Con motivo
Si pisoteada fue nuestra bandera
por alevosas plantas españolas
y donde tremolaba, allí altanera
hoy tú, bandera de Isabel, tremolas;
si la insolencia de la escuadra ibera
surcando sigue nuestras libres olas,
¿qué decir quiere ese rumor incierto
que habla de mediación y de concierto?
¿Quién, cuando tan reciente está la ofensa,
y es tan notoria y cual ninguna grave,
quién en concierto, en mediación quién piensa?
Aquí concierto o mediación no cabe:
¿Quién sintiéndose arder en ira inmensa,
no aspira solamente a que se lave
con española sangre nuestra afrenta,
y sed no tiene de la lid sangrienta?
Estos solos ser pueden los conciertos:
que a cuantos forman esa aleve armada,
o nuestras balas los derriben muertos,
o siegue sus gargantas nuestra espada;
y hundiéndose después en los abiertos
hondos abismos de la mar airada,
harten el hambre de voraces peces,
pagando así sus locas altiveces.
Tal linaje de ofensa no consiente
sutil discurso, artificioso pliego,
ni nuestra justa cólera impaciente
que cruda guerra nos demanda, y luego;
hierro agudo, veloz plomo y ardiente,
abordaje, matanza, estrago, fuego,
y de sangre en el mar un lago rojo:
eso nos pide nuestro justo enojo.
¿Sufrirán por ventura los peruanos
que se diga que sólo en civil guerra,
en la lucha de hermanos con hermanos,
cuando hasta el triunfo deshonor encierra,
prontos acuden con armadas manos,
y que, en defensa de la patria tierra,
cuando la invade pérfido extranjero,
los riesgos huyen del combate fiero?
Si el Perú tal oprobio consintiera
y tan negro borrón en su honra clara,
merecería que la tierra entera
como al pueblo más vil le despreciara,
y a sus menguados hijos por do quiera
les escupieran todos a la cara;
y fuera entonces insultar a un hombre
darle siquiera de peruano nombre.
27 de Abril de 1864.