Cosechando el fruto

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<< Autor: Manuel González Prada


Publicado en Los Parias, periódico de Lima, 1905.


Los diarios de Lima publicaron el 12 de agosto el siguiente despacho telegráfico:

"Buenos Aires, agosto 11 de 1905. Señor Ministro argentino. Lima. Oficial.-- Un extranjero anarquista atentó esta tarde a las 2 p.m. contra la persona del Presidente de la República. El arma, felizmente, no dio fuego, y el autor del atentado fue detenido. El Presidente está en su despacho, donde recibe las felicitaciones del público y de los miembros del Congreso. Saludo a V.E.-- (Firmado). Carlos Rodríguez Larreta, Ministro de Relaciones Exteriores".

Al concluir de leer el telegrama, se nos ocurrió preguntarnos si se trataría de cosa seria o de una simple comedia tramada por agentes de policía en connivencia con el Gobierno. El Presidente de la Argentina no parece muy simpático a la mayoría de sus conciudadanos, y nada granjea tanta simpatía como figurar de víctimas. ¿Qué no fraguan políticos en unión de policíacos para fabricar reputaciones o recomponer honras averiadas? Recordamos haber leído en La Libre Parole que, con el fin de popularizar a Casimir Périer, los cachacos [*] franceses se disfrazaban de novias y le besaban en las calles de París.

Ese revólver que no da fuego y ese matador que no intenta quemar otra cápsula nos infundían alguna sospecha, sabiendo que los anarquistas usan armas seguras y repiten el golpe cuando falla una vez. Hombres resueltos a sacrificar su vida, la venden caro, sin amilanarse al consumar el acto supremo.

Telegramas posteriores al 12 de agosto confirmaron lo serio del conato, dieron el nombre del anarquista y anunciaron que el buen Quintana se había enfermado (tal vez a causa de la impresión). Desgraciadamente, ningún corresponsal nos reveló si la enfermedad se contaba en el número de las que sanan con bismuto.

Al admitir el homicidio frustrado, conviene explicarle, buscando antecedentes, para no ver crímenes monstruosos o actos impulsivos donde hay sólo consecuencias lógicas, inevitables. Analizar fríamente las cosas vale más que andar con indignaciones cursis y aspavientos monjiles.

Quintana ha dado pruebas de tanto rigor y ferocidad para contener las huelgas y reprimir todas las manifestaciones de la clase obrera, que un periódico norteamericano le llama "el Atila de los trabajadores". L'Aurora de Ravena le trata de "hiena que con las uñas escarba en la sangre", y agrega: "En pocos meses de gobierno, este republicano se ha conquistado una fama digna de Abdul-Hamid y de Nicolás el Verdugo. El ha hecho bajar la bella región del Plata al nivel de una ciudad turca donde se degüella a los armenios".

Las iniquidades del mandón argentino andan impresas en todos los periódicos honrados de América y Europa, desde Cronaca Sovversiva de Vermont, hasta Les Temps Nouveaux, de París; desde La Battaglia de Sao Paulo, hasta Tierra y Libertad de Madrid, y desde La Agitación de Estación-Dolores hasta ¡Tierra! de La Habana. Este último periódico ha llegado al extremo de escribir en el número correspondiente al 8 de julio:

Obreros europeos, trabajadores de todo el mundo: Boycotead los productos de la Argentina.

Proletarios: No naveguéis a la Rusia sudamericana: la Argentina.

La tenacidad en insistir sobre lo de extranjero anarquista no redunda en favor de Quintana, pues si los extranjeros le odian al punto de querer matarle, ¿cómo le aborrecerán sus compatriotas? Ni los mismos políticos burgueses pueden sufrirle, desde que a menudo nos anuncia el telégrafo, ya el fracaso de un pronunciamiento, ya el próximo estallido de una revuelta. Quintana aparece como la más odiosa encarnación de un régimen nefando, como la edición corregida y aumentada de Juárez Celman, como la digna hechura de Roca, de ese militarote que amalgama en sí la doncellez y la prostitución porque lleva espada virgen y corazón podrido.

En el manifiesto que los directores de la Unión Cívica Radical dirigieron al pueblo argentino el 4 de febrero de 1905 se denuncian todas las iniquidades y malversaciones de Quintana y sus celebérrimos antecesores. "Tan absolutas son las absorciones del poder (dice el Manifiesto) que no existen ley ni garantía seguras; y tan profunda es la depresión del carácter, que dentro del régimen no hay conciencia que resista ni deber que no abdique ante la voluntad del Presidente y del Gobernador". Basta lo citado para convencernos que en punto a degradación la Argentina se iguala con el Perú.

Muchos tememos que ese tiro no disparado origine una recrudescencia de persecuciones a los rebeldes y de ataques a las imprentas: es nuestro único temor. Respecto al conato de ejecución, ya le tenemos explicado, y sólo agregaremos que quien manda lanzar el plomo contra huelguistas o manifestantes indefensos y pacíficos, se expone a que tarde o temprano le peguen un tiro, le claven un puñal o le arrojen una bomba.

Justicieros y vengadores no nacen por generación espontánea; vienen de semillas arrojadas por los injustos y malvados. De ahí que a muchos no haya sorprendido el suceso, que hasta le hubieran previsto y quizá deseado. Así, una correspondencia dirigida de la República Argentina a El Productor de Barcelona, refiere minuciosamente las matanzas del 21 de mayo en Buenos Aires y concluye con estas palabras: "El ejemplo de los nihilistas rusos es probable que tome una breve carta de ciudadanía entre nosotros".

La correspondencia se publicó el 1 de julio, Quintana fue asustado el 11 de agosto.

En fin, nosotros no tenemos por qué regocijarnos si el revólver del extranjero anarquista se quedó sin detonar, como no habríamos tenido por qué lagrimear si una bala hubiera perforado la substancia gris o bituminosa del Presidente argentino.

No representamos el papel de Jeremías; pero si lloráramos, guardaríamos nuestras lágrimas para la carne que sufre y sangra, no para el cuchillo que pincha y tasajea.

NOTA

[*]. Cachaco: agente de policía peruano.