Diario histórico: 3
11. Tambien por este tiempo se avisò que en los campos de Yapey se veian 800 españoles, y que habiendo huido los estancieros, se habian apoderado de los rebaños de ovejas. Se dudó de la verdad de este caso, y los capitanes de los demas pueblos se juntaron en consejo con el de la Concepcion (que era entonces el supremo): mas, lo que se acordó, quedò ignorado.
12. Ya se hablaba con mas fundamento de la accion de los
Luisistas, de cinco años à esta parte, en un extremo de las
tierras de San Luis: entre los rios Grandes, Verde, Yacuí y
Guacacay, los Portugueses se habian establecido en un bosque, y
habian edificado un pueblo de bastante nùmero de casas, sin
noticia de los dueños de la tierra, que á corta distancia
apacentaban sus ganados: y aunque muchas veces habian sido
enviados á explorar tierras, nunca llegaron à aquellos tèrminos,
ya por lo vasto de aquel territorio, ya por su innata pereza.
Ahora finalmente en esta variedad de cosas, habiendo descubierto
los mas vigilantes dicha colonia enemiga, y habièndola
explorado, fueron à atacarla 110 Luisistas, y casi 200
Juanistas. Emprendieron la expugnacion el dia 22 de Febrero; la
noche del 23 se arrimaron à ella, y hecha irrupcion al amanecer
facilmente pusieron en huida à los moradores, que estaban
desprevenidos. Habièndose apoderado del pueblecito, entraron en
as casas, y se ocuparon del botin, dejando las armas.
Entretanto el enemigo que habia huido, volviò sobre los que
estaban entretenidos en el saqueo y sin armas, y les obligò á
ceder otra vez el pago, porque con el rocìo de la noche, y con
haber pasado los rios á nado, se habian inutilizado las
escopetas, no pudiendo tampoco manejar las lanzas por la
espesura del bosque. Sacadas pues de las casas sus armas,
atacaron á los indios, y les obligaron á cederles el paso, para
retirarse à sus reales. Murieron de una y otra parte algunos: de
los indios 22, entre los cuales fué uno el Alferez Real de San
Luis (capitan valeroso de los indios) que, desamparado de los
suyos y peleando valerosamente hasta el ùltimo, fuè aprisionado
por la muchedumbre, y habièndole atado las manos, murió lanzeado
por los enemigos que cargaron sobre él. De los Portugueses
parece que murieron 12, quedando los demas heridos levemente, y
de los nuestros salieron heridos 26. Volvieron 16 Luisistas para
observar el movimiento del enemigo y tambien para enterrar los
muertos, aunque fuese por fuerza. Los demas se retiraron à sus
tierras y poblaciones, esperando nuevos socorros. Tambien el
resto de los Luisistas volvió à su pueblo, no sé si de
verguenza, si de temor, ó por alguna mùtua disencion.
13. Despues en el mismo pueblo se alistaron nuevas reclutas, y
porque acaso, como los prisioneros que perecieron en la guerra,
no fuesen desamparados de médico espiritual, llamaron para el
socorro de sus almas à aquel que por el mismo tiempo habia hecho
la mision de Cuaresma en aquel mismo lugar. Consintió este á tan
piadosas súplicas, recargado sin duda de los remordimientos de
su propia conciencia, y tomando á su cuidado la vida y almas de
aquellos indios que estaban en peligro. Luego que volviò à su
pueblo, se previno para el camino, y partió á las estancias que
estan á la falda de la montaña. El dia 3 de Marzo le siguió
despues un escuadron armado, aunque con paso lento, atendiendo à
la debilidad y fatiga de los jumentos, y formó el campo à 12 de
Abril en los rios Guacacay, Grande y Chico. Pasaron el rio los
capitanes de San Luis con los de San Juan cerca de su boca, para
avisar à los de San Miguel, que viniesen en su auxilio, porque
era necesario cargar al enemigo con mucha gente, ya que por la
situacion era superior y mas fuerte. Pero, discordando los
confederados, redujeron su negocio é interes comun á contienda,
porque estos desde su colonia de San Juan, todavia resentidos de
los Luisistas, por un reciente escàndalo ó tropiezo, y por no
haberles pedido y rogado la alianza para el asalto que se
acababa de hacer; y ofendidos ahora por el modo en que los
habian convocado, se arrojaban mútuamente chispas de discordias.
Aquellos reprochaban à los mismos dueños de las tierras el
haberse realizado casi toda la sobredicha invasion poco
favorablemente, por haber sido los primeros que habian huido, y
dejado en el peligro á sus compañeros; y por lo mismo reusaban
volver otra vez à probar fortuna.
