Diario histórico: 12
101. Como estas palabras tan severas, no menos que inicuas y nunca esperadas, arredraban los ánimos de toda la provincia, sabiéndolas los indios, algunos se obstinaron, mas otros avisados y exhortados de los PP., se rendian ya; porque los Luisistas, Lorenzistas y los de Santo Angel estaban cargando sus cosas, especialmente cuando por segunda vez llegaron á los pueblos otras cartas del Capitan General del ejército, en las cuales (eran dos) trataba á los indios con blandura, llamándolos hermanos, amigos, engañados por los malos consejos de un ánimo codicioso; y por tanto que no creyesen á otro sino á él; que ya sus PP. habian caido de la gracia del Rey, de lo que era señal haber repudiado su confesor, y que el Monarca en adelante daria muchos argumentos de su severidad: que conociesen su buen ánimo, y quisiesen confiarse de él, y que, egecutando prontos lo que les mandaba, mejorarian su situacion.
102. Con los PP. empero usaba de amenazas, y exageraba la
matanza, echándoles á ellos la culpa; porque siendo así, que en
otras ocasiones conseguian de los indios todas las cosas, ahora
que tanto interesaba á la fé ó palabra real, y á sus intereses,
se estaban remisos en mano sobre mano. Que habia la esperanza de
conseguir la real clemencia, si persuadian á los indios, y los
PP. mismos en persona viniesen á él con los caciques y cabildos
rendidos y humillados: porque si no lo hacian así, luego al
punto habia de egecutar todo lo contrario, vistas y oidas
las cosas.
103. Los Luisistas fueron los primeros que enviaron nuncios con
cartas para el Capitan general, en las cuales prometian que se
habian de mudar como les volviesen los cautivos, y les señalasen
tierras á propósito, las que en vano antes habian buscado. Los
Lorenzistas reusaban semejante legacia, pero se sugetaban al
parecer de uno. Los de Santo Angel ya habian hecho otra
semejante carta, y enviaron 20 hombres al Monte Grande, hácia el
pueblo de San Javier, á disponer el camino. Pero despues se
perturbaron todas las cosas por la pertinacia y sugestiones de
los demas pueblos, y porque diez caciques de la Concepcion
vinieron acá donde estabamos. Hicieron arrepentirse á los
Luisistas de su sumision, y mucho mas el enviado que volvió del
Gobernador, el que se resintió del semblante demasiadamente
sèrio con que fué recibido, y á mas de esto, por no haber
conseguido se les diesen sus cautivos; y mas que todo, porque la
carta de respuesta no se habia remitido á los indios, sino al
cura, y esta sobradamente seca é insipida. "No es esta la
respuesta, decian, por la cual se ha de entrar á la clemencia
del Rey. Debíase omitir que el cura con sus feligreses saliese
humillado, por estar esto bastantemente insinuado, envano
esperado, y no haber otro remedio." Ofendidos, pues, con estas
cosas, volvieron á la antigua obstinacion, y así dispusieron
nuevas tropas contra el enemigo, en número de 400.
104. Los Lorenzistas tambien, amedrentados por sus soldados que
habian vuelto, mudaron de parecer, ó por mejor decir, lo
suspendieron. Los de Santo Angel empero, habiendo quitado por
fuerza las cartas al correo en el paso del Iguy, en donde los
militares superiores estaban fabricando un fuerte, y pasando
despues al pueblo, embistieron armados, y pidieron para deponer
al corregidor, ó cabeza del cabildo, el que era autor de dichas
cartas. No obstante se apaciguaron los amotinados, emprendieron
otra cosa, sino solamente que los que estaban abriendo la selva,
con amenazas se les mandó cesar en el trabajo. Se recogieron
pues en todas partes nuevas tropas, que se aprontaron despues
contra el enemigo.
105. Entretanto que los indios disponian estas cosas en sus
pueblos, el enemigo se acercó á las ásperas montañas, llenas de
bosques, en aquella parte donde está el camino mas árduo, y para
las carretas, casi imposible. No halló resistencia alguna,
despues de algunos pequeños reencuentros de casi ningun momento,
fuera de uno ú otro. El uno fué, que al paso de un monte, en
donde los indios se habian fortificado con empalizadas, fueron
desalojados con una numerosa porcion de tiros. El otro, que
queriendo los enemigos entrar al bosque ó selva, un indio de á
caballo, que era tenido por cobarde entre sus compañeros, (era
Lorenzista) acometió al cuerpo del enemigo, y dejándole este
entrar corriendo por medio de los escuadrones que se habian
abierto, y disparándole todos, volvió á los suyos sin lesion.
