Cinco semanas: Capítulo XLIV
Conclusión. - El acta. - Los establecimientos franceses.
- El puesto de Medina. -
El Basilic. - San Luis. - La
fragata inglesa. - Regreso a Londres
La expedición que se encontraba a orillas del río había sido enviada por el gobernador de Senegal y se componía de dos oficiales, los señores Dufraisse, teniente de Infantería de Marina, y Rodamel, alférez de navío, un sargento y siete soldados. Hacía dos días que estaban buscando la situación más favorable para el establecimiento de un puesto en Gouina, cuando fueron testigos de la llegada del doctor Fergusson.
Huelga decir que los tres viajeros recibieron muchos abrazos y muchas felicitaciones. Habiendo los franceses podido comprobar por sí mismos la realización del audaz proyecto de Samuel Fergusson, se convertían en los testigos naturales de éste.
Así es que el doctor les pidió, en primer lugar, que constataran de manera oficial su llegada a las cataratas de Gouina.
-¿Tendrá la bondad de levantar acta y firmarla? -le preguntó al teniente Dufraisse.
-Estoy a su disposición -respondió éste.
Los ingleses fueron conducidos a un puesto provisional establecido a orillas del río, y allí se les prodigaron las mayores atenciones y se les proveyó abundantemente de cuanto pudiera hacerles falta. Allí se redactó también, en los siguientes términos, el acta que se encuentra actualmente en los archivos de la Sociedad Geográfica de Londres.
«Los abajo firmantes declaramos que en el día de la fecha hemos visto llegar, colgados de la red de un globo, al doctor Fergusson y a sus dos compañeros, Richard Kennedy y Joseph Wilson habiendo caído dicho globo a unos pasos de nosotros en el lecho mismo del río, siendo arrastrado por la corriente y abismándose en las cataratas de Gouina. En testimonio de lo cual firmamos la presente en unión de dichos viajeros para que conste donde sea pertinente. Firmado en las cataratas de Gouina, el 24 de mayo de 1862.
»SAMUEL FERGUSSON, RICHARD KENNEDY, JOSEPH WILSON; DUFRAISSE, teniente de Infantería de Marina; RODAMEL, alférez de navío; DUFAYS, sargento; FLIPPEAU, MAYOR, PÉLISSIER, LOROIS, RASCAGNET, GUILLON y LEBEL, soldados.»
Aquí concluye la asombrosa travesía del doctor Fergusson y de sus valerosos compañeros, constatada por irrecusables testigos. Se hallaban ya entre amigos y rodeados de tribus más hospitalarias que mantienen relaciones con los establecimientos franceses.
Habían llegado al Senegal el sábado 24 de mayo, y el 27 del mismo mes estaban en el puesto de Medina, situado a orillas del río, un poco más al norte.
Los oficiales franceses les recibieron con los brazos abiertos y les agasajaron todo lo posible. El doctor y sus compañeros tuvieron ocasión de embarcar casi inmediatamente en el pequeño barco de vapor Basilic, que descendía por el Senegal hasta su desembocadura.
Catorce días después, el 10 de junio, llegaron a Sant Luis, donde el gobernador les ofreció una magnífica acogida. Ya estaban repuestos completamente de sus tribulaciones y fatigas. Joe decía a todo aquel que quisiera escucharle:
-Nuestro viaje, después de todo, ha sido muy tonto, y no aconsejo que lo emprenda quien desee experimentar emociones fuertes. Acaba por resultar tedioso; de no ser por las aventuras del lago Chad y del Senegal, nos habríamos muerto de aburrimiento.
Había una fragata inglesa próxima a zarpar, y los tres viajeros embarcaron en ella; el día 25 de junio llegaron a Portsmouth, y el siguiente a Londres.
No describiremos el entusiasmo con que les acogió la Sociedad Geográfica ni los obsequios de que fueron objeto. Kennedy partió inmediatamente para Edimburgo con su famosa carabina, deseoso de tranquilizar cuanto antes a su vieja ama de llaves.
El doctor Fergusson y su fiel Joe siguieron siendo los mismos hombres que hemos conocido, sin que se hubiera verificado en ellos más que una variación importante.
Se habían convertido en íntimos amigos.
Todos los periódicos de Europa colmaron de elogios a los audaces exploradores, y el Daily Telegraph lanzó una tirada de novecientos setenta y siete mil ejemplares el día en que publicó un extracto del viaje.
En sesión pública celebrada en la Real Sociedad Geográfica, el doctor dio cuenta de su expedición aeronáutica, y obtuvo para él y sus compañeros la medalla de oro destinada a recompensar la más notable exploración del año 1862.
El principal resultado del doctor Fergusson ha sido constatar de la manera más precisa los hechos y los datos geográficos reunidos por Barth, Burton, Speke y otros viajeros. Gracias a las expediciones actuales de Speke y Grant, De Heuglin y Munzinger, que se dirigen a las fuentes del Nilo o al centro de África, podremos dentro de poco comprobar los propios descubrimientos del doctor Fergusson en la inmensa comarca comprendida entre los grados 14 y 33 de longitud.