y si no digo mi vida
es porque no digo nada)
no sientas, no, deste influjo
la constelación tirana;
pues es dicha, ya que muero,
morir a mejores armas.
CÉFALO
Pocris bella, Pocris mía,
dulce dueño, esposa amada,
que a fuerza de tu hermosura
debió de ser tu desgracia...
¿Tuya dije?, digo mía.
¿Tú celosa? ¿De quién?
POCRIS
De Aura,
a quien buscas, a quien sigues,
a quien quieres y a quien llamas.
CÉFALO
¿Aura no es aire?
POCRIS
Sí, ¿pero
qué enmienda (el aliento falta)
ser (el pecho se estremece)
Aura (el corazón se arranca)
aire (la voz titubea),
si (el espíritu desmaya)
en quien (la vida se rinde)
quiere (el ánimo se pasma),
como (la razón delira)
quiero, consecuencia es clara,
que si el aire diere celos,
celos aun del aire matan. (Cae muerta en el peñasco de la apariencia.)
CÉFALO
Espiró la luz pura
del sol, sin espirar la de su esfera,
en cuya peña dura
la hermosura naciera,
si naciera sembrada la hermosura.
¿Cómo en el desconsuelo
de todos, más por vuestro que por mío,
del día el azul velo
deste cadáver frío
no hace en exequias que...?
¡Válgame el cielo! (Cae desmayado, y dicen dentro las Furias y DIANA.)
TESÍFONE
Deidad de nubes y estrellas...
ALECTO
Diosa de selvas y bosques...
MEGERA
Reina de sombras y abismos...
DIANA
Aquesos son mis tres nombres. (Salen las cuatro.)
Ya sé lo que me queréis;
y así, atended a mis voces.
¡Ninfas, que de aquella ruina
perdonaron los horrores!
¡Zagales destas montañas,
destas selvas moradores! (Salen todas las NINFAS, y ZAGALES, CLARÍN y RÚSTICO.)
NINFAS
¿Qué nos mandas?
ZAGALES
¿Qué nos quieres?
RÚSTICO
¿Qué es lo que miro, señores?
CLARÍN
Cumplido el refrán que dice:
«Quien escucha, su mal oye.»
DIANA
Que de tres venganzas mías
supliquéis los tres blasones,
una y mil veces conmigo
diciendo en ecos acordes:
Viva la deidad...
TODOS
Viva la deidad...
DIANA
Que a los corazones...
TODOS
Que a los corazones...
DIANA
Que prende el amor...
TODOS
Que prende el amor...
DIANA
Los grillos les rompe...
TODOS
Los grillos les rompe...
(Repiten, y aparécese AURA en lo alto.)
AURA
¡Suspended, suspended los acentos!,
¡los ecos parad!, ¡parad las canciones!,
que aunque son nobles también las venganzas,
tal vez blasonadas desdicen de nobles.
Y pues que, ninfa del aire,
puedo hacer que se transforme
la escena en nubes y estrellas
que me ilustren y me adornen,
sabed que a Céfalo atenta,
quise, ofendida de Pocris,
que ella me pagase en celos
lo que él me debió en favores.
Pero a lástima pasando
lo infeliz de sus amores,
solicito que sus yerros
el aura de amor los dore,
que aunque son nobles también las venganzas,
tal vez blasonadas desdicen de nobles.
Y así, Venus a mi ruego,
y a ruego de Venus Jove,
mandan que de fino amor
la tragedia se mejore
sin el horror de tragedia,
con que Pocris se coloque
sobre el orbe de la luna ,
de los astros en el orbe,
y Céfalo, conservando
la cláusula de su nombre,
cuando por Céfalo aire,
nombre de Céfiro tome.
AURA
Estrella y aliento ambos,
ya en soplos, ya en resplandores,
como en prodigios de amor,
inspiren castos amores.
Subid, pues, restituidos
a mejor ser, donde dioses,
astros, planetas y signos,
sol, luna y estrellas noten
que, aunque son nobles también las venganzas,
tal vez blasonadas desdicen nobles. (Van subiendo CÉFALO y POCRIS, hasta juntarse con AURA, y suben todos tres.)
CÉFALO
Feliz yo, feliz, pues quiere
Júpiter que a verte torne.
POCRIS
Feliz yo, Céfalo, pues
quiere Aura, que este bien logre.
AURA
Subid conmigo los dos
al supremo solio, donde
a Júpiter deis las gracias,
diciendo en ecos veloces...
LAS TRES
Que aunque son nobles también las venganzas,
tal vez blasonadas desdices de nobles.
DIANA
Una vez vengada yo,
poco importa que blasones
de estrella y aire.
TODOS
Con que
diremos todos conformes:
«Si celos del aire matan,
también del aire favores
dan vida», porque se vea
en Aura, en Céfalo y Pocris
que aunque son nobles tal vez las venganzas,
tal vez blasonadas desdicen de nobles.