Del enemigo, el primer consejo/Acto I

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​Del enemigo, el primer consejo​ de Tirso de Molina
Acto I
Acto II

Acto I

La escena es en Milán y extramuros.
Salón del palacio que ocupa el Emperador.
ALFONSO y ASCANIO, envainando las espadas.



ALFONSO

Vuelve a ocultar el acero
mientras que pasa esa gente;
que en lugar menos patente
concluir, Ascanio, quiero
dificultades de amor, 5
que en tu competencia estriban.


ASCANIO

De ordinario los que privan
hacen deidad el favor
que sus príncipes les dan;
y en señal de su altivez 10
pasan la raya tal vez
de la modestia. Ya están
en su lugar las espadas,
y la mía, te prometo
que (en fe del nuevo respeto 15
que a privanzas bien logradas,
en quien usa cuerdo dellas,
debe el vasallo de ley,
Porque el gusto de su Rey
mira retratado en ellas) 20
no salga, aunque la provoques,
segunda vez a ofenderte.
Témplate, Conde, y advierte
que no porque el cielo toques
del favor que el César te hace, 25
es bien que desalumbrado
con las alas de privado,
si el sol ícaros deshace,
te atrevas a quien te iguala,
si no en dicha, en calidad. 30

ALFONSO

No niego yo la igualdad
que por noble te señala,
ni al verme favorecido,
atribuyas intereses
de venganzas que corteses 35
en mi privanza, han tenido
hasta este punto encerrado
en el alma mi rigor;
que a valerme del favor
con que el César me ha premiado, 40
con él te descompusiera,
de Milán te desterrara,
los Estados te quitara
y su enojo te prendiera
sin necesitar agora 45
desafíos, permitidos
generalmente a ofendidos,
pues tu discreción no ignora
que el privar suele poner
freno a quien se le atrevió, 50
no con las armas cual yo,
sino con las del poder.


ASCANIO

Juntas, Don Alfonso, en una
esas dos cosas opuestas,
agravios me manifiestas 55
con dichas de la fortuna
que con el César alcanzas,
y hacen tu esfuerzo mayor
arrojos de tu valor,
soberbias de tus privanzas. 60
Y como uno y otro abarca
la ciega pasión que tienes,
no miras que a reñir vienes
con espada más de marca.
Pero supuesto que yo 65
ya me dispuse a envainarla,
sin que intente desnudarla
contra ti, porque te dio
autoridad quien te nombra
esfera de su secreto, 70
y que en ti al César respeto
(que en efecto eres su sombra),
declárame la ocasión
del enojo que te obliga
a que conmigo desdiga 75
tu hasta aquí cuerda opinión.
Satisfaré tu recelo,
guardando tu autoridad
con lenguas de la amistad,
mejor que con las del duelo.

ALFONSO

Si quién eres ignorara,
Ascanio, ocasión tenía
de juzgar a cobardía
la lealtad que en ti es tan clara.
Mas no por ese respeto 85
te procures evadir,
que hemos los dos de reñir
en sitio más solo y quieto,
hasta que uno quede muerto,
mientras el otro procura 90
la quietud que no asegura
viviendo tú o yo; esto es cierto.
Y así para que no ignores
quejas que en la voluntad
engendran mi enemistad 95
por gustos competidores,
oye la justa razón
con que me agravio, y advierte
que menos que con tu muerte,
no admito satisfacción.

ALFONSO

La Condesa del Casal,
si Serafina en el nombre,
también en naturaleza
a tanto combate inmóvil,
Gonzaga en sangre, y mi prima 105
en deudo, aunque desconforme
en la aplicación del alma
que me olvida y que te escoge,
quedó sin padres tan niña,
que apenas dio al tiempo en flores 110
esperanzas su hermosura,
sí para mí sinrazones,
cuando en la ilustre tutela
de mi madre, viuda entonces,
ensayando ingratitudes, 115
dio el primer filo a rigores.
Criámonos los dos juntos,
puesto que en la edad conformes,
tan opuestos en las almas,
en gustos y inclinaciones, 120
que cuanto yo apetecía,
le daba en rostro: desorden
bella por varia, que influyen
celestes constelaciones.
Yo adorándola penaba 125
los instantes que en la noche
de su ausencia padecía
amorosas privaciones;
y ella, en viéndome presente,
llorando sembraba en flores 130
desdenes que ya gigantes
son de mi imposible montes.
Jamás en juegos pueriles
pudieron años menores
reconciliar amistades 135
ni recíprocas acciones,
hasta que aborrecimientos
contraponiéndose a amores,
pronosticaron desdichas
que ya mis males conocen.

