Desde el extranjero
Cuando todo se vuelve alegre, y todo es encantador,
Cuando todos viven en placer y tienen días sin nubes,
Solo un alma llora, y su añoranza vuela
Hacia las dulces tierras de su patria, hacia las llanuras que ríen.
Y ese corazón, que gime con dolor,
Y ese alma que canta entorpecida,
Es mi triste corazón, que no tiene consuelo,
Es mi alma, que arde con un anhelo infinito.
Quisiera ver ahora mi vallejo natal,
Bañado en el cristal de un arroyo de plata,
Ver lo que yo tanto amaba antiguamente :
Las tinieblas del bosque, poético laberinto;
Saludar una vez mas las cabañas del valle,
Que dormían en una atmósfera de paz, tranquilidad
Que respiraban discretamente placeres naturales,
Misteriosas ensoñaciones, poéticos murmullos.
Quisiera tener una casa silenciosa, pequeñita,
En mi valle natal, que ondeaba con flores,
Ver siempre la montaña como se acerca al cielo,
Con su frente desapercibida entre nubes, entre niebla.
Ver una vez mas el campo floreciente,
Que tejió mis días blancos, infantiles,
Que oyó antaño mi murmullo de niño,
Que vio mis juegos y mi retozo.
El melódico susurro del río, siempre gimiendo,
El concierto ofrecido por el coro de pajaritos,
La canción de las hojas, su cadencia,
Todas han producido en mi una discreta, tierna añoranza.
Sí ! Sí ! Sería feliz si volviera
En mi querida patria, en mi lugar de nacimiento,
Pudiendo bendecir con mi cerebro ardiendo
Los sueños de mi juventud, el sueño de un ideal.
La muerte misma, que difunde terror entre los hombres,
Por las venas vibrantes escalofríos, estremecimientos,
Ahí seria para mí una dulce y tranquila ensoñación,
En sueños felices yo subiría a las nubes.