Ir al contenido

Costumbres madrileñas. Un baile en Cuatro Caminos

De Wikisource, la biblioteca libre.
Costumbres madrileñas. Un baile en Cuatro Caminos
de Emiliano Ramírez Ángel
Nota: Emiliano Ramírez Ángel «Costumbres madrileñas. Un baile en Cuatro Caminos» (29 de junio de 1918) La Esfera, año V, número 235.
COSTUMBRES MADRILEÑAS

UN BAILE EN CUATRO CAMINOS

Alrededor de los ventorros establecidos á la izquierda del límite de la calle de Fuencarral, todos los días de fiesta la gente baila, bebe, charla, ríe, cumpliendo concienzudamente el propósito que durante la semana le embelesó tanto, de aturdirse y aturdir á los demás.
Por la laya de habituales que le favorecen, Cuatro Caminos se parece más á las Ventas del Espíritu Santo que á los sotillos del Manzanares. En aquella parte de Madrid se dan cita la flor y nata de la milicia sin graduación, la espuma de los dependientes de géneros ultramarinos y la quintaesencia de las criadas de servir. Gente humilde y sufrida que perece en el barranco del Lobo, detrás del mostrador ó en la cocina de casa; gente de la llamada del «montón», al a que nosotros—pertenecientes á oíros montones sociales—debemos el encanto de una gran parada militar, la seducción de unos comestibles cucamente empaquetaditos ó la hechicería de un bisté casi en su punto.
Pues bien: la «menegilda», el «melitar de tropa» y el chico «de coloniales», á quienes durante toda una semana molestan todo cuanto pueden los amos, se desquitan hoy abundantemente. Su alegría desborda, invadieiído por unas horas el norte de Madrid. Alegría es el piano, y el churro, y el frasco de vino, y las castañas «asas», y el medio cordero frito, y la «mordaga». «merluza», «sopladura», «tajada», etc., que de mil curiosos modos suele llamarse en nuestra España á la suprema saturación de mosto; alegría es el fulgor de la mirada de la criadita de dos duros; el tartajeo rural del húsar y la languidez, lírica á su manera, del joven que corta el bacalao en la tienda de la esquina; y alegría, por fin, es ese bailar y bailar sin tino, sin tregua, sin norma, al aire libre, á la buena de Dios y á lo que salga...
Amaniel será la merendona, que puede degenerar en pirosis aguda; la Bombilla será el idilio, entre romantiquillo y sentimental, que fenece en la Vicaría ó en el Juzgado de guardia; pero Cuatro Caminos es la danza, el baile por el baile; Teniers dando voces á Rabelais; alejamiento leve, intermitente y hebdomadario de esta tierra donde el señor y el criado, ei general y el furriel, el patrón y el sometido bailan cada uno al son que le tocan, y aun muchas veces sin son de ninguna clase. Porque, como si la plebe se diera cuenta cabal de que arrastrarse es facultad reservada á los muy cultos y beneficiados, prefiere saltar, girar, abrazarse en un chotis, desprenderse un momento de la tierra y hallar en el ritmo del baile un ligero pero sabroso gustillo de emancipación.
Por ello, en esta tarde dominguera, en estos madrileños Cuatro Caminos, la gente danza, la gente transmite su alboroto y su afán á los pies, y las parejas sudan, pero olvidan; se rinden, pero se fugan; mascan polvo, pero hurtan á la Felicidad una sonrisilla; beben vinazo y aceitazo, pero se sienten dueñas de sí propias; reciben pisotones, codazos, empujones, pellizcos, pero sonríen indescriptiblemente fanfarrones, porque durante toda una tarde ni el coronel, ni el señorito, ni el «principal» existen...

E. RAMÍREZ ANGEL


DIBUJO DE ANTEQUERA AZPIRI