ALFONSO

Creció mi amor con desvíos,
si hasta allí niño, ya joven,
y crecieron sentimientos
más fieros, cuanto más hombre:
parece que en Serafina 145
los años y disfavores
sobre apuesta se aumentaban
al paso que mis temores.
Ya en el Abril nuestra edad,
a su gusto humilde y dócil, 150
buscaba con que obligarla:
tal vez despoblando el bosque
de amorosos pajarillos,
en azafates de flores
nidos la llevaba, o cunas 155
de géminis ruiseñores;
tal vez el corzo manchado;
y tal discurriendo el monte,
la di, por prendarla Venus,
al homicida de Adonis. 160
Mil fiestas vestí de galas,
mil galas cubrí de motes,
mil motes cifraron quejas,
y mil quejas dieron voces
contra mil ingratitudes 165
que hallando piedad en bronces,
en ella solo sirvieron
de aumentar desprecios dobles.
Como es amor mercader
y si no le corresponden 170
quiebra su caudal fallido
y por lo más flaco rompe,
rompió en mí por la salud.
¿Qué mucho? Valientes robles
besan las rústicas plantas 175
de quien les duplica golpes.


ALFONSO

Llegué a la muerte. ¡Ojalá,
como perdí las colores,
perdiera el último aliento,
y ahorrara penas atroces, 180
que aumentando de día en día
agravios a indignaciones,
para hacerse inexpugnables,
buscan celos coadjutores.
Vio mi madre mi peligro, 185
y adivinando de dónde
procedían los efetos
de causas que el pecho esconde,
piadosas solicitudes
inventaron persuasiones, 190
encaminaron promesas,
ruegos, caricias y amores
con que obligar a mi ingrata
a que añadiendo eslabones
al parentesco, aceptase 195
el ser mi amada consorte.
Propúsola de mi muerte
los infalibles temores,
el malogro de mis años,
las muchas obligaciones 200
de parienta, de pupila
de generosa, de noble,
y la crueldad que ganaba
con el cielo y con los hombres,
ocasionando mi muerte, 205
apoyando persuasiones
con lágrimas que ablandaran
a los tigres más feroces.
Oyó, si no enternecida
atenta, importunaciones 210
piadosas, no voluntarias;
pidió plazo, y resolvióse,
al parecer, a pagar
amantes ejecuciones;
mas cuando el alma no admite, 215
¿qué importa que el cuerpo otorgue?


ALFONSO

Diome salud en albricias
este contento, y quitóle
la suya a mi hermoso dueño:
yo convaleciente entonces 220
por ver mi amor admitido,
y ella enferma, con un golpe
nos dieron la vida y muerte
unas mismas ocasiones.
Como al paso me aborrece, 225
que quiere mi amor la adore,
fue la causa mi esperanza
de sus desesperaciones.
Llegó, al cabo, visitéla;
y ella, eclipsados los soles 230
perdición de mi quietud,
cuando de mis gustos norte,
gualda el jazmín y el clavel,
nublados los arreboles,
los granates ya violetas, 235
y el rubio oriente ya noche,
viéndose a solas conmigo,
animada incorporóse
en la cama, y tras un ay,
me dijo aquestas razones: 240
«Don Alfonso de Gonzaga,
el ordenado desorden
de las estrellas distingue
las almas y inclinaciones.
Si tuvieran las dos nuestras 245
influencias uniformes
y la voluntad pagara
las deudas que os reconoce,
y el cielo imposibilita;
el ser, que de un tronco noble 250
en los dos nos da una sangre,
que generosa nos honre;
la regalada tutela
que en esta casa da nombre
más de madre que nutriz 255
a quien mis años deudores
mi crianza le confiesan;
las partes que os anteponen
a todos vuestros iguales
cuando no a vuestros mayores,


ALFONSO

¿qué dichas no ocasionaran
a darme amor los blasones
que su yugo hacen felices,
que tu paz hacen conformes?
No quiso el cielo, no quieren 265
las opuestas condiciones
que en los dos se contrarían,
que suerte tan feliz goce.
Alonso, yo os aborrezco
más que la luz (no os asombre) 270
las tinieblas eternas,
la lealtad a las traiciones.
¿Qué importará que obligada
el sí a vuestra madre otorgue
de esposa vuestra, si al fin 275
es fuerza que se malogren
mis años, que no pudiendo
amaros, ligeros corren
en el abril de su curso
al mar que las vidas sorbe? 280
Si sois verdadero amante,
antepondréis mis pasiones
a las vuestras (¿quién lo duda?),
y sin sufrir que despoje
la muerte, que espero cierta, 285
mi edad en flor, daréis orden
de olvidarme, o permitirme
que en piélagos no me engolfe,
imposibles de vencer;
porque antes el primer móvil 290
dejará de arrebatar
tras sí los celestes orbes,
que yo quereros bien pueda.