Pero, siendo pocos los que debian defender el camino, aunque
insuperable, ocupó el enemigo el Monte Grande, y trepando la
caballeria, hasta pasar las asperezas de las montaña, se mantuvo
en el desfiladero de la salida, y así quedó seguro el bosque
para la infanteria.
106. Puesta ya en salvo esta, se empeñó el enemigo en un trabajo
improbo, de hacer volar con minas los peñascos durísimos:
dividió en piezas las carretas, arrastró las ruedas con tornos,
y trasportó todas las demas cosas en hombros de negros, y de los
indios cautivos, con el trabajo de un mes, y aun quizas mas. Se
trabajó tanto, que al tercer dia de Pascua todo el ejército
estuvo en el pago, ó estancia de San Martin. Estando aquí el
enemigo, los Miguelistas le entregaron dos cartas, en las cuales
les protestaban que ellos de ningun modo habian de ceder sus
tierras, sino que se habian de resistir todo lo que pudiesen.
Las recibió con escarnio ó mofa, y se les respondió, que les
convenia obrar al ejemplo de los de San Luis. Y aunque los
vecinos de Santa Fé, y los de las demas ciudades decian, que
ellos marchaban forzados, con todo, ambos generales, español y
portugues, con su presencia urgian el viage.
107. Por esta razon, el Domingo despues de Resurreccion,
movieron los reales, se encaminaron hácia los pueblos, y
llegaron á la estancia de San Bernardo, que es del pueblo de
Santo Angel, al Domingo siguiente, con marcha de una semana,
siendo en otras ocasiones camino de un dia, y en las cercanias
de esta estancia los esperaba escondidos y en silencio el
ejército de los indios, por consejo de los gentiles Guanoas
y Minuanes.
108. Despues del segundo Domingo, dia 3 de Mayo, como bajasen de
la estancia de San Bernardo á las cabeceras del arroyo llamado
_Ibabiyú_, que está á la vista de la estancia de San Ignacio, de
la jurisdiccion de San Miguel, salieron de repente 2,000 indios
de los escondrijos, en donde se ocultaban, y se estendieron por
las cumbres de los opuestos collados, y se formaron en media
luna: los de á pié se mantuvieron en las colinas; pero la
caballeria, capitaneada por los gentiles, á toda carrera
acometió al enemigo. Este, juntando sus carros en círculo, formó
una fuerte trinchera, y á la frente estendió sus escuadrones, y
porque estaba defendido con artilleria y armas de fuego, la
vanguardia se empeñó en el combate, mantenièndose así hasta la
noche. Mataron algunos españoles, mas no se sabe el número:
porque unos dicen que fueron muchos, otros doce, y otros menos.
De los indios murieron seis de Santo Angel, un Nicolasista, un
Miguelista, y no mas.
109. Al acabar la noche siguiente, se arrimaron los indios á la
trinchera del enemigo, y si hubieran hecho las cosas con
silencio, les hubiera salido bien su estratagema: mas como se
acercasen de repente con griteria, los sintió todo el ejército:
entonces despertándose el enemigo, se puso sobre las armas, y
casi por todo el dia duró la guerrilla, pero sin especial
ventaja; salvo que los de la Cruz quitaron una tropa de caballos
al enemigo, habiendo muerto tres de los que la custodiaban: de
parte de los indios solo murió un gentil.
110. El dia 5 de Mayo los indios debian repetir el ataque, mas
el enemigo en el silencio de la noche, fingiendo retirarse, como
viese que los indios habian ido á ocupar los caminos que tenian
por la espalda ó retaguardia, de repente se dirigió hácia los
pueblos y marchó formado en batalla. Con cuya repentina astucia,
quedàndose perplejos los indios, volaron por los atajos que
ellos sabian, al paso ó vado de un riachuelo, llamado
_Chuniebí_, el cual no dista del pueblo de San Miguel, sino
escasamente cinco leguas. Aquí fortificaron el vado, y orillas
del rio con estacadas, y habiendo sacado del pueblo de San
Miguel dos cañones de hierro, y fabricados á toda priesa otros
cinco de madera durísima, (llámanla _Tajibo_, y los indios
_Tayí_) se apostaron los Miguelistas para defender el referido
paso. Los demas insensiblemente se volvian á sus pueblos
vecinos, á cuidar, como decian, de salvar á mugeres, hijos
é hijas.
