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Cuervo (Clarín): 05

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Cuervo (Clarín)
de Leopoldo Alas
Capítulo V

Capítulo V

Antes que Resma anduviese por el mundo, o por lo menos antes que fuese médico, «si lo era, que eso ya se averiguaría», estaba cansado Cuervo de saber que en Laguna se moría mucha gente.

¿Y qué? ¡Vaya una novedad! Él, que iba de aldea en aldea por todas las de la comarca, y comía en casa de todos los curas del contorno, estaba cansado de oír que no había en toda la diócesis parroquias como aquellas parroquias del Ayuntamiento de Laguna, así las del casco de la ciudad como las de fuera, en materia de pitanzas. ¿Por qué? Pues, claro, por eso; porque había muchos entierros y muchas misas de funeral. ¿Qué clérigo de cuantos concursaban no envidiaba a los acólitos, sacristanes, coadjutores, ecónomos y párrocos de Laguna? Pero esto era bueno para sabido por los de la clase, y para callado. La alegría de los lagunenses era proverbial en toda la provincia, ¿por qué turbarles el ánimo con tristes enseñanzas? Ni ellos querían ver el mal, ni mostrárselo era más que una crueldad inútil, porque no tenía remedio. No; no lo tenía, en opinión de Cuervo y los suyos. «La higiene..., la estadística, las tablas de la mortalidad..., Quetelet..., el término medio..., conversación. Los antiguos no sabían de términos medios, ni de Quetelet, ni de estadísticas, ni de higiene, y vivían más que los modernos.»

A don Ángel le ponía furioso la cuenta que Resma echaba para demostrar que «hoy vivimos más que nuestros antepasados».

-¡Es un majadero! -gritaba Cuervo-. Figúrense ustedes que dice que vivimos hoy más..., por término medio. ¿Qué es eso de vivir por término medio? Yo, sí, pienso vivir mucho, tanto como el más pintado de nuestros ilustres ascendientes; pero no pienso vivir por término medio, sino todo entero, como salí del vientre de mi madre. Mediante una cuenta de dividir, o de quebrados, o no sé qué engañifa, ese señor Resma saca la cuenta de lo que nos toca a cada quisque estar en este mundo; y, según esa cuenta, resulta que yo estoy de sobra hace muchos años. Y a eso llaman higiene, o geografía, o democracia, y dicen que lo dijo San Quetelé o San Tararira. ¿Y lo del agua? De todo le echa la culpa al río, y dice que por el río puede venir la peste, y que se filtran por las capas de la tierra no sé qué diablos de animalejos que nos envenenan; y cita ejemplos de cosas que pasaron allá en tierras de franchutes; tal como el haber echado entre el estiércol de un corral no sé qué sustancias que solitas, pian, pianito, vinieron por debajo de tierra para envenenar el río y después hacer que reventaran los vecinos de no sé qué ciudad ribereña... ¿Habrá embustero? -y, entusiasmándose, añadía Cuervo-: Por algo se dijo aquello de


¿Quién con cara de Cuaresma,
renegando del bautismo,
puso el agua en ostracismo?
Resma.
¿Quién hace pagar el pato
a Perico el fontanero,
diciendo que hay un regalo
que envenena al pueblo entero?
Don Torcuato,
¡Don Torcuato el embustero!