ALFONSO

Esto baste, y esto sobre
para quien ama perfeto, 295
o adquirirá fama torpe.»
Dijo, y con un parasismo
peligroso, persuadióme
a los repudios vitales
castigo del primer hombre. 300
¡Juzgad vos de qué manera
queda quien la sentencia oye
capital, y ve sin vida
el alma de sus acciones!
Sentí... Pero esto se deje 305
a amantes contemplaciones,
que cuanto más las pondero,
se quedan más inferiores.
Volvió en sí desde allí a un rato,
y yo con pasos veloces, 310
con desengaños mortales,
con homicidas dolores,
sin hablarla y despedirme,
en un caballo de monte
solo, aunque no de pesares, 315
cuando expiraba la noche,
salí de Milán, poblando
de quejas y compasiones
los aires con mis suspiros,
con mis desdichas los bosques, 320
deseando hallar la muerte
que al infelice se esconde.
Pasé a Alemania, y en ella
mudando el traje y el nombre,
serví al César Federico 325
que allanaba los cantones
del esgüízaro rebelde,
tudesco y grisón, adonde
con solamente una pica,
fueron desesperaciones 330
hazañas que me ganaron,
si no ventura, blasones.


ALFONSO

Obligado el César dellas,
generoso aficionóse
a honrarme, y fueme premiando 335
desde los más inferiores
a los cargos más sublimes,
hasta fiarme en su Corte
el gobierno de su imperio,
consultas y provisiones. 340
Como mi apellido y patria
negué, y me llamo Don Lope
de Haro, linaje ilustre
entre Martes españoles,
no me conoció ninguno; 345
y así en Milán publicóse
mi muerte por la codicia
de intereses sucesores,
que causándola a mi madre,
estados y posesiones 350
dividieron avarientos,
perdieron disipadores.
Era yo de Castellón
y Castelgofredo Conde,
que feudatario al imperio, 355
no pueden nuevos señores
poseerle, si del César
confirmados con el nombre
y investidura, primero
por dueño no le conocen. 360
A esta causa Serafina,
que entre algunos pretensores
es la más propincua en sangre
a mis estados, valióse
de su acción delante el César: 365
y mediando intercesiones,
le suplica que en mi herencia
la ampare y posesïone.



ALFONSO

Supo ser yo su privanza,
y que sólo por mi orden 370
se gobernaba el Imperio;
y buscando protectores,
sin conocerme, me ruega
que por su justicia torne,
y no permita, yo muerto, 375
que ambiciosos la despojen.
Halléme heredado en vida,
rogado ofendido, y diome
la ocasión a manos llenas
venganza en satisfacciones. 380
Pero el amor, siempre hidalgo,
que crece más con rigores,
como Dios perdona injurias,
como Rey reparte dones,
pudo más que mis ofensas: 385
y burlando opositores,
del modo que antes el alma,
la rendí mis posesiones.
Ya Condesa, y yo por ella
de favor y Estado pobre, 390
con Don Alfonso cruel,
y amorosa con Don Lope,
me escribió agradecimientos,
en cuyas cifras esconde
deseos que satisfagan 395
mis servicios acredores.
Correspondiónos la pluma,
y quedéle a sus renglones
deudor, si no a sus palabras;
porque aumentando favores 400
y terciando medianeros,
Federico al fin me escoge
por su esposo, y ella alegre
fiestas hace y lutos rompe.
Bajó el César a Milán, 405
porque en ella se corone
de la segunda diadema,
hasta que en Roma le adorne
con la tercera dorada
el mayor de los pastores; 410
saliéndole a recebir
entre grandes y barones


ALFONSO

Serafina, que engañada,
al punto que me conoce,
alienta aborrecimientos 415
y repudia obligaciones,
por no cumplirme escrituras,
con frívolas evasiones.
Jura malograr sus años
antes que esposo me nombre 420
el César, que conociendo
quién soy, junta admiraciones
a premios, con que la obligue,
y su rigor no provoque:
temores y ruegos mezcla; 425
mas ¿qué temor hay que importe
contra un natural rebelde
dispuesto a persecuciones?
Ascanio, yo sé que en vos
los ojos y el alma pone, 430
después que desengañada
mis servicios desconoce.
Si de competencias libre,
fueron causa sus rigores
de voluntarios destierros, 435
cuando a segundarlos torne,
¡juzgad vos cuál volverán
llevando martirios dobles
tormentos hasta aquí simples,
y ya con celos disformes! 440
¿Vos premiado, yo ofendido,
y que mis años malogre
para mi Dafne cruel,
para vos tierna Leucótoe?
No, Ascanio; o muriendo yo 445
libre vuestra dicha goce
bellezas que no merezco.
o muerto vos, desahoguen
celos un alma que espera
salir destas contusiones 450
mañana al amanecer,
si acudís (que siendo noble,
sí haréis) a Valdearrayán,
donde no haya, quien estorbe
o la venganza a mis celos, 455
o el triunfo a vuestros amores.
 
(Vase.)



ASCANIO, solo.


