Comentarios reales : 2da VII 18
Prevenciones para la conquista de Chili
[...] Pues como el Rey Inca Yupanqui se viese amado y obedecido, y tan poderoso de gente y hacienda, acordó emprender una grande empresa que fue la conquista del reino de Chili. Para la cual, habiéndolo consultado con los de su Consejo, mandó prevenir las cosas necesarias. Y dejando en su corte los ministros acostumbrados para el gobierno y administración de la justicia, fue hasta Atacama, que hacia Chili es la última provincia que había poblada y sujeta a su Imperio, para dar calor de más cerca a la conquista, porque, de allí adelante hay un gran despoblado que atravesar hasta llegar a Chili. Desde Atacama envió el Inca corredores y espías que fuesen por aquel despoblado y descubriesen paso para Chili y notasen las dificultades del camino, para llevarlas prevenidas. Los descubridores fueron Incas, porque las cosas de tanta importancia no las fiaban aquellos Reyes sino de los de su linaje, a los cuales dieron indios de los de Atacama y de los de Tucma (por los cuales, como atrás dijimos, había alguna noticia del reino de Chili), para que los guiasen, y de dos a dos leguas fuesen y viniesen con los avisos de lo que descubriesen, porque era así menester para que les proveyesen de lo necesario. Con esta prevención fueron los descubridores, y en su camino pasaron grandes trabajos y dificultades por aquellos desiertos, dejando señales por donde pasaban para no perder el camino cuando volviesen. Y también porque los que los siguiesen supiesen por dónde iban. Así fueron yendo y viniendo como hormigas, trayendo relación de lo descubierto y llevando bastimento, que era lo que más habían menester. Con esta diligencia y trabajo horadaron ochenta leguas de despoblado, que hay desde Atacama a Copayapu, que es una provincia pequeña, aunque bien poblada, rodeada de largos y anchos desiertos, porque para pasar adelante hasta Cuquimpu hay otras ochenta leguas de despoblado. Habiendo llegado los descubridores a Copayapu y alcanzado la noticia que pudieron haber de la provincia por vista de ojos, volvieron con toda diligencia a dar cuenta al Inca de lo que habían visto. Conforme a la relación, mandó el Inca apercibir diez mil hombres de guerra, los cuales envió por la orden acostumbrada con un general llamado Sinchiruca y dos maeses de campo de su linaje, que no saben los indios decir cómo se llamaban. Mandó que les llevasen mucho bastimento en los carneros de carga, los cuales también sirviesen de bastimento en lugar de carnaje, porque es muy buena carne de comer. Luego que Inca Yupanqui hubo despachado los diez mil hombres de guerra, mandó apercibir otros tantos, y por la misma orden los envió en pos de los primeros, para que a los amigos fuesen de socorro y a los enemigos de terror y asombro. Los primeros, habiendo llegado cerca de Copayapu, enviaron mensajeros, según la antigua costumbre de los Incas, diciendo se rindiesen y sujetasen al hijo del Sol, que iba a darles nueva religión, nuevas leyes y costumbres en que viviesen como hombres y no como brutos. Donde no, que se apercibiesen a las armas, porque por fuerza o de grado habían de obedecer al Inca, señor de las cuatro partes del mundo. Los de Copayapu se alteraron con el mensaje y tomaron las armas y se pusieron a resistir la entrada de su tierra, donde hubo algunos reencuentros de escaramuzas y peleas ligeras, porque los unos y los otros andaban tentando las fuerzas y el ánimo ajeno. Y los Incas, en cumplimiento de lo que su Rey les había mandado, no querían romper la guerra a fuego y a sangre, sino contemporizar con los enemigos a que se rindiese por bien. Los cuales estaban perplejos en defenderse: por una parte los atemorizaba la deidad del hijo del Sol, pareciéndoles que habían de caer en alguna gran maldición suya si no recibían por señor a su hijo; por otra parte los animaba el deseo de mantener su libertad antigua y el amor de sus dioses, que no quisieran novedades, sino vivir como sus pasados.