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Desde Bolivia Oscar Unzaga habla al país (31 enero 1958)

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El Jefe de Falange Socialista Boliviana se dirige a su pueblo en carta pública enviada al Director de “El Diario” y publicada por “Antorcha”.


Señor Director:


Cuando un gran silencio pesa sobre la Nación y los partidos políticos no tienen libertad para intervenir activamente en la vida pública no queda otro recurso que acudir a la prensa independiente, que con heroico esfuerzo defiende su libertad para pedirle que haga llegar al pueblo, en vía de información democrática, nuestros planteamientos.


Cumpliendo mis deberes para con el pueblo y mí partido, e ingresado al país. No puede el gobierno sin atentar contra las leyes, impedirme el libre ejercicio de mis derechos ciudadanos y de mis obligaciones de conductor del más fuerte de los partidos de oposición, clasificado así aún dentro de las propias restricciones exclusivistas del Estatuto Electoral y proclamado por la inmensa mayoría del voto popular libre como el partido defensor de las libertades públicas.


El 26 de enero ha cesado automáticamente el quinto estado de sitio impuesto al pueblo, para acallar su descontento, por el gobierno impopular del señor Siles Zuazo. Quiere decir que, en dieciocho meses de gobierno o mandato quince hemos pasado bajo la férula del estado de sitio que, según las prescripciones constitucionales, es un régimen de extrema emergencia. Parece que los bolivianos acostumbrados a la crueldad enfermiza de Paz Estenssoro, con sus regímenes de campos de concentración y torturas, tuviésemos que mostrarnos agradecidos al régimen de estado de sitio permanente inventado por el señor Siles Zuazo. Sólo un complejo de inferioridad, un sentimiento servil de resignación ante la arbitrariedad puede empujarnos al conformismo, a título que ahora se priva de libertad sin tortura. El que atenta contra la libertad es un tirano, el que atenta contra la persona humana es un verdugo.


El estado de sitio significa el destierro de miles de ciudadanos: destacados hombres públicos, profesionales eficientes de los que la Nación requiere sus servicios; trabajadores y líderes sindicales que se opusieron a la torpe y contradictoria política del gobierno, y lo que es más doloroso aún, juventud estudiosa a la que se niega el derecho de vivir en su propia Patria.


El Estado de Sitio significa la anulación de toda convivencia democrática. Los partidos políticos de oposición no pueden reunirse, deliberar, ni pronunciarse, salvo esporádicamente, sobre los problemas del país. No pueden contribuir con sus críticas y planteamientos a atenuar el caos y la miseria a que nos ha conducido el irresponsable sexenio del MNR.


Bolivia es Patria de todos los bolivianos y no feudo para la prepotencia movimientista. Las leyes bolivianas no sólo cuidan de la seguridad de los gobernantes, sino que protegen los derechos de los gobernados. Cuando los gobiernos incurren en tiranía pisoteando reiteradamente las garantías constitucionales, el pueblo tiene derecho a pedir, después a protestar y por último a desobedecer y rebelarse.


Tuvimos que soportar en un año la dictación de cuatro estados de sitio, contra la expresa prohibición de nuestras leyes y ante la impasible complicidad de un Congreso títere. En septiembre del año pasado nos acogimos a la amnistía confiados en la palabra del Ejecutivo, pero la amnistía fue una burla: se negaron visaciones, se desterró nuevamente a los que ingresaron con salvo conductos, y, finalmente, al mes se volvió a dictar un nuevo estado de sitio, pretextando una infame calumnia contra el heroico y altivo pueblo de Santa Cruz.


El quinto estado de sitio ha terminado. Son anticonstitucionales todas las restricciones contra la libertad ciudadana. En este estado de cosas el pueblo tiene el derecho de demandar, de exigir, de no retroceder hasta obtener el regreso de los exiliados, la plenitud de nuestros derechos democráticos para la libre actividad y todos los partidos políticos de la República. Son nuestros derechos sagrados y no limosnas que nos otorga el régimen. Se trata de la dignidad de una Nación, de la libertad de un pueblo y en esta materia no hay concesión posible, pues según estamos viendo en todos los cuadrantes de América, los pueblos prefieren morir a ser esclavos.


El gobierno de Siles Zuazo, por propia subsistencia está obligado a restablecer en Bolivia el imperio de la democracia. Primero, porque así se lo mandan las leyes y se lo demanda el pueblo. Segundo, porque el restablecimiento de una sana economía no podrá ser lograda sin la convivencia pacífica de los bolivianos y mucho menos mientras s e siga emitiendo moneda, pese al plan estabilizador, no para aumentar los salarios del pueblo, sino para sostener la ignominiosa organización de Control Político y en las onerosas movilizaciones de regimientos, para amedrentar poblaciones indefensas.


El peligro de la conspiración desaparecerá al respirar la Nación los aires de la libertad.


Falange Socialista Boliviana dará firmes garantías cuando se restablezcan los derechos plenos que exige como partido mayoritario de la Nación de que sus actividades se enmarcarán dentro de la ley sin buscar el camino de la subversión.