ASCANIO

Yo no tengo voluntad
a Serafina, si bien
conozco de su beldad,
que cuanto sus ojos ven, 460
la rinden su libertad.
Lucrecia es de mis desvelos
ocupación peregrina:
¿qué importa que forme celos,
y se los dé Serafina 465
a Alfonso, cuando los cielos
niegan la correspondencia,
que por oculta aversión
la aparta de su presencia?
Donde no hay inclinación, 470
no puede haber competencia.
No inclinándome a su dama,
mal con él competir puedo;
si ella muestra que me ama,
y le aborrece, ¿en qué quedo 475
culpado yo, a qué me llama
al campo, o sobre qué estriba
este enojo mal fundado?
Mas la soberbia derriba
la prudencia en el privado, 480
y Alfonso muestra que priva.
Cuando en el campo me aguarde,
y hagan sus celos alarde
de lo que en mí no es delito,
aunque con él no compito, 485
daré muestras de cobarde
si al sitio y plazo no acudo;
y en acudiendo, el favor
del César será su escudo:
mas cumpla con mi valor 490
la fama que ofender pudo,
y castigue sinrazones
la espada, que lengua fue
contra ciegas objeciones,
porque dé a las obras fe 495
quien no ove satisfacciones.
 
(Quédase a un lado del salón,
viendo venir al emperador y a SERAFINA.)


FEDERICO y SERAFINA, ASCANIO.


FEDERICO

Si el ser yo su intercesor
no basta para obligaros,
y podéis desempeñaros
de mi gusto y de su amor, 500
fuerza será, Serafina,
dar al derecho lugar,
con que Alfonso ha de tornar
a su Estado.


SERAFINA

Ni él se inclina,
gran señor, a pretender 505
esposa que interesable
no corresponda agradable
a su amor, ni a mí el perder
a Castellón. ¿Será justo
que contra mi voluntad 510
cautive la libertad,
si con ella pierdo el gusto?
¿Qué aprovechará el deciros
que le amo, por no ofenderos
que grato intento teneros, 515
que el sí le doy por serviros,
si en muestras de sus enojos,
imposibles de sufrir,
veis mil veces desmentir
en mí a la lengua los ojos? 520
Quede sin hacienda yo,
y quede con libertad.


FEDERICO

No os merece esa crueldad
quien su Estado en vida os dio

SERAFINA

Confiesa el entendimiento 525
lo que rebelde resiste
la voluntad, que consiste
en el vario movimiento
de los cielos, que disponen
que al Conde no quiera bien. 530
Yo misma culpo el desdén
que mis dichas descomponen;
mas son de tal calidad,
que llevándome tras sí,
ni a él le puedo dar el sí, 535
ni de Vuestra Majestad
(perdone mi desvarío)
cumplir el justo deseo.


FEDERICO

Yo en las estrellas no creo
que contra el libre albedrío 540
haya fuerza.


SERAFINA

Esa verdad
ya es fe, que no es opinión;
mas causando inclinación
sin forzar la voluntad,
me parece desatino 545
digno de cualquier error
cautivarme sin amor
al dueño a quien no me inclino.
Alfonso su Estado cobre,
y estime este desengaño; 550
que en mí será mayor daño
quedar cautiva que pobre;
y crea, pues desobligo
con tan libre claridad
así a Vuestra Majestad, 555
que no puedo más conmigo.

FEDERICO

Quedaos con Dios; pero advierta
vuestro resuelto desdén
que a mis agravios también
abrís, señora, la puerta; 560
y que ya vuestro rigor
no sólo al Conde provoca,
sino que en ofensas toca
que hacéis al Emperador.
Por el Conde intercedí: 565
mas si yo no os obligare,
quien con vos se desposare
me dará pesar a mí.


SERAFINA

Gran señor...


FEDERICO

¿Aquí estáis vos,
Ascanio?


ASCANIO

Siempre me empleo 570
en que os siga mi deseo
sirviéndos.


FEDERICO

Quedaos los dos;
que pienso que así os obligo;
mas no sé yo quién se inclina
a amar más a Serafina, 575
que a ser, Ascanio, mi amigo.


 
(Vase.)

SERAFINA y ASCANIO.


ASCANIO

A mí viene enderezado
este aviso. ¿Hay cosa igual?
¡Del Conde tratado mal,
del César amenazado, 580
y yo libre de ofendellos!
Serafina, vive Dios,
que he de perderme por vos.
Yo adoro los ojos bellos
de Lucrecia; Alfonso os ama; 585
Federico le apadrina;
mi voluntad no se inclina
a abrasarme en vuestra llama;
mi prenda, por vos celosa,
rayos de enojo me envía; 590
el Conde me desafía;
la presencia rigurosa
del Augusto me amenaza;
vos perdéis a Castellón,
si mudando de opinión 595
no dais en esto otra traza;
mirad lo que hemos de hacer
porque si vuestra presencia,
estando sin competencia,
en mí no pudo encender 600
llamas que me den cuidado
ya vos veis lo que podrá
en quien receloso está
de un Monarca y un Privado.


SERAFINA

En el pecho generoso, 605
Ascanio, la privación
da apetito a la afección,
porque en lo dificultoso
se acredita lo invencible.
Cuando yo no mereciera 610
que desvelo vuestro fuera
mi persuasión apacible,
el opuesto poderoso
os había de obligar
a vencer y porfiar, 615
o enamorado o temoso;
que yo después que el Augusto
me pone tasa en quereros,
y con temores severos
pretende forzar mi gusto, 620
tanto mi altivez animo
sin volver un punto atrás,
que al paso que os quiero más,
más al Conde desestimo.
Mirad vos con qué valor 625
osaréis desobligarme,
cuando habíades de amarme
por sólo el competidor.
Mas pues del campo os salís,
podrán decir los que os ven, 630
no que no me queréis bien,
más que de cobarde huís.
 
