Diario Oficial de El Salvador/Tomo 72/Número 44

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REPUBLICA DE EL SALVADOR.—AMERICA CENTRAL.325

DIARIO OFICIAL


Tomo 72San Salvador, miércoles 21 de febrero de 1912Num. 44


Mensaje presentado a la Asamblea Nacional por el Señor Presidente de la República Dr. Dn. Manuel E. Araujo[editar]

MENSAJE
PRESENTADO A LA
ASAMBLEA NACIONAL
POR EL
SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Dr. Dn. Manuel E. Araujo

FEBRERO 21 DE 1912

CIUDADANOS DIPUTADOS:

Llamado por el voto espontáneo de mis conciudadanos al ejercicio de la Primera Magistratura de la República, de acuerdo con la Constitución, tomé posesión de tan elevado cargo el 1.º de marzo del año próximo pasado.

Cumpliendo el mandato de la ley, que impone el deber á todo Administrador de la cosa pública, de rendir cuenta de sus actos á los mandatarios de la Soberanía Nacional, vengo á reseñar, á grandes rasgos, los actos más salientes de mi gestión política y administrativa, durante el lapso de diez meses trascurridos de marzo á diciembre del año próximo anterior.

Me apresuro, ante todo, á dirigiros cordial saludo de bienvenida y á protestaros el acatamiento á vuestros fallos soberanos, en la órbita que marcan los preceptos de nuestra Ley fundamental.

De joven aprendí á profesar con ardiente patriotismo el noble culto de la Patria; y en el transcurso de mi existencia he podido contemplar las desgracias que han agotado á nuestro país, por una serie de desacuerdos en el criterio moral y político de gobernantes y gobernados, que me impusieron el deber irrevocable de contribuir, en la medida de mis escasas fuerzas, á la regeneración de la República, procurando señalarle nuevos rumbos y orientaciones.

Estos sentimientos y propósitos, de largo tiempo arraigados en mi alma, acabaron por determinar el derrotero de mi vida política, afiliándome, como me he afiliado siempre, á las buenas causas, á los empeños de regeneración y á los esfuerzos que propendieran á reivindicar en todo trance y ocasión los legítimos intereses y los derechos sacrosantos de los pueblos, más de una vez vilipendiados por manos indignas de llevar las riendas del Estado.

Esta línea de conducta, que corresponde á todo patriota digno de tal investidura, ha sido el derrotero que invariablemente he seguido durante mi actuación como salvadoreño que aspiro por la bienandanza de la cosa pública; procurando siempre permanecer desligado de los régimenes gubernativos y de las agrupaciones de bandería militante.

Sin duda, mis conciudadanos, tomado en consideración estos antecedentes de todos conocidos, buena parte de ellos dió en la idea de pensar en mí para postularme como candidato á la Jefatura Suprema del Estado.

Hube de aventurar el acometimiento de tamaña empresa, valido, más de mi escaso esfuerzo y merecimiento, de la atrayente satisfacción de impulsar al país por el camino de su bienestar y prosperidad, ya que mi humilde nombre fue tomado como símbolo de las esperanzas de la Patria.

Mis esperanzas no han salido fallidas y hoy puede decirse, con toda propiedad, que la opinión pública, en lo que tiene de más significación este vocablo, apoya, impulsa, y vivifica la marcha y los propósitos del Gobierno que presido.

Consecuente con estos principios, que, tanto como mis propias convicciones me imponían las circunstancias en que surgió mi candidatura, procuré ab initio llamar, para que compartieran conmigo las labores y responsabilidades del Gobierno, á todos los hombres cuya ilustración, honradez y antecedentes patrióticos, fueran prenda segura para el país, de acierto y probidad en el manejo de los intereses procomunales, confiados por la ley á la gestión de los funcionarios del Estado.

Cábeme la satisfacción—que no se inspira en un sentimiento de pueril ó egoísta vanidad personal, sino en el bien del país, de que los ciudadanos, sino en el bien del país, de que los ciudadanos más conspícuos por sus luces y su probidad, exponentes caracterizados de las distintas agrupaciones, algunos de ellos—han ocurrido con desinterés patriótico á prestar su valioso concurso den la obra del engrandecimiento de la Patria; asignándoseles su puesto, ya en el Gabinete, ya en las Gobernaciones Políticas, ya en el Cuerpo Consular y Diplomático, ya en otros destinos públicos de alta importancia y de grave responsabilidad, conforme á la vocación y especial competencia de cada cual.

Y á esta cooperación—más que á mi esfuerzo personal—se debe sin duda el régimen de paz, progreso y libertad en que se conserva la República.

Si alguna reivindicación pudiera corresponderme en esta labor de patriotismo y de cordura, ella sería la más pequeña del entusiasmo, desinterés y buena voluntad con que he llamado á todas las aptitudes y capacidades del país, y del orden adecuado en que han sido colocados los diversos elementos de vigor y empuje que hoy ocupan y den impulso á los distintos resortes del mecanismo del Estado.

Para que la obra que me he propuesto realizar en bien de la Patria se orientara por rumbos nuevos y por senderos conocidos, hube de prefijar, en mi Manifiesto de 1.º de marzo, el Programa de mi Administración, modelado sobre los principios orgánicos en que se informan mis convicciones políticas y gubernamentales.

En aquel documento político, que no ha cesado ni cesará de normar los actos de mi Administración, condensé los principios y reglas de conducta que me proponía seguir en orden al amplio criterio de participación de mis conciudadanos en los empleos del Gobierno.

"En este momento—dije en aquel documento—cúmpleme consignar aquí, que como individuo, me atengo á mis ideas; como ciudadano, me ajusto á mis principios; y como Gobernante, estaré fuera de la acción de los partidos, porque la Nación es camino abierto para todos los ciudadanos, y el Jefe de la Nación, sin pertenecer á ningún bando, se constituye en Jefe de todos p...