Cuando la mulata noche
Ir a la navegación
Ir a la búsqueda
Cuando la mulata noche con sus higas de azabache, sale a estrellarse con todos lleno el rostro de lunares; cuando brujas y lechuzas a lustras tinieblas salen, a chupar lámparas, unas, y otras a chupar infantes, me salí confuso y triste a buscar un consonante ¡forzosa pensión de aquéllos que comen uñas y guantes! Los ojos puse en la luna, y vi que estaba en menguante, porque tuviese mi bolsa con quien poder consolarse. Pero divirtióme de ella un ¡ce! ¡ce! que por celajes de un manto, fue Celestina, creyendo yo que era un ángel. Conocí que era mujer, si ansí merece llamarse una cara Polifema y unos ojos Sacripantes. Trabamos conversación, porque quisiera trabarse, no siendo de Calatrava a un doblón Abencerraje. Brindóme con una mano, y a fe que bastó a picarme, pues topé cinco punzones en vez de cinco dedales. Desde la mano a la boca quise hacer un pasacalle cuya población ha meses que ya por el suelo yace. Manosee las mejillas, y fue dicha no lisiarme en dos juanetes buídos entapizados de almagre. Topé luego la nariz, y, ¡por vida de mi madre, que ella me topó primero, aunque estaba bien distante! Tenté los bajos países, mas no topé los de Flandes, sino en dos piernas cordeles dos cenojiles bramantes. Halléme en un cementerio, y lloré que me tentase como pecador novicio, con solos huesos la carne. Volvíla, en fin, los talones, y picando de portante me crucifiqué la frente con más de dos mil señales. Llegué a casa, y vuelto en mí vine a hacer pleito homenaje ¡de no alambicar conceptos ni buscar más consonantes! (De "Los Cigarrales de Toledo")