(Vase.)


ASCANIO, solo.


ASCANIO

¡Vive Dios que es caso recio
que esto estribe ya en porfía!
El Conde me desafía, 635
y doy causa a mi desprecio
cediéndole la ventaja;
si voy, al César irrito;
si ve que con él compito
Lucrecia, el favor ataja 640
con que mi dicha enriquece:
pues ¿qué medio he de elegir?
No amando, ¿he de competir?
Sí, pues que se ensoberbece
un privado presumido, 645
de su dama desechado:
saldré, si no enamorado,
por lo menos ofendido;
y volviendo por mi fama,
me hallará competidor 650
el Conde de su valor,
puesto que no de su fama.

(Vase.)

LUCRECIA y PORTILLO.


LUCRECIA

En fin, ¿vos sois español
y servís al Conde?


PORTILLO

Fui
español, porque nací 655
sobre un pantuflo del sol,
pues cuando las colchas alza
con que le arropa la noche,
el sol desde el mismo coche
sacando un pie se le calza. 660


LUCRECIA

¿Cómo ansí?


PORTILLO

Es el colodrillo
de Castilla, que se llama
la Vieja, honrando su fama
espárragos de Portillo.
Su nombre me cupo a mí, 665
y della me desterró
cierto hurgón que despachó
un alma al limbo: salí
a ver el mundo alemán
con cargo de mochillero; 670
fui dos años mosquetero
hizo el César capitán
a Don Alfonso Gonzaga;
aficionóseme luego,
y desvalijado al juego, 675
como se tardó la paga,
me halló la necesidad
faltillo de ropa blanca:
como la nobleza es franca,
valíme de su amistad; 680
y en fe que le satisfago,
de cama-rada me dio
medio nombre, porque yo,
señora, la cama le hago.


LUCRECIA

Según eso, privaréis 685
mucho con él.

PORTILLO

No me ha dado
nada, y hallóme privado
de todo; mas no penséis
que me hace poca amistad,
pues me fía su secreto 690
por continuo y por discreto.


LUCRECIA

¿Tiene mucha voluntad
a Serafina?


PORTILLO

Eso es plaga;
ni a Angélica el paladín,
sus bemoles a Jusquín, 695
al hidalgo la biznaga,
a Doña Calvina el moño,
al galán la bigotera,
a Pérez la lavandera,
a erizo breva o madroño 700
causan tan grandes cuidados;
y porque ansí le advertimos,
todos los que le servimos
andamos serafinados.


LUCRECIA

¿Y es posible que con él 705
no acaben los desengaños
de curarle, en tantos años?


PORTILLO

No, señora; ella es cruel
con sus ribetes de zaina;
y mi señor, que lo ignora 710
tal vez, puesto que la adora,
la llama faldas de Humaína,
Pero ¿por qué es el examen?


LUCRECIA

No sé.


PORTILLO

¡Linda damería!
¿Quiérele bien su siria? 715


LUCRECIA

No estimarán que los amen
los que están acostumbrados
a vivir de menosprecios.

PORTILLO

Hay apetitos tan necios,
que en fe de andar opilados, 720
buscan manjares caducos;
cierto melindre sé yo
que en un convite trocó
perdices por almendrucos.
Quien a lo agrio es inclinado, 725
con lo dulce se halla mal;
la Condesa del Casal
por lo acedo le ha agarrado.
Avinágrese vusía;
ensuegre tal vez la cara; 730
porque si en ella repara
nuestro Conde, ser podría
que antojos de su desdén
nos le deserafinasen,
y agrio por agrio, probasen 735
cual de ambos le está más bien
y a mi cuenta... Pero quedo;
que sale el Emperador.


LUCRECIA

Y con el vuestro señor.


PORTILLO

Pues atísbele a lo acedo. 740

FEDERICO, ALFONSO, LUCRECIA y PORTILLO.


FEDERICO

Ni Serafina ha de usurpar Condesa
a Castellón que su señor os llama,
ni aunque en su amor el vuestro se interesa,
vuestra esposa ha de ser ni vuestra dama.
Mi autoridad en esto se atraviesa, 745
no ya por vos, Alfonso; por la fama
que correrá por el plebeyo abuso,
de que a mi gusto una mujer se opuso.
Quien al César desprecia medianero,
cuando después os quiera, será en vano; 750
pues no es digna que siendo vos ligero,
mi respeto perdido, os dé la mano;
ella y yo competimos, y ver quiero
si mi favor en vos es tan liviano,
que atropellando agravios, determina 755
amar contra mi gusto a Serafina.


ALFONSO

Gran señor, si merecen mis servicios
premio en vuestra piedad...