111. El enemigo entretanto estuvo detenido los cuatro dias
siguientes en el pago ó estancia, dicha _Ibicuá_, parte por las
lluvias, parte por otras razones. Aunque estaba ya tan vecino el
enemigo, no se podian bastantemente persuadir los indios de
salvar sus cosas. Finalmente por la mañana se juntaron los
Miguelistas á llevar las alhajas mas preciosas del templo hacia
el arrojo Piratiní, á una hermita hecha de cespedes, de un
pueblo antiguo, y con esta ocasion se persuadió lo mismo á los
de San Lorenzo, y despues à los Juanistas y Angelotes. Pero con
flojedad llevaban las dichas cosas, y no á mayor distancia que
la de dos leguas del pueblo.
112. El dia 10 de Mayo se acercaron los enemigos al rio: pero
recibidos con la artilleria que estaba oculta en la selva,
fueron muertos, segun dicen, 64, incluyendo en este número los
que mataron los gentiles en los reencuentros. No obstante,
pasaron adelante, retrocediendo los que defendian las orillas
del riachuelo.
113. El dia 11, entrando algunos Nicolasistas con otros soldados
al pueblo de San Miguel, sacaron toda la gente del sexo y edad
mas débil, y así salieron las mugeres y casi todos los niños,
que se desparramaron por los campos hácia el Piratiní.
114. Dia 12. Habiéndose el enemigo acampado en las canteras del
pueblo, distante casi tres leguas de él, y ya á la vista, al
caer de la tarde, los PP. del pueblo de San Miguel se fueron
huyendo tambien al dicho Piratiní, no salvando nada del pueblo
de San Miguel, sino que escondidas acá y acullá, y enterradas
las cosas, se fueron. Esto se hizo por falta de bueyes y de
caballos que llevasen los trastes en carros; porque en estos
dias, moviéndose, como es costumbre, una disencion entre los
indios, no sé porque sospecha, originada de que se hubiesen dado
caballos á un paisano, llamado _Tary_, que se habia pasado á los
enemigos, que aquel los tenia bastantemente gordos, viniendo los
demas españoles en flacos y exaustos, como los soldados de los
otros pueblos, quitaron á los pobrecitos Miguelistas casi todos
los caballos y bueyes. De aquí nació que, despues de la salida
de los PP., los soldados de los otros pueblos, especialmente los
de San Nicolas, los Angelotes y Tomistas, pillaron todos los
bagages y el bastimento que se habia dejado en el pueblo,
habiendo hecho pedazos las puertas, y aporreado al portero, se
llevaron cuanto encontraron: y despues de saqueada la casa de
los PP., le pegaron fuego: el que, tomando cuerpo en los techos,
descubrió muchas cosas que estaban escondidas en los entablados,
dejando por presa de los indios lo que no consumia. Tambien
pegaron fuego al pueblo, pero la gran lluvia que cayó esta noche
apagó el incendio, quemándose toda la casa de los PP., mas no la
iglesia, á la que perdonaron las llamas, dudándose si atajado
por el Santo Patrono San Miguel, ó por sus altos paredones
de piedra.
115. Entretanto, los PP., con toda la gente del pueblo, pasaron
la noche muy lluviosa en el campo, sin tiendas. No obstante, las
trageron al dia siguiente, 13 de Mayo, y en el pueblo,
habiéndose quedado encerradas en su claustro las mugeres, que
llaman _recogidas_, como viesen las llamas, y sospechasen lo que
era, golpearon fuertemente las puertas, y al cabo los del lugar
las soltaron, y los de San Angel las llevaron á su pueblo. Los
moradores de los demas que estaban aquí, midiendo ya su mal por
el ageno, empezaron con mucha actividad á poner en salvo las
cosas del pueblo.