Comunicado 150
El Comunicado 150 fue dado a conocer públicamente el 23 de septiembre de 1962, en Argentina, como expresión del pensamiento del bando Azul en el enfrentamiento entre Azules y Colorados. Su redactor principal fue el periodista Mariano Grondona.
Fuente: Cernadas Lamadrid, Juan Carlos; Halac, Ricardo (1986). «Azules y Colorados: los tanques en la calle». Yo fui Testigo (3).
COMUNICADO 150
El gran drama vivido en los últimos días ha sido la culminación de los esfuerzos y ansiedades de aquellos hombres que creyeron que, antes que nada, el país debía reencauzarse por el camino de la Constitución.
Nuestro objetivo en lo nacional es mantener el actual Poder Ejecutivo y asegurarle la suficiente y necesaria libertad de acción, en la medida que su cometido sea conducente al cumplimiento de los compromisos contraídos con el pueblo de la Nación, a fin de concretar en el más breve plazo la vigencia de la Constitución.
En lo militar, se persigue al restablecimiento de la justicia, base de la disciplina, el respeto a las leyes y reglamentos, sin discriminaciones en su aplicación. Creemos antes que nada, que el país debe retornar cuanto antes al pleno imperio de la Constitución que nos legaron nuestros mayores. En ella y solo en ella encontraremos todos los argentinos las bases de la paz interior, de la unión y la prosperidad nacionales, que han sido gravemente comprometidos por quienes demostraron no tener otra razón que la fuerza, ni otro norte que el asalto del poder. Sostenemos que el principio rector de la vida constitucional es la soberanía del pueblo. Solo la voluntad popular puede dar autoridad legítima al gobierno y majestad a la investidura presidencial.
Propiciamos, por lo tanto, la realización de elecciones mediante un régimen proporcional que asegure a todos los sectores la participación en la vida nacional; que impida que alguno de ellos obtenga por medio de métodos electorales que no responden a la realidad del país, el monopolio artificial de la vida política; que exija a todos los partidos organización y principios democráticos y que asegure la imposibilidad del retorno a épocas ya superadas; que no pongan al margen de la solución política a sectores auténticamente argentinos que, equivocada y tendenciosamente dirigidos en alguna oportunidad, pueden ser hoy honestamente incorporados a la vida constitucional.
Sobre esta base de concordia se ha de lograr entre todos los argentinos, que solo desean trabajar en paz por la grandeza de la Nación y por su propio bienestar. Creemos que las Fuerzas Armadas no deben gobernar. Deben, por lo contrario, estar sometidas al poder civil. Ello no quiere decir que no deben gravitar en la vida institucional. Su papel es, a la vez, silencioso y fundamental: ellas garantizan el pacto institucional que nos legaron nuestros antecesores y tienen el sagrado deber de prevenir y contener cualquier empresa totalitaria que surja en el país, sea desde el gobierno o de la oposición.
Quiera el pueblo argentino vivir libre y pacíficamente la democracia, que el Ejército se constituirá, a partir de hoy, en sostén de sus derechos y en custodio de sus libertades. Estamos absolutamente convencidos de que no habrá solución económica ni social de los graves problemas que nos aquejan sin estabilidad política ni paz interior. Las Fuerzas Armadas deben tomar su parte de responsabilidad en el caos que vive la República y enderezar el rumbo de los acontecimientos hacia el inmediato restablecimiento de estos valores.
Una vez cumplida esta urgente tarea, podrán y deberán retornar a sus funciones específicas con la certeza de haber cumplido un deber y de haber pagado una deuda. Confiamos en el poder civil. Creemos en nuestro pueblo. A sus representantes les dejamos la solución de los problemas argentinos. Como hombres de armas, cumplimos la sagrada misión de hacer posible la democracia, mediante la ofrenda de nuestras vidas.
Que el pueblo argentino, sin distinción de clases ni de partidismos y dueño de las grandes intuiciones, sepa seguirnos en esta lucha, que es la suya. Levantemos, pues, las banderas que darán a esta tierra paz, progreso y vocación de grandeza: el imperio de la Constitución, la efectiva vigencia de la democracia y la definitiva reconciliación entre argentinos.
Buenos Aires, 23 de septiembre de 1962.