FEDERICO

Tiene Lucrecia
el alma puesta en vos, y en mí propicios
favores, cuando esotra os menosprecia: 760
estimad amorosos beneficios,
y altivez desdeñad, que por ser necia,
merece justamente aborrecella,
si no es que con vos puedo menos que ella.

(Vase.)

LUCRECIA

Con tal intercesor, no pongo duda 765
que agradecido deis a mi esperanza
correspondiente amor, si es que os desnuda
de indiscretas pasiones la venganza.
Sana el enfermo que los aires muda;
enfermo estáis de amor; haced mudanza 770
y hallaréis en Lucrecia un pecho lleno
de amor, preservación dese veneno.
 
(Vase.)

PORTILLO

Si en consejos de Estado tiene voto
un mozo de tu cámara, que iguala
la experiencia al deseo, sé piloto 775
que en puertos sin provecho no hace cala.
Lucrecia es bella, el César manirroto,
váyase Serafina enhoramala;
o los dos nos iremos, si dejamos
esta ocasión, y al César enojarnos. 780

(Vase.)

ALFONSO, solo.


ALFONSO

Eso no, firmeza mía;
con resistencia el valor,
con imposibles amor
alienta su monarquía:
quien de la posesión fía 785
premios de gusto agradable,
su esperanza hace culpable;
quien sin premio amor procura
sin dar servicios a usura,
noble es, que no interesable. 790
¿Qué importa que Serafina
aborrezca mis intentos?
Viva está en mis pensamientos
posesión gozo divina.
Desdeñe a quien no se inclina; 795
trate mi fe con rigor,
que la fama haré mayor
de mi inaudita alabanza,
si amando sin esperanza,
es platónico mi amor. 800
Iguales coronas den
a la suya y mi firmeza;
ella en mostrarme aspereza,
yo en querella siempre bien:
compita amor y desdén, 805
pues en esto iguales son,
y niegue su inclinación
la inclinación de mi empleo;
que más vale ella en deseo,
que Lucrecia en posesión. 810
Dueño la hice de mi Estado;
gócele, aunque aborrecido;
que el amante bien nacido
nunca quita lo que ha dado:
si el César está indignado, 815
menos daño es no privar,
que de mí degenerar;
Haya, como una mujer
constante en aborrecer,
un hombre firme en amar. 820

(Vase.)


(ASCANIO y SERAFINA.)



ASCANIO

El Emperador me envía a tomar la
posesión del Casal y Castellón,
y quiere que en tercería
por Don Alfonso y por vos
se conserve en mi poder 825
hasta examinar y ver
cuál, señora, de los dos
se cansa de porfiar
y a su gusto corresponde,
o vos eligiendo al Conde, 830
o él dejándoos de amar.
Dad gusto al César, por Dios,
y sacaréis de cuidado
a Alfonso, al Augusto airado,
a Lucrecia, a mí y a vos. 835


SERAFINA

Conquiste el César ciudades que
después el Conde adquiera,
y no salga de su esfera
a conquistar voluntades;
busque dama con amor 840
su privado, en quien se abrase,
que es afrenta que se case,
despreciado, por favor;
Lucrecia por la ganancia
os deje, que se le sigue, 845
para que mudable obligue
a más valor mi constancia;
y vos, Ascanio, mostrad
que sabéis satisfaceros,
generoso hasta oponeros 850
a una pasión majestad;
que os tendrán por ignorante si
vuestro amor deslucís,
mientras agravios sufrís
sin vengar celos amante; 855
que yo en esta competencia,
de Castellón despojada,
tengo hacienda excepcionada
del César, pues en la herencia
de mis padres sucedí, 860
con autoridad bastante,
cuando interesable amante
mi dote améis más que a mí;
que si primero os quería
tibiamente, ya que os veo 865
dificultoso, os deseo,
y crece con mi porfía
mi amor de suerte, que trato,
si no sale vencedor,
morir; que en lances de amor, 870
o más caro es más barato.

ASCANIO

Juzgando vos disculpable
ese desdén que aumentáis,
porque de firme os preciáis,
¿es bien que yo sea mudable? 875
No, Serafina, primero
que os ame (ved si es factible),
será el Conde (si es posible)
conmigo vuestro tercero,
que yo a hacerle agravio llegue, 880
no es canséis en porfiar,
porque yo no os he de amar
mientras él no me lo ruegue.

(Vase.)


SERAFINA sola.


SERAFINA

¿Por qué si eres niño, amor,
en los efectos criatura, 885
te ofendes con la blandura,
te aumentas con el rigor?
¿No es mejor,
siendo dios, que lo parezcas,
que apetezcas 890
finezas con que te obligues,
que ingratitudes castigues
y lealtades agradezcas?
Pero dirás que es delito
hüir tu jurisdicción, 895
que lo que está en posesión
es fuga del apetito.
Solicito
a Ascanio, cuyos empleos
por rodeos 900
vence mis riguridades,
porque las dificultades
multiplican los deseos.
Muéstrome al Conde cruel
porque me sirve, y pudiera 905
ser cuando me aborreciera
que me muriera por él.
Siendo fiel,
su firme lealtad castigo;
a mi enemigo 910
quiero fácil y amo ciega;
huyo, amor, de quien me ruega
y a quien me desprecia sigo.