14. Se negoció con unos y otros: con estos de palabra, con
aquellos por escrito, para que se concordasen y uniesen sus
ànimos y las armas, casi con este cúmulo de razones: "Que no era
tiempo de civiles disenciones, estando un enemigo extrangero à
la puerta: que los hermanos las mas veces discordan para
deshonra suya, cuando mas urge el mal que los amaga: que se
debian unir las fuerzas para que cada una de por sí no fuese
otra vez desecha, y por una funesta disencion creciese al
enemigo vencedor la audacia y soberbia: que las saetas una por
una son fáciles de romper, pero no siendo unidas: cuando se
quema la casa vecina, todo ciudadano acude al socorro, y así
como abrasándose una casa, toda la ciudad se volveria á cenizas
si los ciudadanos ó vecinos no las defendiesen, asì les sucedia
á ellos." Estas y otras cosas semejantes les fueron propuestas,
y pareciò que se apaciguasen los ànimos. Añadió no poco peso una
carta que llegò del cabildo de San Juan, la que persuadia á la
union, y à la obediencia á entrambos capitanes.
15. Se esperaba de los Miguelistas, ó un escuadron auxiliar, ó
sus respuestas. Tambien se decia, que los Nicolasistas y
Concepcionistas ya venian: los Lorenzistas se escusaban de no
haber venido antes de ayer, atribuyéndolo á la larga distancia:
los demas preparaban sus armas, y habiendo sido enviados algunos
á explorar, observaron la marcha y movimientos del enemigo, y
con ansia pedian se juntasen prontamente todas las legiones.
Mientras esto se decia, se avanzaban hácia el Rio Grande, á
quien los indios llaman _Igay_, esto es, amargo.
16. Estaba tranquilo el Rio Uruguay, todas las cosas estaban en
silencio de parte de los Españoles, y aquel grande aparato
bélico se quedò en proyecto; ni el invierno que ya habia
empezado, permitia otra cosa. De la junta reciente que se habia
celebrado, salieron por embajadores á los de Yapeyú, de cada uno
de los pueblos de la otra banda del Uruguay, y tambien á algunos
mas remotos, los principales caciques: porque como corrió la
fama que los ánimos de aquellos moradores estaban discordes, y
que unos con los pròceres, se inclinaban con unánime sentir à la
confederacion para reprimir al enemigo, y otros con el capitan
del pueblo, no querian tomar las armas, fueron allí para renovar
y promover la alianza, y atraer à su partido al capitan con todo
el pueblo. A la verdad que estuvo oculto el egèrcito, pero esta
embajada llenó de gozo á una y otra curia ó consejo: uniò los
pròceres con el capitan, y al pueblo con los próceres, y
portàndose á su modo magníficamente, se volvieron à sus propios
lugares, formada y pactada la confederacion: y juntamente
contaron por cierto, que no se veia enemigo alguno, y sí
solamente algunos ladrones y espias, que habian sido muertos y
despojados de todas sus caballerias.
17. Por este tiempo el cura de San Borja, habiendo sido llamado
poco há por los superiores, y habiendo sido enviado al de la
Trinidad, se decia que tambien habia bajado por el Paranà á las
ciudades de los españoles, y que otro habia sido puesto en su
lugar; despues que primero el cura de San Josè por algun tiempo
cumplió allì una comision y pesquiza secreta. Estas cosas
sucedian en la frontera de los Españoles.
18. Y volviendo á los nuestros, y á los Portugueses, se
acercaban ya los Miguelistas con su capitan, que poco há se
habia retirado de los otros pueblos, (este era Alejandro,
vice-gobernador de San Miguel) y la cierta venida de aquellos la
publicaba la fama, y la confirmaba ò testificaba Sepé, uno de
los mas famosos centuriones.
19. Entretanto se celebraba en el campo la semana santa con la
devocion posible; y cumplidas las ceremonias y ritos de la
iglesia, que el lugar y tiempo permitian, de la Conmemoracion de
la Pasion Santìsima del Señor, al tiempo que en las iglesias
cantan solemnemente el _Alleluya_, aparecieron dos piezas de
artilleria con sus guardas y custodias. Bajando despues de los
collados, y formados los escuadrones debajo de seis banderas,
presentaron mas de 200 hombres. Saliéronles al encuentro los
escuadrones Luisistas con sus dos banderas, y saludándose
mútuamente, llevando su Santo Patron y otras imàgenes de santos,
(los que esta gente acostumbra traer siempre consigo) à una
capilla hecha de ramos de palma, y habiendo corrido los
caballos, y hecho á su usanza ejercicio de las armas, se fueron
à un parage cercano, y se acamparon en lugar señalado para
los reales.
20. El dia siguiente, que era el de la Resurreccion del Señor, y
12 de Abril, celebrada antes la solemnidad, (es à saber, con
procesion y misa solemne) uno de los capitanes se fué à los
Juanistas, los que, aunque estaban vecinos, no acabàban de
llegar, y dijo, que vendrian al dia siguiente, esto es, el
tercero de Pascua. Impacientes los Miguelistas de la tardanza, y
estimulados con las antiguas disenciones, reusaban esperar, y
estuvieron firmes en tomar solos con los Luisistas el camino
hácia los enemigos.