A Falange Socialista Boliviana no le interesa interrumpir la marcha de proceso que la realidad a impuesto al gobierno de la Revolución Nacional. Ninguna lección histórica es tan dura para los marxistas como la que nos da el Presidente Siles, renegando de todo cuanto hizo el Vicepresidente Siles. Jamás en la historia sudamericana tuvo que pasar por la vergonzosa prueba de renegar de su programa y volver contrito sobre sus pasos en la más humillante de las retractaciones.


La revolución que proclamó en el campo de María Barzola, en presencia de líderes izquierdistas del continente “la última noche del imperialismo norteamericano”, vive y supervive gracias al socorro de la gran democracia del norte; los que llegaron al poder combatiendo el entreguismo de los viejos partidos, siguen entregando reservas forestales, yacimientos petrolíferos, riquezas auríferas, al capital financiero internacional que tanto combatieron; los bulliciosos abogados contra la Standard Oil y a favor del monopolio de YPFB, han devuelto el petróleo a la Standard y sus subsidiarias y son los que han iniciado negociaciones para vender YPFB a los trusts internacionales; los que nacionalizaron las minas para que el cien por ciento de las divisas, según decían, beneficie al Estado, en la Conferencia Económica de Buenos Aires, por boca de Guevara Arze, las han ofrecido a la empresa privada que quiera hacerse cargo; los que crearon la Corporación Minera, como “instrumento de nuestra emancipación” son los que están liquidando a la COMIBOL, al Banco Agrícola y al Banco Minero; los que proclamaron y firmaron el “ACTA DE LA INDEPENDENCIA ECONOMICA DE BOLIVIA” han puesto al país en el grado más absoluto de dependencia de la caridad extranjera; el partido que anunció que su gobierno era régimen de obreros y campesinos ha llevado, a través de desfiles ruidosos, a esos obreros y campesinos al hambre, a la desocupación y a la “masacre blanca”.


Asombrados de sus propias contradicciones, obligados por el realismo norteamericano a ejecutar un plan económico que empieza con la muerte ideológica de la Revolución Nacional, los líderes del MNR no aciertan a encontrar al culpable dentro de sus propias filas ni a sancionarlos. Acusan a los comunistas y trotskistas, incrustados en su alto mando, como a los autores de las medidas revolucionarias del anterior gobierno; los acusan pero no los expulsan; acusan y atribuyen al sadismo de los criminales de Control Político el crecimiento extraordinario de la oposición; los acusan pero no los destituyen.


Ha querido pues, el destino sancionar a los irresponsables que jugaron y negociaron con la suerte del país y enseñarles que no se puede ser impune en el camino de la perversidad y del fraude; que no se puede explotar la esperanza de los humildes para llevar a esos trabajadores a la miseria y la desocupación; que no se puede combatir a las clases productoras, calificándolas como enemigas del pueblo sin destruir la producción misma y los fundamentos de una economía próspera y diversificada para el futuro.


El gobierno de Siles Zuazo es el cortejo fúnebre que lleva al cementerio los despojos de la Revolución Nacional. El MNR, disfrutando del poder, ha sido vencido por el MNR, por sus ideas y realizaciones.


No puede pues interesar a Falange Socialista Boliviana interrumpir este proceso. A Falange le interesa dentro del marco de la ley y el libre juego democrático, demostrar en toda su amplitud al pueblo boliviano la bondad de sus planteamientos doctrinales que son cristianos y progresistas.


Seis años de persecución sin tregua, de cárceles, de destierro, de negación de libertades ha impedido a nuestro partido contrarrestar la campaña permanente de difamación de nuestros enemigos mostrándonos fascistas o contrarios de la clase trabajadora o enemigos del capital extranjero.


Falange Socialista Boliviana anhela la convivencia pacífica, el derecho de organizar sus cuadros y convocar, para el mes de marzo, un congreso de su partido con el fin de nombrar sus organismos permanentes, divulgar su doctrina y ofrecer al país las soluciones que tienen estudiadas en el campo económico y social y para conjurar la difícil situación creada por la ineptitud e inmoralidad gobernantes.


Me presento en el país junto al líder Mario R. Gutiérrez a los valientes parlamentos encabezados por el General Bilbao, que libraron batalla en difíciles condiciones y a los esforzados combatientes de toda la República, para demandar de todo el gobierno el restablecimiento de la vida democrática y para organizar la reunión del Congreso de mi partido, dentro de las finalidades que tengo señaladas.


Si el gobierno responde con la arbitrariedad y se obstina en su manía persecutoria, perseverando en el camino del odio, el pueblo tendrá que defender a costa de cualquier sacrificio su libertad y sus derechos, recordando la frase de Shakespeare: “UN CIELO TAN SUCIO NO ACLARA SIN TORMENTA”.


Con este motivo, saludo a usted muy atentamente.


Firmado: OSCAR UNZAGA DE LA VEGA, Jefe de Falange Socialista Boliviana.


Bolivia, 31 de enero de 1958.