ALFONSO, de camino. SERAFINA.


ALFONSO

Para desocasionaros,
Serafina, del aprieto 915
en que césares rigores
a vos y a mí nos han puesto;
aunque de veros me prive,
no hallo mejor remedio
que ausentarme de Milán, 920
si bien del alma me ausento.
Mándame el Emperador
que segunda vez sea dueño
de los Estados que os di
y la libertad con ellos; 925
a que no os ame me obliga,
como si en tales preceptos
tuviera jurisdicción
quien la tiene en el Imperio.
Contra vos está indignado, 930
porque a influencias del Cielo
correspondéis desdeñosa,
mis dichas aborreciendo;
yo no, Serafina mía,
porque solamente en esto 935
de conocer lo que soy me
puedo llamar discreto.
Bien sé que no tengo partes,
si bien presunciones tengo
de amaros, para quererme. 940
Bien sé que merecimientos,
hermosura, discreción,
pudieran, a conoceros
la fortuna que os envidia,
señora del mundo haceros.


ALFONSO

Sois serafín, más que en nombre,
en prendas que reverencio,
y sólo otro serafín
es digno de mereceros;
yo de partes desvalido, 950
en pretensiones soberbio,
desdichado en esperanzas,
si dichoso en sus empleos
pudiera, pues os conozco,
con faetones escarmientos 955
reprimir intentos vanos,
que han de quedar en intentos.
Bien hacéis en desdeñarme,
y ¡ojalá como confieso
cuán loco soy en amaros, 960
fuera sabio en no ofenderos!
Mas como a vos os obligan
estrellas y astros opuestos
a aborrecerme indignada,
a mí me obligan los mesmos 965
a adoraros presumido;
no los culpo, antes les debo,
venturoso en esta parte,
la gloria del pretenderos.
Que en Lucrecia mi amor mude 970
me manda el César mi dueño,
o que me exponga a rigores,
de la privanza herederos.
No niego méritos yo
de su belleza, mas niego 975
que a obediencias coronadas
pueda amor vivir sujeto.
Prendas hace en vuestro Estado
(que pues os le di ya es vuestro),
sin ver que andando desnudo 980
amor, nunca estriba en ellos.


ALFONSO

Para excusar, pues, peligros,
que no por mí por vos temo,
notifico a mis pesares
(¡ay Dios!) segundos destierros; 985
descansaréis, Serafina,
no viéndome, y yo contento
con saber que lo estáis vos,
si no amado, satisfecho
en que os sirvo, entretendré 990
amorosos pensamientos,
que por contemplarlos ricos,
pienso conservar eternos.
Fernando reina en España,
Granada llama extranjeros 995
que contra el moro sitiado
ganen valor, si no premios;
negaré mi patria y nombre;
y al César, que por vos dejo,
forzará a daros mi Estado 1000
la fama de que soy muerto,
si antes que deje a Milán,
a las manos y el acero
de quien amáis y me aguarda
en el campo no lo quedo. 1005
No volverá Italia a verme,
Condesa, viven los cielos,
Si no es que, del alma libre,
la compasión traiga el cuerpo.
Ella es vuestra, ya os la di; 1010
a Castellón os entrego;
en vida me sucedéis,
y en ella me desheredo.
¡Ojalá que como os doy
el pobre Estado que tengo, 1015
en vuestras sienes honrara
los tres lauros del Imperio!
Pero el vuestro Ascanio goce,

(Enjúgase los ojos.)
 
y perdonad, que los celos
mis ojos afeminaron, 1020
y sin consulta salieron
del alma lágrimas nobles;
que celos y amor a un tiempo,
imitación de nublados,
vierten agua y llueven fuego, 1025

(Quiere irse.)


SERAFINA

Esperad, Conde, esperad;
que no acredita su esfuerzo
quien en los trances mayores
teme el golpe y huye el riesgo.
Amar sin correspondencia 1030
de sus damas no es tan nuevo
que en martirios del amor
no halléis valientes ejemplos;
merecer perseverando
sin esperanza de premio, 1035
da a la voluntad quilates
y corona el sufrimiento.
Si Federico (que en vos
restituye su gobierno,
y por el favor que os hace, 1040
se humilla tercero vuestro)
os ve ausentar por mi causa,
¿quién duda que a los primeros
añada enojos segundos,
quedando yo blanco dellos? 1045
Yéndoos vos, peligro yo;
y no solo no sucedo
en vuestra herencia y Estado,
sino que los propios pierdo.
¡Ved qué traza de buscar 1050
a mis quietudes remedio,
si en vuestra ausencia peligran
la fe vuestra y mi sosiego!
Ausentaos si es que intentáis
vengaros, pues lo merezco; 1055
pero desnudaos del nombre
de amante firme y perfecto.


ALFONSO

Eso no, que es imposible;
pero ¿qué traza hallaremos
que a vos enojos no os cause 1060
si os quejáis de que me ausento?


SERAFINA

Un modo imagino, Conde,
tan difícil como nuevo,
que si vos le ejecutáis,
os dará el lugar supremo 1065
de cuantos vasallos honran
a amor, y en su golpe ciego
con hazañas inauditas
el non plus ultra pusieron.


ALFONSO

No seré ya desdichado, 1070
si dándoos a vos contento
en algo, puedo alabarme
que si no alcanzo, merezco.
Proponedle, pues, señora.


SERAFINA

Propondréle, si bien temo 1075
que tiene de deslucir
las finezas que habéis hecho,
rehusándole por extraño.


ALFONSO

Por agraviarme hasta en eso,
dudáis de quien, por serviros, 1080
es martirio de sí mesmo.
Lo que os amo acreditad.

SERAFINA

Ahora bien: no escuchéis cuerdo,
que para lo que os propongo,
loco, Alfonso, he menesteros. 1085
Yo no os tengo voluntad,
ni aunque lo procuro, puedo
hacer que el alma rebelde
se allane al conocimiento;
el César severo insiste 1090
en que paguéis los empeños
de Lucrecia y la sirváis
amante por gusto ajeno;
desdeña mis pretensiones
Ascanio, celoso desto; 1095
que nadie es cortés con damas
si tiene por otra celos;
yo, que le amaba remisa.
cuanto más difícil veo
mi ocupación amorosa, 1100
más su imposible apetezco.
Si deseáis, pues, mi gusto,
como afirmáis y lo creo,
haciendo la costa vos,
fácil salida hallaremos. 1105
Fingid que a Lucrecia amáis;
y obediente a los preceptos
del César, haced ensayos
de amor, si no verdaderos,
que en vos no serán posibles, 1110
cautelosos a lo menos,
que a Lucrecia persüadan
y al César dejen contento.
Obligad después a Ascanio
con dádivas y con ruegos, 1115
ya animándole a privanzas,
ya ofreciéndole gobiernos,
a que su esposa me elija;
que en él temores y apremios,
no siendo cual vos constante, 1120
sabrán conseguir mi intento.
El César entonces, grato
al fiel reconocimiento
con que ejecutáis su gusto,
y apacible a vuestros ruegos, 1125
me admitirá a vuestro Estado
con otros satisfaciendo
vuestra lealtad y servicios.
pues tiene tantos en feudo,
y yo allanando rendida 1130
dificultades que han hecho
tan apetecible a Ascanio,
si en mi dominio le veo,
le vendré a menospreciar
al paso que le pretendo; 1135
que siempre enfada adquirido
lo que se envidiaba ajeno.
Olvidaréle, no hay duda,
y a vos que con otro dueño
en sus favores prohijado 1140
os contemplaré extranjero,
viéndoos ya dificultoso,
podrá ser (no os lo prometo),
si amante os aborrecía,
que os apetezca severo. 1145
Mío fuistes siempre, Conde;
y las mujeres tenemos
galas y amantes antiguos
de ordinario en poco precio.
Barato me habéis costado, 1150
Don Alfonso; encareceos,
haceos más estimar,
desviad ojos, dadme celos;
mujer soy como las otras;
haced diligente en esto 1155
la prueba, y del enemigo,
Alfonso, el primer consejo.


ALFONSO, solo.


ALFONSO

¡Qué de cosas encontradas
banderizan pensamientos,
que entre desesperaciones 1160
esperanzas van tejiendo!
¿Que no me ausente? ¿Qué sirva
a Lucrecia, y que ofreciendo
amistad a Ascanio y cargos,
contra mí sea su tercero? 1165
Desafiéle celoso,
y mándanme ser a un tiempo
su abogado y su fiscal
¡Qué terrible mandamiento!
Pero, en fin, lo prometí; 1170
palabras de amor perfecto,
en quien las ofrece noble,
traen fuerza de juramento.
Sentencia desesperada;
Mas si bien la considero 1175
a apelaciones convida
con vislumbres de remedio,
que es mujer como las otras
me avisa, y apeteciendo
lo difícil las demás, 1180
lo fácil les es molesto.
¿Qué mucho que las imite?
Siempre me ha visto sujeto,
sin resistencia a rigores,
a las leyes de su imperio; 1185
lo continuo causa enfado,
lo exquisito da deseos,
y lo que amor dificulta.
hacen posible los celos.
Que celos la dé me manda, 1190
y quien me avisa con ellos,
principios muestra de amor,
mas piedad, rigores menos.
Ya yo sé que cautelosa
me facilita con esto 1195
a persuadir a su amante
que la corresponda tierno;
pero también hemos visto
que al contrario más soberbio,
queriendo acertar, le matan 1200
tal vez sus ardides mesmos.
Démosla celos, amor;
voluntad, encareceos;
ojos míos, divertíos;
asistencia, acudid menos; 1205
pensamiento, obedezcamos
a nuestro enemigo en esto
desde hoy, y del enemigo,
amor, el primer consejo.